La actualidad en Correos revela que el proceso privatizador sigue su rumbo y la empresa aprieta cada mes las tuercas a la plantilla, exprimiendo al máximo la fuerza de trabajo. Estamos padeciendo los perjuicios de las brutales reestructuraciones en cartería (reducción de secciones aumentando el radio geográfico a cubrir por el/la trabajador/a), el incremento imparable de paquetería –en torno al 400%- que supone un mayor esfuerzo físico (sin además revertir en la plantilla los cuantiosos beneficios), la bajísima contratación –en todas las secciones que componen la empresa- durante la campaña de verano y la misma dinámica en Navidades (agravado por el hecho de que este año han confluido con la campaña de las elecciones generales del próximo domingo). Se están cometiendo todo tipo de atropellos contra la plantilla, tales como forzar a trabajadoras/es a repartir fuera de la jornada laboral la propaganda electoral bajo amenaza de no cobrar el extra de la campaña o cancelar contratos a buena parte del personal discontinuo en Asturias aludiendo a “órdenes de arriba” precisamente en la campaña navideña (donde tienen prioridad de contratación).
En un artículo anterior decíamos que Correos, al igual que el resto de empresas, se guía por la premisa fundamental de conseguir el mayor lucro para los altos mandatarios, reflejo del tipo de sociedad en la que vivimos y de la economía que la sustenta: no se busca satisfacer las necesidades de la mayoría social (la cual está compuesta principalmente por la clase obrera) sino aumentar sin límites la riqueza de unos pocos a costa del esfuerzo de unos muchos. En el Informe de gestión de 2014 de Correos evidencia que a pesar de haberse destruido 2000 puestos de trabajo desde 2013, el gasto en salarios fue mayor. ¿Dónde ha ido a parar ese dinero? ¡Efectivamente!, al bolsillo de los altos mandos que han aprovechado su posición privilegiada para subirse el sueldo alrededor del 15%.
Otro hecho de especial interés es el cada vez más seguro examen para entrar a formar parte del cuerpo de personal laboral en la empresa. Tras dos años de beneficios probados (alrededor de 200 millones de euros en 2014) Correos pretende hacer una convocatoria pública (10 “eurillos” por presentarse) para lo que ellos llaman “consolidación de empleo”. Antes de sentir emoción o descrédito (pues ya sonaron campanas en el pasado y se quedaron en eso) conviene explicar en qué consiste tal proceso, qué encontrarán aquellas/os trabajadoras/es que logren superar la prueba. Como es prácticamente norma en Correos, todo proceso se desenvuelve de manera si no opaca al menos translúcida, siendo tremendamente complicado conocer realmente las propuestas, los acuerdos y las intenciones, facilitando que la empresa y sus adeptos nos cuenten lo que les venga en gana. Por suerte, siempre hay algún recoveco y a día de hoy sabemos que quienes aprueben el examen con gran probabilidad entrarán como discontinuas/os a la espera de conseguir una plaza fija en alguno de los centros de trabajo. ¡Pero si aún tenemos cerca de mil discontinuas/os esperando a tomar posesión de su plaza desde 2008! ¿No será que la empresa busca una masa enorme de trabajadoras/es “atadas/os” a Correos a quienes llamar en cualquier momento del año y por el período que los altos mandatarios decidan? ¿Por qué quienes aprueben el examen habrán de decaer de las bolsas de contratación eventual? Tal cosa sólo tiene sentido cuando logras una plaza fija, pero sin seguridad de ello, ¿no es una manera de impedir al trabajador/a estar activa/o más meses al año y por tanto precarizar todavía más su vida? Es comprensible que la mayoría de eventuales pretendan prepararse para la prueba ya que las expectativas de trabajo son por lo general dramáticas y se sienten parte de la plantilla de Correos. Hacen bien en ello, pero es necesario que sepan realmente hacia lo que les puede conducir aprobarlo. En este sentido, son denunciables quienes, valiéndose de la necesidad de formación para preparar la citada prueba, se frotan las manos pensando en el dinero que sacarán a través de los cursos preparatorios. La empresa “cedió” la formación a algunos sindicatos y así corrompió a buen parte de las jefaturas de éstos, adormeciendo y desactivando su estructura.
Condenar al paro a una inmensa cantidad de personas y forzar al máximo a quienes están trabajando; tal es la fórmula principal para mantener y ampliar las ganancias de los grandes empresarios. Y para muestra un botón.
Ahora bien, teniendo en cuenta que Correos es una sociedad anónima cuyas acciones pertenecen al gobierno central, la responsabilidad de la degradación laboral y de cada acto de violencia patronal contra la plantilla no recae únicamente en los “respetables” dirigentes de Correos, sino también en los partidos políticos que durante su estancia en el poder han contribuido a empeorar las condiciones de vida y trabajo de decenas de miles de trabajadoras/es que aun componemos la plantilla de Correos. El Partido Popular y el Partido Socialista son culpables de la destrucción del sector público a lo largo y ancho del país, son culpables de la ya próxima extinción del cuerpo de funcionarias/os, son culpables de estrangular el trabajo estable y generar precariedad allá por donde han pisado sus reformas y el resto de leyes anti-obreras de la última década. Han demostrado ser representantes políticos de la oligarquía, de la clase que posee de manera privativa la propiedad.
No obstante, 2015 ha puesto de manifiesto que el creciente descontento de cada vez más capas de la sociedad con los derroteros por los que nos han llevado los partidos tradicionales de la oligarquía también ha calado en la plantilla de Correos, la cual no ha permanecido ajena a la destrucción del sector público y de manera modesta pero esperanzadora ha dado síntomas de organización y lucha, de ganas de defender lo que la clase obrera consiguió durante el siglo pasado y que ahora nos arrebatan a marchas forzadas. El impulso sindical (aún insuficiente y principalmente venido de CGT) y de las diversas plataformas de trabajadoras/es (sobre todo la de Fij@s Discontinu@s y Correos en Lucha) suponen una reanimación de las energías obreras para frenar los ataques patronales y recuperar los derechos cercenados. Es cierto que la resistencia todavía se está dando por pequeños sectores de la plantilla, pero con los justos argumentos que les guían y si logran capacidad para ampliar las fuerzas a través de la participación democrática y la flexibilidad táctica podrán ir venciendo las dificultades y aglutinar a cada vez más trabajadoras/es en la pelea por conseguir frenar el empeoramiento de las condiciones laborales, en un primer momento, y plantearse otros retos de mayor entidad después (la gestión democrática de Correos por parte de la plantilla, por poner un ejemplo). No se puede avanzar más allá de lo que nos lo permite nuestra conciencia, no es una mera cuestión de voluntad, de querer o no querer luchar. Ha de avanzar la conciencia de la mayoría de la plantilla para que su lucha se vuelva cada vez más decidida y tenaz, sus reclamaciones más ambiciosas y su fuerza imparable. Aquellas/os que ya están en la contienda han de esforzarse, si en verdad quieren vencer el pulso a los miopes directivos de la empresa que sólo velan por sus intereses privados, por conectar con la mayor cantidad posible de compañeras/os permitiéndoles así incorporarse a la batalla y que, a través de la experiencia, endurezcan su compromiso y reconozcan con mayor claridad sus intereses como clase. Las centrales sindicales (y otras organizaciones obreras) que pretendan oponerse a los dañinos planes de la empresa tendrán que ejercitar la democracia, limpiarse de sectarismo y situar la unidad de acción como elemento base para tener alguna garantía de victoria.
De manera inmediata se presenta ante las/os trabajadoras/es de Correos dos contiendas: por un lado, el 17 de Diciembre en las elecciones sindicales (fecha cuanto menos sospechosa, pues coincide tanto con la campaña de las elecciones generales como la de Navidad, momento en el que la carga de trabajo es netamente superior y los jefes agitan el látigo con mayor soltura, presumiblemente buscando una baja participación que perpetúe el inmovilismo y la inoperancia de los jefes sindicales actuales) tenemos la posibilidad de votar a las opciones que han mostrado una lealtad mayor a los intereses de la plantilla durante estos años, que llaman a la participación de todas y todos en la defensa de nuestras condiciones de trabajo y así debilitar el poder de la dirección de la empresa y de aquellos que han secuestrado centrales sindicales (y han paralizado el Comité de empresa) para apoyar sin ambages los planes de despidos y reajustes. Las elecciones no son, ni mucho menos, el epicentro de la lucha obrera dentro de una empresa pero ante un poderoso enemigo todas las herramientas deben utilizarse para debilitarle y reforzar las fuerzas propias. El sindicato es la manera más cotidiana de organización para cualquier/a trabajador/a y es pertinente que los engrosemos quienes queremos que sirvan para lo que han sido creados: defender colectivamente nuestros derechos económicos. La plantilla de Correos debe interesarse por su porvenir, ser protagonista de su futuro; no basta con criticar con la cabeza gacha, no basta con despotricar de los jefes en casa, ni basta con delegar en otras/os la responsabilidad de luchar por nuestras condiciones de trabajo. La democracia obrera consiste ante todo en tomar conciencia de que hay que comprometerse con lo que eliges, en obrar en consecuencia al apoyo que brindas con el voto, de tal manera que la democracia no se “traspasa”, sino que se ejerce.
Precisamente por el hecho de ser todavía una empresa pública Correos, la plantilla tiene en las elecciones generales del 20-D otra cita relevante en la que ha de mostrar coherencia con su situación laboral cada vez más degradada, no eligiendo apoyar ni a los partidos de la oligarquía que nos han llevado a tal grado de precariedad (PP y PSOE) ni a las nuevas apuestas políticas de los grandes empresarios y banqueros (principalmente, Ciudadanos). Existe, pues, un interés por votar a aquellas opciones que en sus programas y declaraciones han defendido lo público o incluso han llegado a prometer el mantenimiento en manos del Estado de la empresa, sobre todo mientras no exista una alternativa política revolucionaria que sea capaz de organizar la lucha en todos los ámbitos y asediar la fortaleza hasta que la clase obrera pueda tomar el poder político y decantar la lucha de clases en favor del conjunto de las/os oprimidas/os.
Sabemos que las empresas públicas también están bajo el dominio de la clase de los propietarios, pero también sabemos que en este sector la lucha obrera ha conseguido mejoras y conquistas que no debemos permitir que nos sean arrebatadas y que bajo la lógica del sector privado serían del todo imposibles de mantener. El resto del sector postal está compuesto por empresas privadas y las condiciones laborales rayan la precariedad más absoluta. Correos cumple además un servicio social, cubre necesidades de todas y todos, la plantilla quiere atender de manera óptima a la sociedad y hacer efectivo el Servicio Postal Universal. Seguramente éste no resulte lucrativo pero las/os trabajadoras/es no estamos interesados en anteponer los beneficios al bienestar del pueblo. La plantilla quiere un Correos público y de calidad y una buena manera de garantizar tal cosa es conseguir la gestión democrática de la empresa por parte del conjunto de las/os trabajadoras/es de la misma, reclamación que sería justo realizar a un posible gobierno progresista más cercano a las reivindicaciones de la mayoría trabajadora.
Las/os comunistas del PTD apoyamos a la plantilla de Correos en su lucha por defender el puesto de trabajo así como el sector público y no retroceder más en sus derechos laborales y le animamos a participar activamente en las contiendas que puedan suponer un avance para la lucha de la clase obrera y del resto de capas populares. Del mismo modo, hacemos un llamamiento a las obreras y obreros más conscientes a organizar círculos de estudio y discusión que sirvan para aglutinarles en torno al pensamiento que expresa los intereses generales de la clase obrera (el socialismo) y desde los que aprender a ejercer la democracia económica y el control obrero de los centros de trabajo como preparación en el camino de sustituir el viejo sistema capitalista por una sociedad donde la propiedad sea social y la economía esté al servicio de las personas y no al revés.
¡CORREOS NO SE VENDE, CORREOS SE DEFIENDE!
¡QUE VIVA LA LUCHA DE LA CLASE OBRERA!