El sector del acero y la clase obrera (Parte I)

R. Salazar
R. Salazarhttps://lamayoria.online
Redactor en La Mayoría.

La industria pesada tiene una importancia fundamental en el desarrollo de las sociedades humanas modernas. El descubrimiento de nuevos y mejores materiales, obtenidos de materias primas arrancadas de las entrañas de La Tierra, ha permitido al ser humano alcanzar nuevos desarrollos tecnológicos y nuevas aplicaciones. Estos nuevos materiales obtenidos por su transformación en la industria pesada han dado lugar a nuevos productos que han satisfecho más y mejor las necesidades humanas. Y la burguesía ha utilizado la producción de estas novedosas mercancías para satisfacer sus crecientes necesidades de beneficios económicos en el marco del régimen capitalista.

El sector del acero forma parte de la industria pesada y ha sido sumamente importante para la evolución tecnológica y la modernización de los países. Se constituyó y se sigue constituyendo como un sector fundamental para el resto de las industrias. Los aceros producidos por esta industria pesada sirven como materias primas a otras industrias, que crean los productos finales que consume la gente o los bienes de equipo. Por ejemplo, los nuevos aceros producidos a lo largo de las últimas décadas, con innovadoras composiciones y propiedades, han servido para erigir nuevos y mejores edificios en el «boom inmobiliario». Los nuevos aceros que están desarrollando han permitido a la industria automotriz diseñar y fabricar coches tecnológicamente más avanzados. Y actualmente sigue siendo un pilar fundamental para la producción de bienes de consumo cuya tecnología debe permitir el progreso de la humanidad. Sin la industria del acero todas las demás no habrían existido o dejarían de existir en el nivel tecnológico pasado y actual.

Sin embargo, este sector vive convulso desde hace años, desde que estalló la enésima crisis económica del sistema capitalista: cierre de plantas productivas, funcionamiento a menor capacidad de la que la planta tiene instalada, ventas y compras de unas y otras plantas en diferentes países, despidos de trabajadores y trabajadoras, expedientes de regulación temporal de empleo, etc. La sobrecapacidad y la sobreproducción arrastran a este fundamental sector industrial. Y la patronal europea (más bien, indoeuropea) acusa a sus principales competidores, el acero chino, de ser el causante de la sobrecapacidad causada por todos los capitalistas del acero. El dominio del sector está en juego y deben poner «toda la carne en el asador» para doblegar a sus competidores y hacerse con el control de este mercado. Para ello, también pretenden movilizar a la gran masa de obreros del metal. La burguesía del acero trata de encandilar a los trabajadores del sector del acero con sus falacias y medias verdades para arrojarlos a la pelea como “carne de cañón”. La burguesía introduce sus ideas, su política y sus intereses en el seno de la clase obrera. Emplea todo tipo de medios; desde partidos como el PSOE o la compra de determinadas facciones sindicales, hasta el chantaje económico y el hipócrita chovinismo, repitiendo su demagógica y manipuladora cantinela. Todo ello para que las y los obreros sean quienes les consigan su preciado objetivo: el control del mercado del acero por encima de sus competidores. Así, la clase obrera adquiere un punto de vista de clase que les es ajeno; mientras tanto, ve recortados sus derechos laborales, sus salarios o, simplemente, son despedidos en pro de la competitividad y el beneficio capitalista.

Tal es el escenario sobre el que queremos arrojar luz con este folleto. Pero no una luz cualquiera, sino la que es propia a la clase obrera y a sus intereses de clase.

Sobrecapacidad y sobreproducción en el sector del acero: la anarquía productiva capitalista.

Porcentaje de sobreproducción de acero en la UE 2006-2015. Fuente World Steel Association.

El sector del acero afrontó el reto de proveer este material a la economía española, tanto en los desarrollos urbanísticos de principios de los 90 como en el de los años 2000. El sector inmobiliario y de las infraestructuras dinamizaba la economía, creaba enormes cantidades de empleos. El sector siderúrgico dependía en gran medida del sector de la construcción y de las infraestructuras públicas. Estos empleos, a su vez, daban lugar a otros empleos en otros muchos sectores para la producción de bienes de equipo, mercancías consumidas en la construcción y mercancías consumidas por los trabajadores. Estas burbujas especulativas inmobiliarias azuzaron al resto de sectores de bienes de consumo, como el automovilístico, los electrodomésticos, electrónico, etc.

Parecía no tener fin el crecimiento económico. Esto animaba aún más al consumo, animaba a la firma de créditos al consumo e hipotecarios, posponiéndose los pagos con la perspectiva de que la creación de empleo nunca tendría fin. Parecía crecer el poder adquisitivo con los aparentes salarios elevados, pero a la par crecían aún más los precios. La inflación crecía año sí y año también. Había una pérdida real del poder adquisitivo como consecuencia de la especulación. La clase obrera veía depreciado el valor de su fuerza de trabajo; si antes destinaba 15 años de trabajo para pagar una vivienda, ahora necesitaba 30 años con la misma o más proporción de salario. España se sumergió en una y otra burbuja especulativa en el sector de la construcción para salir de las crisis económicas previas; y como hemos podido comprobar, cada burbuja especulativa dio lugar a una crisis económica aún más profunda.

Por contra, la burguesía recogía resultados de beneficios cada vez más gruesos. Llenaban sus bolsillos “a espuertas” con la especulación, mientras que generaban esa falsa imagen de prosperidad basada en el consumo a crédito. Endeudaban a las familias trabajadoras y a las administraciones públicas. Toda la burguesía se beneficiaba, pero aún más lo hacía la gran burguesía y la oligarquía financiera. De este proceso especulativo surgieron como grandes corporaciones trasnacionales el BSCH y el BBVA. Igualmente sirvió como base para su expansión internacional a ACS, Ferrovial, Sacyr, etc.

No muy diferente fue a nivel europeo y mundial, donde la especulación empujaba hacia el crecimiento de la economía. El sector inmobiliario y de las infraestructuras también dinamizaba la economía estadounidense, china, brasileña, etc. Los juegos olímpicos de Londres, Pekín y Río de Janeiro, en plena crisis económica internacional, supusieron un campo gravitatorio de atracción para los productores industriales, incluidos los del acero.

El sector de la construcción y el de las infraestructuras públicas demandaban todo tipo de aceros. Igualmente el de la automoción, el de la maquinaria, electrodomésticos, etc. Aceros laminados, aceros corrugados, aceros corten, aceros inoxidables, aceros de altas prestaciones, fundición y todo tipo de aceros con diferentes composiciones y tratamientos. Clasificados todos ellos en productos largos y productos planos.

Todos los principales industriales del acero: Arcerlor y Mittal Steel, ThyssenKrupp, Tata Steel, Nippon Steel & Sumitomo Metal Corporation, Hyundai Steel Company, U.S. Steel Corporation, etc., se lanzaron individualmente a por esa demanda para engrosar su cuenta de beneficios y acaparar el mercado. Su fin era, es y será derrotar a sus competidores para no ser derrotados.

Cada uno, individualmente, pone en marcha su capital y sus capacidades productivas. Las incrementan introduciendo una mayor masa de capitales y, por tanto, de fuerzas productivas: nuevos y novedosos altos hornos, nuevos y novedosos trenes de laminación, nuevas y novedosas plantas de fabricación de productos de acero, novedosos sistema de organización del trabajo e incorpora a nuevos trabajadores y trabajadoras asalariados. Y, a su vez, con la rentabilidad como efecto llamada se produce un incremento de capitalistas en el sector, en forma de fabricantes o en forma de inversores. «El aumento del número de capitales hace aumentar la concurrencia entre los capitalistas. El mayor volumen de los capitales permite lanzar al campo de batalla industrial ejércitos obreros más potentes, con armas de guerra más gigantescas»1, así exponía K. Marx en el siglo XIX esta Ley del capitalismo.

La producción de acero bruto a nivel mundial pasó de 715,6 millones de toneladas (T) en 1980 a 1.547 millones de T en 2011 y hasta llegar a las 1.662 millones de T en 20142, tras una etapa de ralentización del crecimiento de este sector.

Pero no se trata de simplemente producir más para acaparar el mercado, sino de producir más barato. «Sólo vendiendo más barato pueden unos capitalistas desalojar a otros y conquistar sus capitales. Para poder vender más barato sin arruinarse, tienen que producir más barato; es decir, aumentar todo lo posible la fuerza productiva del trabajo. Y lo que sobretodo aumenta esta fuerza productiva es una mayor división del trabajo, la aplicación en mayor escala y el constante perfeccionamiento de la maquinaria«3.

De esta forma, inundaron el mercado con todo tipo de aceros para que, por ejemplo, las constructoras e inmobiliarias pudieran inundar el mercado con millones y millones de viviendas o las automovilísticas pudieran inundar el mercado con millones de coches. Toda la burguesía inundó el mercado con sus mercancías.

Llegó un momento en el que el mercado estaba completamente saturado. La cantidad de mercancías puestas en circulación por la industria superó con creces a la demanda existente, es decir, la capacidad de consumo. En palabras de F. Engels: … la capacidad extensiva e intensiva de expansión de los mercados, obedece, por su parte, a leyes muy distintas y que actúan de un modo mucho menos enérgico. La expansión de los mercados no puede desarrollarse al mismo ritmo que la de la producción. La colisión se hace inevitable, y como no puede dar ninguna solución mientras no haga saltar el propio modo de producción capitalista, esa colisión se hace periódica. La producción capitalista engendra un nuevo «círculo vicioso»»4. Las viviendas, los coches, los electrodomésticos, etc., se quedan sin compradores; el acero producido no encuentra salida para ser transformado, a su vez, en esos bienes de consumo. Toneladas de acero se quedan almacenados sin ver salida; de los 1.662 millones de T de acero bruto producidas en 2014 el consumo aparente de estas solo se situó en 1.500 millones de T5. Y todo ello a pesar de que los niveles de utilización de la capacidad productiva industrial en España, por ejemplo, se encuentran al 75% (habiendo llegado al 80% en 2006)6. Es decir, existe una sobrecapacidad dentro de la sobrecapacidad ya existente. 

Por tanto, la expansión de la producción por encima de la demanda genera una sobrecapacidad. Y esta, a su vez, genera una sobreproducción. Es la anarquía productiva del capitalismo. La crisis económica estalla.

Las mercancías se quedan almacenadas, produciéndose un incremento de su coste por el almacenaje y su pérdida de valor. 1,6 millones de viviendas en España7 aún se encuentran vacías, sin ser vendidas. Las ventas de coches cayeron sin freno en 2008 con su mayor caída histórica, un 28%, aumentando los vehículos almacenados; el sector se recupera tímidamente pero tras pasar un proceso de reducción de capacidades. El valor producido por la fuerza de trabajo de la clase obrera no se ve transformado en ganancia ni en la reposición del capital invertido, en forma de salarios y medios de producción8. Para poder dar salida a esas mercancías cada capitalista ha de bajar su precio, incluso por debajo de su valor. Y, además, ha de reducir su capacidad productiva para no seguir almacenando mercancías que no le permitirán o tardarán mucho tiempo en materializar esa reproducción ampliada del capital invertido.

¿Qué hizo en 2008 la burguesía, y sigue haciendo, para reducir la producción de mercancías?  En este punto del círculo vicioso comienza la destrucción de fuerzas productivas, millones de trabajadores y trabajadoras acabaron en el desempleo; cerraron plantas y todo tipo de fábricas y empresas o se pararon durante un determinado número de horas o de días al año; las máquinas quedaron paradas o rindieron por debajo de su capacidad; etc. Esto provocó, a su vez, la caída del poder adquisitivo y, por tanto, de la demanda. Más cierres, más despidos, etc. El desastre económico se generalizó y se sigue generalizando mundialmente y en todos los sectores. El régimen capitalista se colapsa. Se destruye aquello que ha sido levantado con la fuerza de trabajo de la clase obrera.

Así, en el sector siderúrgico español y europeo se produjo una fuerte caída de la demanda, un 27% desde 20079. Comienzan los cierres de varias plantas de producción, la reducción de la producción con respecto a su capacidad real y el despido de miles de trabajadores. ArcelorMittal cierra la planta de Villaverde en Madrid, una planta orientada principalmente al acero laminado para el hundido sector de la construcción en España. Igualmente cierra las plantas de Zumárraga y Sestao (esta última ha sido reabierta recientemente como planta de I+D+i). El grupo Ilva, perteneciente a la familia Marcegaglia, vio intervenida su planta en Tarento por el Estado italiano para salvarla de la quiebra -actualmente está inyectando 1.100 millones de € para sanearla-, desarrollar sus fuerzas productivas y venderla a alguna corporación del acero. Mientras tanto, sus capacidades han sido reducidas sustancialmente (sus 12.000 trabajadores sufren un ERTE y la planta tiene previsto reflotarse únicamente con 3 de sus 8 altos hornos). De esta forma, «los productores [de la UE] redujeron el número de días de producción, por lo que, en consecuencia, aumentó su capacidad no utilizada, manifestándose en la pérdida de 30 millones de toneladas desde el año 2007 (de los 26 Altos Hornos instalados, ocho se encuentran parados)«10.

La crisis económica del régimen capitalista ha generalizado la miseria y la pobreza entre las y los obreros. Los que no han perdido su empleo, han visto reducidos sus salarios y aún más su poder adquisitivo, viéndose obligados a hacer horas extras para mantener su nivel de vida. Los que han perdido sus empleos se han visto privados de ingresos o, en el mejor de los casos, han visto reducidos sus ingresos con unas prestaciones y subsidios por desempleo muy inferiores a sus salarios cuando trabajaban. Y los que han recuperado un empleo en otros sectores, en otras empresas, etc., lo han hecho con salarios inferiores y en peores condiciones laborales.

España. Producto interno bruto por cápita vs. Paridad de poder de compra 2006-2016. Fuente: tradingeconomics.com

Las crisis capitalistas se dan, irónicamente, por exceso de producción. Mientras que existe una enorme de cantidad mercancías paradas o destruidas, también existe una gran cantidad de familias obreras que no pueden consumirlas al disponer de unos salarios insuficientes o encontrarse desempleados. Generan auténticos dramas. Casas vacías en las que no pueden vivir familias que las necesitan; coches parados que no pueden ser utilizados por las familias para desplazarse a donde requieran; acero almacenado que no puede ser usado para producir muchos bienes de consumo que necesita la población trabajadora; etc.

A modo de conclusión, hemos visto que ni la propia burguesía es capaz de controlar las leyes del régimen capitalista, aquel que le beneficia y le proporciona un status de privilegio, por su posición social, con respecto al resto de la sociedad. Estas leyes les empujan a competir los unos contra los otros con el objetivo de sobrevivir como burgueses. El que no sobrevive cae en la ruina y pasa a las filas de la clase obrera. Para sobrevivir han de derrotar a sus contrincantes y absorber su cuota de mercado. Para poderlo hacer necesitan producir más barato. Por tanto, cada uno, de forma independiente, ha de poner en marcha, constantemente, unas fuerzas productivas mayores en cantidad y calidad, de tal modo que les permita producir más y abaratar costes. Dado que cada uno atiende la demanda del mercado de manera individual y con el objetivo de acapararla lo máximo posible, se produce una sobrecapacidad productiva y arroja una sobreproducción que estalla en forma de crisis cuando la demanda es incapaz de absorber tal magnitud de mercancías excedentes. En este momento comienza la destrucción de fuerzas productivas y las propias mercancías producidas. La burguesía y el propio capitalismo destruyen las capacidades que han erigido socialmente. Las crisis capitalistas no hacen más que mostrar que “el modo capitalista de producción revela, pues, su propia incapacidad para seguir rigiendo sus fuerzas productivas11. La miseria y la pobreza se generalizan en el seno de la clase obrera. Es la anarquía productiva del capitalismo. Es un problema del régimen social capitalista, y como tal ha de resolverse de raíz;  ha de resolverse cambiando el modo de producción actual por otro.

Continúa en El sector del acero y la clase obrera (Parte II)

Notas

  1. K. Marx. Trabajo asalariado y capital.
  2. CC.OO. Informe. La industria del acero en Europa y en España, páginas 17 y 18.
  3. K. Marx. Trabajo asalariado y capital.
  4. F. Engels. Del socialismo utópico al socialismo científico.
  5. CC.OO. Informe. La industria del acero en Europa y en España, página 19.
  6. CC.OO. Informe. La industria del acero en Europa y en España, página 13.
  7. http://www.elconfidencial.com/vivienda/2015-09-18/la-cifra-de-la-discordia-1-6-millones-de-casas-sin-vender-el-40-sin-salida-en-diez-anos_1022833/
  8. Los medios de producción no son ni más ni menos que la cristalización del trabajo ya aportada en el pasado. Es decir, el trabajo aportado por obreros y obreras en la extracción del mineral de hierro, en su transformación en productos planos y largos de acero elaborado, en su transformación en los diferentes componentes de máquinas, en su ensamblaje para fabricar esas máquinas, etc., que luego serán empleadas como medio de producción, por ejemplo, en la producción de un coche.
  9. CC.OO. Informe. La industria del acero en Europa y en España, página 3.
  10. CC.OO. Informe. La industria del acero en Europa y en España, página 3.
  11. F. Engels. Del socialismo utópico al socialismo científico.

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