La promesa de la izquierda belga

La crisis del centro político ha dado al Partido del Trabajo de Bélgica un nuevo impulso.

Traducción de la entrevista a Peter Mertens publicada el 2 de febrero de 2017  en Jacobin Magazine.

Aunque Bélgica y España son países con realidades e historias diferentes, el PTB es un ejemplo de como un partido comunista puede tener fuerte implantación social sin necesidad de sacrificar sus principios.

Las reflexiones de Mertens acerca de priorizar el trabajo extraparlamentario, la necesidad de aumentar los salarios y mejorar las condiciones laborales son relevantes. La propuesta de aunar fuerzas obreras y populares de la UE frente a la oligarquía europea, hace que esta lectura resulte de notable interés para quienes pretendemos transformar la sociedad actual.


Peter Mertens, Presidente del PTB
Peter Mertens, Presidente del PTB (en la foto a la izquierda). Foto: Roland Teirlinck

Por Peter Mertens

El Partido del Trabajo de Bélgica ha visto sorprendentes mejoras en los últimos meses. Por mucho tiempo marginado electoralmente como organización marxista marginal, el PTB es ahora el tercer partido político más grande en la región francófona de Valonia, con encuestas que le dan al partido el 18% del apoyo electoral en la región, además del 10% en Bruselas, la capital de Bélgica.

Con las elecciones federales de 2019 aproximándose, el PTB aspira a convertir estos resultados en una presencia perdurable en la política belga.

Fundado en 1979, el PTB entró en el parlamento federal por primera vez en 2014 con dos diputados y ha estado trabajando desde la oposición a la coalición de derechas actualmente en el poder en Bélgica.

Peter Mertens, presidente del partido, se sentó con Mario Cuenda García, bloguero y estudiante PPE1 en la Universidad de Warwick, y Tommaso Segantini, periodista freelance independiente que ha escrito para New Arab, openDemocracy y Telesur, para discutir, entre otros temas, las perspectivas del PTB en Bélgica, su posición en Europa y el asunto CETA de los últimos meses.

Mertens enfatiza en la necesidad de crear un bloque contra-hegemónico frente a la extrema derecha a través de una “presencia en el terreno” constante y un “fuerte discurso anti-establishment”, así como la creación de una alianza transnacional de las fuerzas de izquierda radical en Europa para ofrecer una alternativa tanto a las actuales políticas de la Unión Europea como al ascenso de las fuerzas nacionalistas.


¿Qué ha influido en tu evolución como militante político?

Di mi primer paso como activista político en campañas antifascistas en los 80. En aquellos años, el Vlaams Blok, un partido secesionista de extrema derecha bien organizado, estaba ganando terreno en el norte de Bélgica. Mucha gente que estaba enfadada y desilusionada con los partidos políticos tradicionales gravitaba hacia la derecha. Ante estos acontecimientos, hubo un extenso movimiento antifascista y antirracista, en el cual empecé mi militancia política. Fue solo en 1991, durante las manifestaciones contra la Primera Guerra del Golfo, cuando di con el Partido del Trabajo de Bélgica, al que me uní poco después.

Respecto a los autores y personalidades que han influido en mí, había tenido la oportunidad, durante mis años en la universidad de Amberes, de tener tres profesores marxistas de filosofía, economía e historia. Por ejemplo, mi asignatura de economía se centró en El Capital de Karl Marx, y es durante ese periodo cuando me interesé por la economía política de Marx. ¡Hoy en día, estudiar a Karl Marx con tanta profundidad en la universidad parece completamente imposible!

El PTB entró en el parlamento federal de Bélgica por primera vez en 2014 con dos diputados de un total de 150. Desde entonces, ha trabajado desde la oposición, y está creciendo bastante en las encuestas, especialmente en la región de Valonia. ¿Cuál es tu evaluación de los dos primeros años del PTB en el parlamento federal, y cuáles son tus expectativas de cara al futuro?

El PTB no tiene historia parlamentaria. Durante los últimos dos años hemos constatado que no es en el parlamento donde se elaboran las decisiones más importantes. Más bien, parece que son mucho más importantes al respecto las reuniones informales con lobistas en restaurantes de los alrededores.

Gracias a nuestra entrada en el parlamento en 2014 nuestro partido ha accedido a una suma de dinero público disponible para partidos políticos, aún cuando otros partidos tratan de hacer más complicado nuestro acceso a esos fondos. El PTB es el único partido en Bélgica que está mayoritariamente financiado por sus afiliados: 3/4 de nuestra financiación viene de ellos. Para nosotros es muy importante porque nos mantiene independientes de los poderosos grupos de presión y las multinacionales.

Por supuesto, no tenemos muchos recursos financieros. El funcionamiento de nuestro partido se apoya, en gran medida, en el trabajo de voluntarios. Queremos mantener nuestra identidad marxista, pero aun así es importante que profesionalicemos el partido y modernicemos nuestro enfoque.

Aparte de estas cuestiones, creo que está reconocido que el PTB hace un buen trabajo. Incluso los medios de derechas escriben que siempre estamos presentes y activos y que somos una fuerza efectiva de oposición.

Respecto a nuestro enfoque de trabajo en el parlamento, nuestro lema es “calle-parlamento-calle”. Para nosotros, el parlamento no es un fin en sí mismo. No es la fase final de nuestra lucha política. Es extremadamente importante para nosotros que nuestras secciones locales sobre el terreno, en municipios y en el interior de las empresas, prioricen sus problemas y propuestas de modo que podamos traer su voz a las instituciones políticas.

También tenemos nuestro propio centro de investigación, que coordina nuestra investigación en varios ámbitos. Combinamos, por tanto, una presencia sobre el terreno con una investigación académica profunda para hacer propuestas a través de las instituciones. Si nuestras propuestas son rechazadas, empezamos de nuevo desde las calles y la gente.

En términos generales, nos oponemos a la visión “parlamentarista” de la política según la cual todo el trabajo y el movimiento social depende de lo que pase dentro del parlamento. Para nosotros, las iniciativas extraparlamentario y el trabajo sobre el terreno sigue siendo la prioridad y el grueso de nuestra lucha.

El sistema político y el marco institucional de Bélgica es muy peculiar. El país se caracteriza por un sistema federal muy fragmentado, en el que los partidos políticos tienen que negociar y formar coaliciones continuamente para gobernar o conseguir que sus medidas se aprueben. En este contesto, ¿qué puede hacer un partido de izquierda radical como el PTB para avanzar e implementar sus propuestas?

Hay dos partes en esta pregunta.

Primero, sobre el sistema político belga: el PTB es el único partido nacional en el país, lo que es absurdo. En Suiza, Alemania y otros países con un sistema federal los partidos políticos están organizados a nivel nacional. En Bélgica, los partidos están atados a su región geográfica o lingüística, mientras que el gobierno es federal por naturaleza; este sistema complica realmente el funcionamiento de las instituciones políticas del país.

La posición del PTB es que es necesario re-federalizar, es decir volver a poner bajo control federal, muchos ámbitos de la política. Eso tiene mucho más sentido. Un ejemplo es la cuestión medioambiental. Para nosotros, ésta y otras cuestiones deberían ser tratados a nivel federal. Somos el único partido en el país que mantiene esta posición.

La segunda parte de la pregunta es sobre hasta qué punto el PTB podría potencialmente ser parte del gobierno en el futuro. Nuestra posición es que en el contexto de hoy en día, no tenemos las condiciones necesarias para gobernar. Déjame que explique por qué. La cuestión crucial para nosotros es que, si gobernáramos, necesitamos condiciones políticas para romper con la política europea actual. Si el necesario equilibrio de fuerzas en Europa no está ahí, si no tenemos compañeros sólidos y determinados que se opongan radicalmente a la austeridad europea, creo que seríamos aplastados por las instituciones europeas.

No nos oponemos a la participación en el poder y la toma de decisiones como una cuestión de principios. A nivel local somos parte de coaliciones gobernantes, pero si somos gobierno a nivel federal, queremos tener el panel completo de instrumentos y opciones disponibles. Si las decisiones más importantes son tomadas, como ocurre hoy en día, por la Comisión Europea y la “lobbycracia” europea, nuestro rango de acción sería muy limitado.

El caso de Grecia puede ser una lección útil. Se libró una guerra económica total contra Alexis Tsipras y Syriza. Las instituciones europeas incluso cortaron los suministros monetarios al país. Respeto a Tsipras, y entiendo que la situación en Grecia era muy difícil. Sin embargo, también creo que la capitulación de Syriza, que está actualmente implementando un tercer memorando impuesto por la troika, ha sido un gran golpe para la izquierda en Europa.

Es también una cuestión de responsabilidad. Si la izquierda accede al poder y aplica políticas neoliberales, allanaría el camino para la extrema derecha. Esto es exactamente lo que ocurrió en Francia. Françóis Hollande y sus políticas son los principales causantes del ascenso del Frente Nacional.

Los despidos masivos de trabajadores ocurridos en Caterpillar Inc. en septiembre, con el cierre de un emplazamiento de construcción en Gosselies en el sur de Bélgica, provocó indignación. ¿Qué posición crees que el Estado debería adoptar respecto a las corporaciones multinacionales?

Desde el comienzo de la crisis en 2008, seguimos oyendo que, para ser más competitivos y atraer más inversión extranjera, los Estados deberían recortar los impuestos corporativos, disminuir el gasto en seguridad social, bajar salarios, etc. Estados Unidos y Europa especialmente han implementado estas políticas, y ha sido un desastre.

En los cuatro años que siguieron al estallido de la crisis, ha habido un descenso de 354 mil millones de euros en inversiones privadas en la Unión Europea. En lugar de invertirse en crear empleos, el capital acumulado por las corporaciones ha sido usado generalmente en dos sentidos. Primero, para fusiones y adquisiciones de otras compañías, lo que significa que las corporaciones se vuelven más y más grandes, creando finalmente monopolios de facto.

Segundo, las corporaciones multinacionales especulan en el sector financiero, creando burbujas financieras muy peligrosas, o colocando su dinero en paraísos fiscales. Así que al final el capital que ha sido transferido desde la clase obrera hacia el gran capital desde 2008 no ha sido reinvertido en la economía real, sino acumulado por una porción muy pequeña de la población.

Para el PTB, la cuestión no debería reducirse a las inversiones privadas. En Bélgica y en Europa tenemos que aumentar los salarios y el poder de negociación de los sindicatos para revitalizar la economía. Los salarios se han estancado o han disminuido desde el comienzo de la crisis. Obviamente, hay un impacto negativo en la economía cuando la gente consume menos.

En términos de gasto público, es necesario romper el Parto Europeo de Estabilidad y Crecimiento y permitir a los Estados realizar inversiones ambiciosas y serias. Éste no es el caso de Europa hoy en día. Europa necesita un plan industrial a largo plazo, una especie de Plan Marshall, para transitar hacia un sistema económico más ecológico y justo.

Las negociaciones en torno al TTIP parecen haber llegado a su fin, gracias a la movilización popular a lo largo de Europa. En octubre, el parlamento de la región francófona de Bélgica, Valonia, vetó la aprobación del CETA, el tratado de libre comercio con Canadá. Sorprendentemente, el Partido Socialista belga (PS), a diferencia de otras fuerzas de centro-izquierda en Europa, inicialmente se opuso al tratado. Al final, sin embargo, se alcanzó un acuerdo, el PS dio su aprobación y el tratado se aprobó. ¿Cuál es tu análisis de la evolución esbozada más arriba en torno al CETA?

Entre 2009 y 2014, las negociaciones en torno al CETA tuvieron lugar en secreto, de una manera antidemocrática, muy influidas por grupos de presión que trabajaban en nombre de las corporaciones multinacionales y el sector financiero. En septiembre de 2014, bajo presión popular, seiscientas páginas del tratado se hicieron públicas; pero ningún gobierno en Europa abrió una discusión sobre el tratado. Los parlamentos europeos renunciaron a su tarea básica y esencial, que es abrir un debate democrático. La única excepción fue Valonia. El parlamento de Valonia simplemente siguió el procedimiento básico de funcionamiento de la democracia representativa y discutió el tratado.

Se crearon comisiones de expertos sobre diferentes aspectos del tratado. Mi impresión es que el PS al principio quería firmar el tratado. Sin embargo, como abrieron las puertas a la democracia, todas las valoraciones de los expertos y la gente preocupada directamente por el tratado (agricultores, trabajadores industriales, etc.), fueron negativos. Esta gente hizo oír su voz y el PS, llegados a ese punto, no podía ignorarla. Este factor democrático jugó un papel muy importante en el rechazo inicial al CETA por el gobierno valón. La presión del PTB ciertamente jugó también su papel.

No podemos decir que no se haya conseguido nada, aun cuando el tratado se ha firmado. Este debate en torno al CETA en las últimas semanas planteó cuestiones fundamentales respecto a la democracia, la transparencia sobre este tipo de acuerdos comerciales y sus implicaciones políticas. Éstas son, en mi opinión, las cuestiones esenciales sobre las que concienciar y educar a la gente. Aun cuando el tratado se ratificará, hay aspectos positivos con los que quedarse. Que se iniciara un debate público puede considerarse positivo.

En cuanto al contenido del tratado, para ser claros, nada ha cambiado. Ha habido vagas promesas, tal vez algunos pequeños avances, pero el corazón del tratado permanece inalterado, es decir, que las corporaciones dominarán y establecerán las normas.

La campaña del referéndum en el Reino Unido ilustró la dificultad de la izquierda radical a la hora de proponer soluciones al estado actual de la Unión Europea. Por un lado, los partidos euroescépticos de extrema derecha, a través de calumnias xenófobas y ultranacionalistas, esencialmente quieren reventarla y destruirla; por otro lado, los partidos liberales y socialdemócratas defienden radicalmente el statu quo. ¿Cuál es la posición del PTB respecto a la Unión Europea? ¿Es posible, en tu opinión, alterar el equilibrio de poder en Europa y presionar hacia una reforma radical?

En 2011 escribí un libro titulado Comment osent-t-ils? (¿Cómo se atreven?). Fue un gran éxito aquí en Bélgica. En el libro contemplaba tres opciones respecto al futuro de Europa. El primer escenario era una Europa más dictatorial, con más políticas similares al Partido de Estabilidad o el Six-Pack determinados por Berlín y Frankfurt. El segundo escenario era un peligroso ascenso de las fuerzas nacionalistas, que haría implosionar a Europa.

La izquierda no debe caer en ninguna de esas dos trampas. Como marxista, y viniendo de una tradición auténtica de izquierdas, creo que tenemos que intentar cambiar radicalmente Europa desde dentro. No debemos dinamitar la idea de Europa por completo, sino, como un ingeniero que trabaja en la construcción de un puente, dinamitar las columnas malas.

Defender una posición de salida de la Unión Europea en Bélgica, el corazón de Europa, no va a elevar mucho la conciencia del público, pienso yo. La situación es obviamente diferente en países de la periferia del continente y entiendo que para ellos la posibilidad de salir de la eurozona puede ser un tema de debate.

Tenemos que cambiar Europa en sus mismos principios; hacer reformas pequeñas o simbólicas no es suficiente. Un cambio radical implica considerar los papeles del BCE y de la Comisión, eliminar el Pacto de Estabilidad y hacer otras muchas cosas. Necesitamos una Europa construida sobre la solidaridad entre los países europeos.

¿La izquierda europea debería elaborar una estrategia unitaria y coordinada a nivel europeo para avanzar en una visión común y en propuestas concretas? ¿El futuro pasa por un movimiento pan-europeo que pueda presionar por reformas radicales en los diferentes países?

Sí, creo que debemos llegar a un punto semejante en el futuro. En el Parlamento Europeo, ya está la Izquierda Unida Europea-Grupo de Izquierda Verde Nórdica (GUE/NGL), que está compuesto por diferentes partidos de izquierdas en Europa. Ahora tenemos un colaborador parlamentario que colabora con el GUE/NGL en el Parlamento Europeo, aun cuando no tenemos eurodiputados todavía. Además, algún tipo de intercambio existe ya a este nivel.

Están teniendo lugar discusiones en el seno de la izquierda en Europa respecto a qué estrategias adoptar de cara a producir un cambio. Personalmente, creo que vivimos en un periodo intermedio de cambio. Esto significa que en los próximos años habrá otros intentos honestos, pero más bien limitados, de cambio, como hizo Tsipras, que serán aplastados, en mi opinión. Por ejemplo, apoyamos a Jeremy Corbyn en el Reino Unido, porque ha traído un soplo de aire fresco al Partido Laborista, pero su rango de acción permanece bastante constreñido por su propio partido y el sistema político británico.

Ésas son el tipo de experiencias intermedias que todavía necesitamos en Europa para poder definir una estrategia propia. Pero en general, respecto a tu pregunta, estoy de acuerdo en que necesitamos mayor coordinación. La izquierda europea tiene que trabajar unida, aprender de las experiencias pasadas negativas y avanzar.

Ha habido manifestaciones, pero la sociedad belga se parece relativamente apática y pasiva hacia las políticas neoliberales y regresivas. ¿Qué debe hacer la izquierda en Bélgica para movilizar a la gente, siguiendo los ejemplos de los últimos años en países como España, Grecia o Portugal? ¿Puede crearse un movimiento progresista capaz de cambiar el actual equilibrio de poder en el país?

Discrepo con tu análisis. El actual gobierno de derechas, compuesto por partidos liberales, nacionalistas flamencos y demócratas cristianos, se formó en 2014. Estos partidos se enorgullecen de llamarse a sí mismos “thatcheristas”; en realidad, están muy orgullosos de aplicar, como alumnos aventajados de Europa, todas las medidas thatcherianas desastrosas.

En el otoño de 2014, en respuesta al gobierno, Bélgica presenció, proporcionalmente, las mayores movilizaciones en Europa. Primero, hubo una manifestación de más de 120.000 sindicalistas en noviembre de 2014, seguida por tres huelgas generales en todas las provincias del país. Entonces, el 15 de diciembre del mismo año, hubo una gran huelga general a nivel nacional, una de las mayores huelgas generales en los últimos años. Finalmente, en 2016, hubo dos manifestaciones de más de sesenta mil personas. Si observas estos números, considerando que la población es de en torno a once millones de personas, es impresionante.

Pero reconozco que también hay problemas. Los sindicatos tienen bastante éxito atrayendo y movilizando a la gente, pero demasiado a menudo no obtienen resultados. La carencia de resultados concretos está promoviendo el desánimo y el derrotismo. Más aun, tras los atentados yihadistas en París y Bruselas, el gobierno belga aprovechó la sensación generalizada de miedo entre la población para aplacar la situación. Como resultado, la seguridad se volvió la principal cuestión y que domina los debates políticos, con las cuestiones socioeconómicas, que ocupaban una posición central hasta 2014, marginadas.

No obstante, los esfuerzos exitosos de movilización de los sindicatos han mostrado que el cambio es posible en Bélgica. Con el PTB, estamos trabajando por un plan estratégico para la primavera de 2017, notablemente con la creación de un movimiento ciudadano amplio que pueda llevar a la gente más allá de los círculos de la militancia sindical.

¿Qué futuro prevés para los sindicatos en Bélgica y qué estrategias pueden adoptar para recuperar credibilidad como actores sociales y demostrar su capacidad para organizar y movilizar a la gente?

Hace seis meses la Universidad de Lovaina hizo un estudio importante sobre la percepción acerca de los sindicatos en Bélgica. Según el estudio, dos de cada tres belgas estaban a favor de un papel activo de los sindicatos. Me sorprendió porque el estudio fue realizado durante la huelga de los trabajadores ferroviarios, cuando los ataques contra los sindicatos, así como la cobertura mediática negativa contra ellos eran fuertes. Parece que, aun cuando se ha machacado mucho con los sindicatos, la mayoría de la gente todavía los apoya porque reconoce que los sindicatos tienen una función importante y que sin ellos la gente estaría sola, desprotegida y vulnerable.

Pero es cierto que puede haber problemas con la estrategia sindical. Una huelga puede ser un arma poderosa, pero no todas las huelgas producen resultados positivos. Si, por ejemplo, aquí en Bélgica, sólo parte del país va a la huelga, entonces la huelga puede ser instrumentalizada por las fuerzas separatistas. Estos harán de ella una cuestión nacionalista, antes que una cuestión de lucha de clases.

La fuerza de las protestas y el movimiento de 2014 resude en su unidad en cuatro diferentes niveles. Hubo unidad entre el norte y el sur del país, entre Valonia y Flandes; y unidad entre las dos principales centrales sindicales, la socialdemócrata y la demócrata cristiana; unidad entre el sector privado y el público; y finalmente unidad entre los sindicatos y movimientos ciudadanos más amplios.

Tenemos que trabajar en pos de conseguir estas condiciones óptimas. Con el PTB, estamos intentando crear esta unidad a diferentes niveles. Apoyamos, por ejemplo, una especie de movimiento amplio de inspiracion gramsciana llamado “Hart boven Harrd / Tout Autre Chose”, cuyo objetivo es construir un movimiento progresista alrededor de los sindicatos, pero en el que varias organizaciones ciudadanas estén también representadas, de cara a conseguir el mayor potencial de movilización.

Los partidos de extrema derecha están en auge en Europa e incluso aquí en Bélgica ellos están creciendo en las encuestas. Estos partidos a menudo parecen monopolizar el discurso acerca de temas como la seguridad, la inmigración o los asuntos exteriores, presionando el tablero político hacia la derecha. ¿Cómo contrarrestar esta hegemonía cultural de derechas?

Construyendo nuestra propia hegemonía.

En 1991 el Vlaams Blok ganó el 33% del voto en Amberes. Nuestra estrategia con el frente antifascista por entonces fue movilizar constantemente contra el Vlaams Blok. Gracias a nuestras iniciativas, se instaló un cordón sanitario contra ellos en muchos espacios públicos, como las universidades. Conseguimos resultados, pero no derrotamos al racismo. Algunos años después nos preguntábamos “¿dónde está nuestra hegemonía?”. No se encontraba por ningún lado porque perdimos a los votantes socialdemócratas, que se movieron hacia la extrema derecha.

Hoy en día los votantes están disgustados con las élites dominantes que gobiernan Europa y son fácilmente atraídos por fuerzas políticas que usan a los grupos más marginados de la sociedad, como los refugiados y los inmigrantes, a modo de chivos expiatorios.

En la izquierda no solo hemos rechazado firmemente este tipo de discurso, sino que es crucial que avancemos en nuestro propio discurso y lo apoyemos con hechos. Un fuerte discurso anti-establisment es necesario desde la izquierda. Tenemos que ser más ambiciosos y explicar a la gente que el verdadero enemigo está por encima de ellos, no por debajo. Por supuesto, es difícil hacer entender este mensaje porque el inmigrante es visible, mientras que los capitalistas están ocultos en Panamá o en oficinas que no están a la vista. Su trabajo es ser invisibles.

La gente está de acuerdo en que la acumulación de capital por parte del uno por cierto más rico es injusta, esa especulación financiera de los bancos continúa y enriquece a una élite minúscula, mientras las condiciones de vida de la gran mayoría se deterioran o no mejoran. La gente entiende que el sistema actual no funciona. Creo que esta conciencia existe, pero a menudo se expresa de una forma poco clara o contradictoria. Es nuestro trabajo elevar la conciencia y redirigir la ira de la gente en la dirección correcta. De lo contrario, será gente como Marine Le Pen quien explote el sufrimiento de la gente.

Por último, en la izquierda, también tenemos que dar ejemplo. Todos los líderes representativos de nuestro partido viven con 1600 o 1900 al mes. Hemos establecido un programa llamado “médicos para el pueblo” que consiste en once pequeños centros médicos donde nuestros médicos atienden gratis a pacientes en barrios desfavorecidos. Gracias a este tipo de iniciativas, gente que potencialmente podría ser atraída por la extrema derecha ve que el PTB no sólo parlotea, sino que también se compromete en acciones concretas.

Estamos en proceso de construir nuestra propia fuerza, nuestra propia originalidad, y por tanto nuestra propia hegemonía. Una de las razones por las que el PTB está creciendo en las encuestas en Valonia es porque creo que estamos, lento pero seguro, construyendo nuestra hegemonía cultural y la gente es atraída por ello. Somos un partido auténtico y dinámica y que da esperanza a la gente.

Notas

  1. Filosofía y ciencias políticas y económicas, por sus siglas en inglés (Philosophy, Politics and Economics).

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