El sector del acero y la clase obrera (Parte IV)

No se trata de que defendamos a unas o a otras trasnacionales capitalistas, con base en unos Estados u otros. Se trata de descubrir lo que hay tras de todas estas tensiones comerciales; detrás de las declaraciones, de las acusaciones y de esta “guerra comercial”.

R. Salazar
R. Salazarhttps://lamayoria.online
Redactor en La Mayoría.

¿Por qué los barones del acero indoeuropeos trasladan el problema a China y no a su sistema capitalista?

La lógica del régimen capitalista establece que todo propietario de una empresa, grupo de empresas, gran corporación o inversor financiero, debe explotar lo máximo posible la fuerza de trabajo de la clase obrera. Mediante esta podrá maximizar lo máximo posible sus beneficios. Y con ello puede tener más posibilidades de salir victorioso en la competencia a la que somete el régimen capitalista. Esto implica, o bien la derrota de sus oponentes capitalistas, o bien la suya propia. Su victoria genera una mayor acumulación de capitales y, por tanto, de riquezas. Y, por el contrario, genera una tendencia a la extensión de la pobreza y de la explotación entre la clase obrera, la creadora de estas riquezas sociales. No hay otra lógica, todo lo demás son engaños para hacer que las y los obreros adquieran el punto de vista de estos capitalistas. Así la clase obrera defendería unos intereses que le son ajenos.

Es necesario apartar el “tupido velo” que interponen para ocultar estos hechos. Este «tupido velo» se presenta bajo numerosas formas: falacias, manipulaciones y deformaciones de la realidad, medias verdades que ocultan el verdadero carácter, hipocresía, interpretaciones desde la ideología burguesa en sus diferentes manifestaciones, etc.

La burguesía presenta la falacia de que el Estado es neutral, de que es el Estado de todo el Pueblo y sus gobiernos son de y para todos y todas. Mientras que estas palabras calan en el seno de la clase obrera, esos gobiernos “neutrales” no dudan en emprender todo tipo de reformas económicas, sociales y políticas contra la clase obrera y sus intereses. Las sucesivas reformas laborales han arrojado una mayor capacidad de flexibilización de la producción y una mayor rentabilidad de los capitales invertidos; mientras tanto, ha causado una reducción del nivel salarial, una enorme pérdida de poder adquisitivo y una precarización del empleo para la clase obrera, lo cual ha redundado en el crecimiento de la miseria en su seno. Los sucesivos gobiernos del PP y del PSOE son los que han emprendido estas numerosas reformas mediante leyes y todo tipo de medidas1.

Por tanto, Estado y gobierno protegen los intereses de la burguesía frente al resto de las clases sociales en España y en la UE.

En esta línea, la Comisión Europea presentó hace dos años el Plan de Inversiones para Europa (conocido popularmente como Plan Juncker), en el que algunas capas de los sindicatos tienen puestas las esperanzas, por el que la UE pretende canalizar, catalizar e incrementar las inversiones privadas. Este plan tiene un doble filo, siendo muy cortante uno de ellos para la clase obrera. Este plan contempla proteger, con una garantía adicional, el alto riesgo de inversiones del Banco Europeo de Inversiones. Estas inversiones, dirigidas hacia las infraestructuras, energía, investigación e innovación…, abarcan sectores en los que existe una elevada incertidumbre sobre la rentabilidad de sus proyectos. Para catalizar la inversión privada hacia esos sectores es necesario proporcionarles seguridad a futuro. Y esa seguridad se resume en rentabilidad en las inversiones de los capitales privados.

La UE, como proyecto imperialista, requiere crear el marco para el desarrollo de sus grandes corporaciones trasnacionales, con el fin de dominar el mercado. Estas necesitan acumular capitales y desarrollar sus fuerzas productivas, innovando en nuevos productos y nuevos medios de producción. Son los Estados europeos, en cooperación, los que se ofrecen a apoyar a sus respectivas burguesías para competir contra otros países ofreciendo 21.000 millones de €. Es la UE, con el dinero público de todos los Estados que la conforman, la que afronta el riesgo de fracaso de esos proyectos en su arranque, con la pérdida de capitales que conlleva, para que luego la burguesía, con sus capitales privados, sea la que entre en los proyectos que han resultado fructíferos y, por tanto, son rentables. Pone a disposición de la burguesía europea el dinero público para su provecho privado. Por tanto ¿qué significa? Significa que el Estado y sus sucesivos gobiernos tienen un carácter de clase, burgués; defiende los intereses de la burguesía europea, especialmente de las grandes burguesías, y pone en marcha toda su maquinaria para defenderlo.

El sector del acero europeo históricamente se ha beneficiado del apoyo de las instituciones europeas y de las respectivas instituciones nacionales que conforman la actual UE. Es una forma de subvencionar los sectores estratégicos que permiten a las trasnacionales incrementar su competitividad internacional, protegiendo así sus beneficios. El tratado CECA también aportó en la dirección de la subvención para el desarrollo y modernización del sector del acero y del carbón europeo.

No son ni han sido los únicos sectores subvencionados por la UE para mejorar su competitividad en el objetivo de controlar el mercado internacional. Las subvenciones al sector aeronáutico, concretamente a Airbus, provocó un truculento “culebrón” en la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2004, donde EE.UU. denunció estas subvenciones, defendiendo así las exigencias de su gran corporación aeronáutica: Boeing. Como respuesta, la UE denunció, a su vez, las subvenciones que recibía Boeing de EE.UU. Ambas subvenciones fueron declaradas como ilegales por la OMC, en una decisión salomónica ante el envite de dos potencias económicas. Esto contrasta con las críticas realizadas desde la UE y EE.UU. contra el acero chino, acusado de estar subvencionado por el Estado y de competencia desleal en el mercado capitalista.

Así, parece que ha cobrado un importante interés un mercado como el chino, cuya producción es de 803 millones de toneladas de acero bruto (más de la mitad de la producción mundial). ¿Podemos imaginarnos los incalculables beneficios que reportaría a la burguesía europea e india, entre otras, la explotación de este mercado? Los señores Mittal y demás sí lo saben, y lo ansían controlar porque, además, eliminan a unos fuertes competidores y les abre las puertas al control del mercado internacional que tiene abierto China. 

ArcelorMittal, ThyssenKrupp y Tata Steel no esconden sus intenciones de formar un gigantesco cártel del acero en Europa para competir con las acereras asiáticas (Japón, China y Corea del Sur, principalmente). Este cártel de capital indo-europeo busca, con la concentración de capitales en este nuevo inmenso grupo productor de acero y en la innovación para la aplicación de novedosos aceros, una estrategia que lleve a la derrota a las grandes productoras chinas. ArcelorMittal ya ha dado el primer paso en este sentido con la apertura de una planta en China, para la producción de 1,5 millones de toneladas de acero con alto valor añadido destinado la industria automovilística que produce en China (lo cual ha suscitado las acusaciones de hipocresía por parte de los sindicatos contra la dirección de la empresa).

El mercado chino, así como el de numerosos países (India, Corea del Sur, Brasil, etc.) que se han incorporado al capitalismo tardíamente, han supuesto un desafío para el imperialismo europeo y estadounidense. Han supuesto la pérdida de su posición dominante y la incorporación de nuevos competidores, de nuevas masas de capitales. La modernización de estos países, con la extendida construcción de todo tipo de infraestructuras y la mejora del acceso a bienes de consumo, dinamizó el sector del acero, tanto internamente en estos países y para sus fabricantes como para las grandes corporaciones internacionales del acero.

La incorporación al sector del acero internacional se realiza como en el mercado nacional, en base a la anarquía productiva capitalista. Estas pujantes economías van desarrollando sus capacidades productivas para afrontar los importantes retos de su mercado interno, como es el caso de China. Se van convirtiendo de países con necesidades de importación de acero a países con autosuficiencia productiva e, incluso, con capacidad de exportación del excedente producido.  En el caso particular de China, inmersa en un tipo de producción no planificada ni centralizada sino sometida al libre mercado, emprende un crecimiento exponencial de la capacidad instalada para la producción de acero con el fin de atender la demanda procedente de las infraestructuras para los juegos olímpicos de Pekín. Se incorporan a aportar su “grano de arena” en la sobreproducción del sistema capitalista, a la fuerte crisis económica internacional que arrastra desde el año 2007.

A igual que todas las economías, China reduce su producción, a pesar de las denuncias que proceden desde la UE. La producción se encuentra actualmente al 67% de las capacidades productivas (ligeramente por debajo del 68,40% en el que se encuentra la media mundial) y sigue reduciéndola a razón de 100-150 millones de toneladas al año, según el Consejo de Estado Chino2. Esta destrucción de fuerzas productivas se lleva a cabo de forma muy diferente a como lo hacen los países “occidentales”. Mientras que los países europeos o Estados Unidos lo hacen incrementando las colas del desempleo y con empleos peormente remunerados, desatando una crisis económica mayor, cuya magnitud destructiva no se veía desde hace muchas décadas; en China se hace bajo el soporte del Estado con un fondo de reestructuración industrial: para indemnizar a las y los trabajadores despedidos y para la modernización tecnológica de la producción, activando y dinamizando nuevos sectores económicos que absorban el desempleo.

El imperialismo europeo y estadounidense sigue teniendo sus miradas puestas en el mercado chino y no solo en el sector del acero. “China seguirá siendo el mayor productor de acero del mundo, porque existen nuevos motores económicos promocionados por el estado que seguirán necesitando acero. La mitad de la población china vive en el campo y en los próximos 5 años tiene planificado construir 10 megaciudades de varios millones de habitantes. En los próximos años el país pretende construir 10.000 km de vías férreas de alta velocidad para conectar el interior y la costa del país. E igualmente ha planificado instalar en los próximos 15 años una capacidad de generación de energías renovables equivalente al total de lo que consumen los EEUU en todo un año”3. Es un suculento pastel al que todas las trasnacionales europeas y estadounidenses quieren hincar el diente, como una importante base para proseguir con su acumulación y exportación de capitales en la carrera de la competencia salvaje capitalista.

Y, para asaltarlo, el imperialismo europeo y estadounidense ha emprendido acciones defensivas de sus mercados con la implantación de los aranceles en la UE y EE.UU. frente al acero chino. Y, asimismo, están incrementando las capacidades de producción. Por ejemplo, en Europa ArcelorMittal está invirtiendo en ligeras mejoras de las fuerzas productivas y recuperando capacidades productivas4, con el fin de relanzar el peso de las grandes corporaciones europeas – más bien indoeuropeas5– sobre las restantes, al igual que las estadounidenses. Es decir, mientras China está reduciendo sus capacidades productivas y el uso de las mismas para reducir su aportación a la sobreproducción mundial, las corporaciones indoeuropeas y las estadounidenses están elevando su producción y proyectan aumentar sus capacidades. Es hipocresía en el mismo grado que su crítica al acero chino, pues mientras tanto abren fábricas en este país asiático.

No cabe duda de que en un mercado de consumo europeo en dificultades, en el grado de que la producción española ha de buscar mercados en América para dar salida al carril producido en Gijón6 por la falta de inversión en infraestructuras, el incremento de la producción de las corporaciones indoeuropeas va a agravar la sobreproducción. En su afán por el máximo beneficio, por su enriquecimiento y por el control del mercado, empujan a todos los países a una nueva crisis económica de sobreproducción, más profunda y más lesiva para los trabajadores y trabajadoras del sector y en general.

La clase obrera, en general, y los asalariados del sector del acero, en particular, han visto perder poder adquisitivo en las últimas décadas. Las y los obreros del acero aún mantienen un cierto nivel económico a costa de alargar su jornada laboral. Porque en el fondo está la rentabilidad y el enriquecimiento de los capitalistas, que harán descender el poder adquisitivo y el propio salario. Tras cada terremoto económico, tras cada recrudecimiento de la competencia entre grandes empresas, etc., este descenso será más agudo. Y la consecuente resistencia de la clase obrera también debe ser más fuerte, como es natural, si quiere defender sus condiciones de vida y el valor de su fuerza de trabajo. 

He aquí donde nos encontramos en el punto de tratar el motivo de la difusión del nacionalismo y la defensa de la empresa frente a otras naciones y empresas7. Esta «guerra» comercial, que se abre contra sus oponentes, no pueden disputarla únicamente con las fuerzas propias de las burguesías estadounidense y europeas y sus respectivos Estados. Los capitalistas siderúrgicos indoeuropeos necesitan, para alcanzar sus objetivos de dominación del mercado, para su supervivencia como burgueses y para su enriquecimiento individual, el apoyo de la clase obrera a su lado por dos motivos.

En primer lugar, si la clase obrera es engañada para estar de su lado o está dividida, no está, por tanto, frente a esta burguesía del acero y sus intereses de clase. Estos barones del acero tendrán una clase obrera más dócil que admitirá gran parte de los recortes a sus derechos laborales y su poder adquisitivo; así, los capitalistas del acero podrán incrementar su competitividad a costa del incremento de la explotación y la miseria entre las y los obreros de este sector y de otros. Y, en segundo lugar, si la clase obrera está con ellos, los capitalistas pueden enfrentar con mayor fuerza la competencia entre capitalistas siderúrgicos a nivel internacional, con toda su fuerza nacional. Esta confrontación, desgraciadamente, arroja a cientos de miles de obreros de este sector los unos contra los otros.

Son numerosos los medios que emplean, con todo su poder económico, para atraerlos. Los medios de comunicación, que tienen a su disposición, lanzan campañas de propaganda  cargada de ideología para convencer a la población de que defiendan los intereses de tal o cual trasnacional, como ArcelorMittal, frente a sus adversarios. Hacen recaer el peso de la culpabilidad de la sobreproducción acerera sobre sus oponentes omitiendo que todos los fabricantes de acero, incluidos los europeos, han contribuido a ella en la carrera anárquica por el control del mercado. Amenazan con que a causa del acero chino, por ejemplo, tendrá que cerrar plantas en Europa, aunque no las cierren o las cierren por otros motivos. Pero, omiten que, por ejemplo, ArcelorMittal está comprando plantas competidoras en Europa y concentrando capitales a la par de que va cerrando aquellas que no le reportan la  rentabilidad que requieren, arrojando al desempleo a miles de trabajadores y empeorando las condiciones laborales a los que permanecen activos. Exaltan el sentimiento nacional con respecto al acero chino mientras que estos grandes grupos acereros indoeuropeos exportan capitales por todos los rincones del mundo, incluso abriendo plantas en la tan criticada China.

El poder económico de estas corporaciones llega hasta el Parlamento Europeo, donde sus lobbys presionan, asesoran o dirigen a los europarlamentarios para la presentación de todo tipo de propuestas y medidas, como la de establecer aranceles al acero chino y, así, iniciar una «guerra» comercial de desgaste económico, utilizando a las y los obreros como rehenes.

Los partidos políticos y los sindicatos no escapan a la influencia y control de su poder económico. Los grandes capitalistas emplean la educación, los medios de comunicación y una infinidad de herramientas para introducir la ideología y los intereses de la burguesía, doman a la clase obrera y crean a sus voceros. Emplean millones de €, obtenidos de las explotación de los obreros de aquí y de los países oprimidos, para proporcionar todo tipo de prebendas, privilegios o, directamente, la financiación de determinados partidos obreros y a determinados sectores de los sindicatos. Una aristocracia y burocracia obrera, cooptada por la burguesía, se convierte en transmisora de los intereses e ideología de la burguesía. Detrás esos sectores sindicales se encuentra los partidos políticos que hacen pasar los intereses económicos y políticos de la burguesía por los intereses de todos y todas. Por ejemplo, detrás de la reclamación de la imposición de los aranceles defensivos o su endurecimiento, que propugna IndustriALL Europa8, están los partidos socialistas europeos, como el PSOE, y la propia patronal industrial europea9. Estos sectores sindicales incluso tienden a ceder numerosos derechos laborales en favor de la competitividad. Generan una unidad artificial entre la burguesía y la clase obrera. La clase obrera queda subordinada a la burguesía.

“El período del imperialismo es el período del reparto del mundo entre las “grandes” naciones, entre las naciones privilegiadas que oprimen a todas las demás. Las migajas del botín proporcionado por estos privilegios y por esta opresión van a parar, indudablemente, a manos de ciertas capas de la pequeña burguesía y de la aristocracia y burocracia obreras. Como minoría insignificante del proletariado y de las masas trabajadoras, estas capas tienden al “struvismo”, pues les ofrece una justificación de su alianza con “su” burguesía nacional, contra las masas oprimidas de todas las naciones”10.

Así pues, no se trata de que defendamos a unas o a otras trasnacionales capitalistas, con base en unos Estados u otros. Se trata de descubrir lo que hay tras de todas estas tensiones comerciales; detrás de las declaraciones, de las acusaciones y de esta “guerra comercial”. Esto es, la carrera por el dominio del mercado mundial, en este caso el del acero, por parte de las grandes corporaciones siderúrgicas capitalistas europeas. Es la anarquía productiva que causa la sobreproducción y la crisis económica. Es la defensa de la exportación de capitales indoeuropeos para arrebatar las riquezas creadas en otros países. Es la explotación capitalista que recae como una pesada losa sobre las espaldas de las y los obreros de todos los países. Es la máxima rentabilidad de los capitales invertidos. Son los beneficios de los capitalistas acereros y del capital financiero europeo. Son los intereses de la burguesía europea frente a la creciente explotación de la clase obrera en general. La clase obrera, por tanto, debe disponer de su propio punto de vista ideológico y político basado en sus intereses de clase; debe disponer de sus propias propuestas políticas y económicas.

Continúa en El sector del acero y la clase obrera (Parte V)

Notas

  1. No obstante, el gobierno es una parte del Estado. Al gobierno pueden llegar formaciones políticas que aún siguiendo sometidas a las leyes del capitalismo y a la dirección política del Estado por parte de la burguesía, es posible que emprendan políticas que mitiguen ese empobrecimiento hacia la que se encamina la clase obrera. En el caso de que estas políticas resulten lesivas hacia la rentabilidad y competitividad de los capitales nacionales, la burguesía se encargará de, por todos los medios, derrocar a tal gobierno. Empleará desde sus poderosos y monopólicos medios de comunicación, para deslegitimar y desacreditar a ese gobierno usando la mentira, la manipulación, etc., hasta el boicot económico e, incluso, la acción militar o paramilitar de los grupos más reaccionarios y fascistas.
  2. El acero barato chino es el nuevo mantra de la patronal del metal europea para bajar salarios y hacer recortes, pero ¿qué hay de verdad en ello?
  3. ibídem
  4. ArcelorMittal registra en Europa su mejor resultado operativo en cinco años.
  5. Las principales corporaciones europeas acereras son de capital indio, como ArcelorMittal y Tata Steel, y/o luxemburgués, alemán, inglés, etc., como también lo es la propia ArcelorMittal o ThyssenKrupp. En ArcelorMittal, además, existen una gran cantidad de fondos de inversión donde el capital bancario se fusiona con el capital industrial para formar el capital financiero característico de la fase imperialista del capitalismo.
  6. Arcelor contratará en 2017 a unos 150 eventuales para reforzar su plantilla
  7. Tomada la defensa de la empresa en el sentido de los intereses de sus propietarios capitalistas.
  8. «IndustriALL Europa pide además a los Estados miembros de la UE que están bloqueando la propuesta de la Comisión sobre la reforma de los instrumentos de defensa comercial, incluyendo el Reino Unido y los Países Bajos, a abandonar sus posiciones y ante todo para aprobar la eliminación de la regla del derecho inferior». Moción de urgencia del 2º Congreso de IndustriALL Europa celebrado los días 7, 8 y 9 de junio de 2016 en Madrid. IndustriALL Europa agrupa a varias federaciones de diferentes sectores industriales en Europa. Afilia a las federaciones de industria o del Metal de CCOO, USO, ELA y CIG, entre otras federaciones.
  9. Manifiesto de la industria europea a favor del comercio libre y justo
  10. V.I. Lenin. La bancarrota de la II Internacional.

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