¡Que no cunda el pánico!, el Partido no está dando un giro al errejonismo ni está relativizando la importancia de la teoría marxista a la hora de realizar un práctica política revolucionaria. Más bien queremos cometer la herejía de sacar a la luz un debate sobre la situación del movimiento comunista, la esencia, los modos y las formas de nuestra acción política y la cuestión de la modernización de nuestro enfoque. Con el título de este editorial, confiamos en haber llamado tu atención.
La pregunta es: A día de hoy, con lo que ha llovido… ¿tiene algún futuro una organización o un movimiento que pretenda una revolución de tipo socialista en nuestro país o su entorno geopolítico más inmediato? ¿Estamos en la senda correcta? ¿Hay que hacer ajustes? ¿O debemos dar un giro de 180º? ¿Hay que renunciar a principios? ¿O hay que hacer ajustes en lo táctico?
Precisemos
Si tuviésemos que buscar un mínimo común de lo que significa ser comunista, agruparse en esa categoría, qué nos define, podemos concretarlo en lo siguiente, aunque no nos cabe ninguna duda de que esto será ampliamente rechazado tanto a izquierda como a derecha, resumiendo mucho:
Comunistas seríamos aquellas personas que consideramos que el curso de la historia viene determinado, a grandes rasgos, por la lucha entre grandes grupos sociales a los que llamamos clases sociales. Esta lucha de clases permea toda la realidad social, política y económica y es en última instancia el motor del cambio: es lo que hace que las sociedades humanas se transformen a lo largo de la historia.
Los y las comunistas queremos acabar con esta lucha y para ello consideramos que es preciso acabar con las clases sociales; eliminar la causa de que existan esas clases sociales. Esta causa la situamos en último término, en la existencia de la propiedad privada de los medios de producción. Esto nos lleva a la conclusión de que es necesaria la abolición de la propiedad privada de los medios de producción como paso para la eliminación de las diferencias de clase y como forma de acabar con cualquier elemento de explotación de unos seres humanos por otros.
Para poder abolir la propiedad privada es necesario un periodo de transición al cual llamamos socialismo, que se caracteriza por la dominación política de la clase trabajadora, entendida esta clase como el grupo social que se define por estar desposeído de medios de producción y cuya única forma de supervivencia es la venta de lo único que tiene, su fuerza de trabajo. Es decir, los trabajadores, la clase obrera, el proletariado… llámenlo ustedes como les venga en gana. A esta dominación política de la clase obrera la hemos llamado Dictadura del Proletariado.
Somos plenamente conscientes de que en los tiempos que corren, el término no es para nada sexy, pero a efectos prácticos lo que nos interesa resaltar es la necesidad de este proceso de dominación política, que puede tener más o menos intensidad, virulencia y revestir formas diferentes… de igual forma que la dominación política de la burguesía como clase (de su facción más poderosa, la oligarquía) reviste y ha tomado en el pasado diversas formas: Repúblicas parlamentarias, gobiernos revolucionarios burgueses, dictaduras militares, fascismo, plutocracias neoliberales, etc…
Una tercera pata de esta tríada comunista sería la necesidad de algún tipo de organización que lleve a cabo un plan de acción consciente (vs. espontáneo) para lograr este objetivo de transformación social. Estamos hablando, por supuesto, de la idea de partido.
Es decir, para llevar a la práctica el objetivo de la abolición de la explotación de unos seres humanos por otros (comunismo), es preciso organizarse para llevar a cabo este objetivo, debe ser una búsqueda consciente, en torno a un plan, una estrategia con su correspondiente táctica. Si en este plan, lo que debe implementarse (por necesidad histórica) es la dominación política de la clase obrera, la organización (partido) que deba impulsar y desplegar ese plan de cambio social, no puede ser otra cosa diferente a un partido de clase, de la clase obrera en este caso. El partido devendría en expresión política de la clase obrera, de sus intereses objetivos. En su vanguardia.
Estamos como los curas
Pues bien, el problema que tenemos es que a día de hoy esta tríada comunista, no se la cree nadie, a veces ni nosotros mismos.
Un veterano de la lucha por la educación pública relataba en una ocasión cómo discutiendo con un sacerdote católico sobre los contenidos de la asignatura de religión en las escuelas, este vino a reconocer: “la asignatura de religión se ha convertido más en una especie de popurrí de ética y moral cristiana, historia edulcorada del cristianismo y poco más… ya nadie se cree ni conoce los dogmas fundamentales de la Iglesia Católica, lo que nos define como religión organizada. Sería irrisorio impartir eso en las escuelas, no iría nadie a clase, nadie… ni los propios católicos se lo creen”.
En cierto sentido, el movimiento comunista vive un fenómeno similar y responde a esta realidad de dos formas opuestas, pero complementarias entre sí.
La vuelta a la caverna de la diáspora comunista, es una de esos fenómenos. El enrocamiento en los elementos identitarios del comunismo del siglo XX; estamos hablando de todas las expresiones de folclore, el enaltecimiento de lo estético por encima del contenido, la caspa… en definitiva.
El fenómeno de la caverna se expresa también en el sectarismo de gran parte del movimiento, en la frontalización en la crítica hacia los aliados y compañeros de viaje y en obviar y dar por asumida la crítica hacia el enemigo principal.
En mayor o menor grado, todas y cada una de las organizaciones que se llaman comunistas en nuestro país, comparten elementos de caverna, desde el PCE hasta las sectas hoxhaístas1 más irredentas.
Nuestro partido no está exento de estos rasgos, aunque hemos hecho propósito de enmienda, en realidad nos cuesta mucho no gastar una parte importante de la pólvora en tirar contra nuestra propia trinchera a izquierda y derecha y dedicamos pocos recursos a tirar contra la oligarquía. Por ahora rogamos comprensión, ya estamos dando un primer paso al detectar el problema.
Otra vía de escape a la crisis del movimiento es la diáspora de comunistas, o de simpatizantes con las ideas comunistas, hacia opciones más sexys o posibilistas. Estamos hablando, cómo no, de los y las camaradas que, compartiendo ideas revolucionarias, optan por encuadrarse en las filas de la Nueva Política, sobretodo de Podemos y su órbita. Nuestro partido no ha estado exento de este proceso, aunque de una vaca flaca no se puede ordeñar mucha leche.
A decir verdad, en la mayoría de los casos, no podemos poner la mano en el fuego porque estos hermanos y hermanas que prefieren luchar en las filas del partido grande tengan muy claras las ideas. Casi con total seguridad, si se les cuestionase sobre la vigencia de la tríada comunista, acabarían reconociendo que ya no se creen nada de eso, que fue un pecado de juventud. Pero cometeríamos un grave error si pasásemos por alto este fenómeno y le diéramos carpetazo como un simple asunto de claudicación.
Hacemos nuestras las palabras de Armando López Salinas, en su carta a la dirección del PCE del 2 de julio de 1985, en plena crisis existencial del eurocomunismo patrio: “Las desviaciones o el menosprecio tanto de la teoría como de la práctica conducen a callejones sin salida. Todos sabemos que las relaciones entre una y otra son, a la vez, armoniosas y contradictorias. Pero, si la comprobación en la práctica es el criterio de la verdad, el método científico es por el valor de analizar y decir públicamente lo que estaba sucediendo en nuestras filas, donde estaba el origen, la causa por la que miles y miles de comunistas estaban ejerciendo la más alta forma de crítica que puede realizarse a un partido: la de irse de sus filas.”
“Aquí no se rinde nadie”
Para nuestro partido, la cuestión de los principios, del marxismo-leninismo, de la organización de tipo bolchevique, de la tríada comunista, es asunto discutido y resuelto. Son los puntos de partida, premisas de nuestra acción política.
El PTD es un partido firme en los principios, tiene claro cuál es el objetivo, tiene clara la cuestión estratégica, en eso compartimos planteamientos con la mayor parte del movimiento comunista de nuestro país y nuestro entorno geopolítico.
El PTD es un partido de lucha por el socialismo, no un partido de gestión ni de reforma del capitalismo. Consideramos que la clase obrera sigue siendo la clase consecuentemente revolucionaria y que el partido debe ser expresión política de la misma. Consideramos que no es posible una transición gradual al socialismo, que sigue siendo necesario un periodo revolucionario y de dominación política de la clase obrera para acabar de manera definitiva con la dominación política de la burguesía, y avanzar hacia la desaparición de las clases sociales, la sociedad comunista y la liberación y emancipación plena de la humanidad.
Ahora bien, teniendo claros estos conceptos, hemos de reconocer que todavía carecemos de una táctica-plan sólida y asentada. En nuestra última conferencia política hemos esbozado algunas cuestiones en torno a esto, pero el hecho de que lo hayamos llamado “elementos para un plan para reconstituir el partido comunista” no es una casualidad. En realidad el plan no está completo, hay muchos elementos más a incorporar y tendremos que abordar esos debates tarde o temprano.
La idea de empezar por la propaganda sistemática de ideas socialistas entre la clase obrera industrial y de las grandes empresas, y no por las masas en general, es sólida y es correcta. Establecer círculos de trabajadores en esas empresas o en su entorno, que reciban los materiales del partido, donde se discuta de política obrera, donde se difunda el marxismo, también lo es. Organizar todo este trabajo en torno al periódico del partido es igualmente un punto de partida correcto. La adecuación del organigrama del partido a esta tarea, no es que sea correcto, es que es imprescindible.
Pero a la hora de concretar esto en el estilo de redacción de los materiales, a la hora de elaborar propaganda que sea consumible por los sectores de la clase obrera a los que nos dirigimos, a la hora de nutrir de argumentos, de basar nuestras afirmaciones en hechos… cojeamos, y mucho.
Necesitamos más intelectuales
Nuestro partido tiene que rodearse de los mejores intelectuales revolucionarios y progresistas. No, no estamos hablando de regalar carnets en los conciertos de Ana Belén y Victor Manuel. Nos referimos a que nuestro partido debe ser más flexible, dinámico y audaz a la hora de establecer lazos con la intelectualidad progresista. ¿Por qué? ¿En qué se concreta esto?
Para muestra un botón: en nuestra nueva empresa editorial La Mayoría, que esperamos sea un órgano de prensa con, al menos, cierta influencia entre la clase trabajadora de nuestro país, que no sea totalmente ignorado, la mayor parte de las publicaciones han sido redactadas por un reducidísimo número de camaradas.
Nuestra pequeña organización no tiene en la actualidad capacidad productiva suficiente para mantener el órgano de prensa, sin recurrir al voluntarismo de un puñado de camaradas. Ese pequeño grupo extrae de sus jornadas laborales (tenemos familias, tenemos trabajos asalariados, etc…) unas pocas horas al día para ocuparse de la producción literaria del partido, elaborar la línea, cumplir con las tareas administrativas… Ya sabemos a dónde lleva esto.
Es cierto que el plan que hemos establecido en la pasada conferencia está lejos de navegar a toda máquina. Todavía hay potencialidades en nuestro partido que están sin aprovechar, camaradas que pueden producir más, diamantes en bruto que hay que pulir, podemos y debemos organizarnos mejor y mejorar nuestra aplicación del plan. Pero aún así, aunque desarrollemos al 100% las potencialidades del partido, todavía nos queda muy lejos el tener recursos humanos y materiales suficientes para tener militantes y dirigentes con dedicación exclusiva al partido.
Porque, no solo estamos hablando de ajustar bien el funcionamiento de la maquinaria del partido, necesitamos romper el aislamiento, el cordón sanitario, necesitamos un salto cualitativo.
Una forma de conseguir esto sería buscar la ampliación de capacidades fuera del partido, tomar prestadas las capacidades que existen en el exterior.
Por ejemplo: El lector con inquietudes por los problemas de nuestro tiempo habrá oído hablar del libro La clase obrera no va al paraíso, de los autores Arantxa Tirado y Ricardo Romero (Nega). No es que sea la palabra definitiva sobre la cuestión obrera en la actualidad, pero los autores han conseguido poner sobre el tapete el debate sobre la vigencia o no de la clase obrera como tal, como sujeto político. En nuestra opinión, en algunas cuestiones como el análisis que hace de los grandes sindicatos, este libro extrae conclusiones equivocadas, todavía se mueve dentro de lo convencional; pero en otros aspectos va bien encaminado, como cuando defiende la relevancia de la clase trabajadora como sujeto.
Al igual que con el trabajo de Tirado y Romero, en la actualidad hay autores, intelectuales, investigadores, economistas, en las universidades, en asociaciones, en partidos y en sindicatos, que, en algunas cuestiones, tienen puntos de vista progresistas y avanzados con respecto a la tónica general del pensamiento de izquierdas. ¿Qué problema hay en potenciar desde el partido estos puntos de vista avanzados?
La cuestión a responder por nuestra parte es… ¿Debemos exigir pureza total a la intelectualidad progresista para que nuestro partido pueda trabajar con ellos y ellas? ¿O debemos buscar complicidades y apoyar a los elementos más avanzados? ¿Que nuestro partido haga campaña por determinadas posiciones entre la intelectualidad… implica que debamos aceptar toda la batería de propuestas que vienen desde ese campo?
Nuestra revista tiene una sección de opinión ¿Tan grave es abrir estas páginas a intelectuales, sindicalistas, etc… que tengan algo importante que aportar? ¿Cual es el miedo a que, por ejemplo, organicemos una actividad pública donde participen ponentes que mantienen posiciones avanzadas en cuestiones que el partido quiere potenciar?
En otras palabras ¿Consideramos que una política de alianzas amplia y flexible en materia de lucha ideológica implica renunciar al control político?
Modernizar el enfoque
A pesar de nuestros esfuerzos por evitarlo seguimos teniendo calambres marcianos, formas de expresión que no se corresponden con el nivel de conciencia de los sectores a los que nos dirigimos. Criticamos a la caverna, pero todavía no hemos salido totalmente de ella.
Debemos hacernos la pregunta: En la propaganda destinada a la clase obrera, a los sectores avanzados de la misma… ¿Es un argumento de autoridad lo que haya dicho un clásico? ¿Una cita de Lenin o de Marx, a ojos de un obrero avanzado, refuerza el argumentario del partido, el mensaje que queremos transmitir?
Hacemos uso y abuso de estos recursos, lo que en realidad es una muestra de miedo, una actitud defensiva, es como si estuviésemos permanentemente preocupados de que no nos tilden de revisionistas. Es un ejemplo de cómo seguimos pensando con tics y modos de la caverna, con fórmulas de secta, no de partido.
Por otro lado, seguimos dedicando poco tiempo a la reflexión y a asentar nuestras afirmaciones en argumentos sólidos, contrastados, científicos. En parte esto es debido a la poca preparación de nuestros cuadros, la mayoría de nosotros somos obreros ilustrados, no intelectuales obreros. No andamos desencaminados en nuestras argumentaciones, pero necesitamos más rigor y solidez y recurrir a datos y hechos de hoy, no de hace 100 años.
Nuestros argumentos de guerra deben ser actuales, basados en el hoy, familiares para los obreros, conocidos por los sindicalistas. El partido debe hablar un lenguaje próximo y familiar. Entendible por obreros.
“Dientes, dientes… que es lo que les jode”
A menudo las organizaciones del Movimiento Comunista somos percibidas como “pitufos gruñones”, esta payasada de los sectores de derecha de la Nueva Política generó tanta polémica porque golpeó donde duele. Porque contiene parte de verdad, como toda crítica.
Como parte de nuestros calambres marcianos está nuestra falta de habilidad para estimular, para dar esperanza, para que se nos vea como una organización o un movimiento donde merece la pena participar. No toda la culpa de esto la tiene la existencia de otros referentes más sexys, como los de la Nueva Política.
El bolchevismo ya fue sexy en su momento, incluso en los años de plomo de la represión fascista, incluso en la época en que la Unión Soviética empezaba a declinar como referente, miles de jóvenes trabajadores e intelectuales progresistas se aproximaban a las filas de los partidos comunistas.
No es nuestra intención simplificar sobre una cuestión tan compleja como el declive del movimiento comunista, pero sí resaltar que con iconografía soviética, con retratos de Lenin y Stalin y lenguaje guerrerista, ni hemos avanzado en los últimos años, ni vamos a avanzar. Hay que cambiar el enfoque en este aspecto. Hay que quitarse de encima de una vez las piedras del muro.
Nosotros consideramos que una teoría y una práctica revolucionaria en la sociedad occidental moderna puede tomar una forma actual. Puede hacerse de forma amable. Y ese enfoque atractivo, no implica para nada relativizar la importancia de los problemas que vive nuestra sociedad, ni rebajar el programa, ni desconectar de nuestra tradición histórica ni la memoria de lucha de la clase obrera, para nada.
Necesitamos profundizar en teoría de la comunicación y de la identidad grupal, entender de una manera más precisa la dinámica de las relaciones públicas, el marketing, el lenguaje. Ver qué hay de positivo en la ciencia y la técnica actual sobre estos asuntos, y saber separar el grano de la paja. Pero en todo caso, la actitud defensista hacia las innovaciones en esta materia sólo nos ha aportado aislamiento.
Unificar y ser más flexibles en la conformación del futuro partido
Otro problema serio que tenemos es que existiendo grupos comunistas con un nivel alto de coincidencia en la orientación política, estamos fracasando una y otra vez a la hora de unificarlos de manera estable en una sola organización.
Las causas son múltiples, todas reales e importantes, pero quizá hay una a la que estamos prestando poca atención y tiene más influencia de la que le damos.
Hasta ahora la mayor parte de los intentos de unificación o coordinación han puesto el acento en la diferencia. En teoría, y aplicando una visión un tanto esquemática de la dialéctica materialista, se supone que la unión de varias organizaciones en una, y la lucha de líneas y discusión política entre ellas daría lugar a un fenómeno tipo separar la paja del grano, dando la hegemonía a las facciones más puras y aislando a los sectores más contaminados de ideología burguesa. Sabemos que es un poco injusto usar la terminología pureza, contaminación, etc… A menudo los oportunistas de derecha dentro de la izquierda, los posmodernos y los señores de este pelaje, usan esos términos para ridiculizar las disputas dentro del movimiento comunista. A todo el mundo le suena la escena de La Vida de Brian. ¡Pero es que en la práctica ha sido así!
La cuestión de la lucha de líneas dentro de los intentos de conformar un partido bolche que sea capaz de llenar algo más que unos cuantos taxis, en nuestro país, se ha exagerado tanto que a veces parece que se trataba de ir de policía del pensamiento. En el PTD hemos tenido una desagradable experiencia de este tipo recientemente. Es esa actitud de a ver en qué puedo pillar a estos que en el fondo son unos revisionistas.
Tan erróneo es este enfoque de la unidad comunista, como su expresión contraria. La otra vertiente la podemos ejemplificar grosso modo, en la forma en que se han constituido organizaciones como Podemos, o en su época Izquierda Unida… o incluso la política de cuadros del PCE de la época de Carrillo. Es decir, vamos a poner el acento en lo que nos une, dejando de lado las diferencias, las contradicciones. No hablemos de ellas. Tratemos sólo las cuestiones en las que estamos de acuerdo.
Este otro enfoque, el de mínimos, no nos sirve tampoco. Debido a varias razones: Nosotros creemos que sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria, y un movimiento que tiene grandes ambiciones (la abolición de la explotación de unos seres humanos por otros) va a estar sometido, en el momento en que empiece a tener influencia de masas, a ser un peligro para las élites, a todo tipo de presiones y agresiones, físicas e ideológicas. La historia del movimiento socialista desde sus orígenes así lo confirma.
Por ello es necesario cierto nivel de unidad ideológica, de criterios comunes, de que todos rememos en la misma dirección. Ahora bien, si en la época de Lenin, la unidad del movimiento comunista se alcanzó por la vía de la lucha de líneas, por la vía de separar la paja del grano, no debemos perder de vista que eso se hizo un un contexto en el que el marxismo estaba de moda, era una corriente ideológica y cultural tan fuerte que incluso la burguesía debía incorporar ciertos elementos marxistas a su arsenal ideológico.
Así, por poner un ejemplo, en las postrimerías del Imperio Ruso, ante la fuerza con que el marxismo impregnaba a la intelectualidad y las capas proletarias de las sociedad, el zarismo y su aparato represivo e ideológico, a la vez que censuraba el Marxismo Revolucionario, daba apoyo al llamado Marxismo Legal. Esta era una corriente de pensamiento que le quitaba sus elementos más radicales al marxismo y lo convertía en una mera sociología o teoría económica. Haciéndolo así tolerable al Statu Quo.
Este contexto no se da en la actualidad, más bien al contrario. El marxismo actual, académico, el publicado en los medios, aparte de estar en buena medida desgajado de sus elementos revolucionarios, está relegado como mucho, a círculos minoritarios de la academia o del ámbito militante. No tiene influencia entre las masas ni entre la clase obrera.
Cuando los bolcheviques de principios del siglo XX se peleaban con otras facciones de la socialdemocracia, lo hacían para arrebatar la dirección político-ideológica de unas masas que ya estaban bajo la influencia del marxismo en diverso grado. Es decir, para dirigir un movimiento real de masas. Hoy en día, nos peleamos por dirigir… ¿el qué? ¿Un grupúsculo?
Si queremos empezar a dar pasos en la conformación de un partido comunista serio en nuestro país (¡ojo! hablamos de partido comunista: no eurocomunista, no de izquierdas, no anticapi, no progre, ni nada de eso…) vamos a tener que buscar fórmulas de trabajo más flexibles, más positivas y que dejen de lado cualquier dinámica de tirar contra nuestra propia trinchera, lo cual no significa que se suprima el debate y la discusión a fondo sobre las diferencias.
Conclusión
Las piedras del muro todavía pesan sobre la espalda del Movimiento Comunista en España. Estamos en una situación en la que nada puede ya permanecer como estaba, y tampoco se alumbra la semilla del cambio.
El futuro de nuestro movimiento depende de nuestra habilidad para quitarnos los cascotes de la cabeza, actualizarnos y modernizarnos sin llegar a mutar en otra cosa diferente a un partido bolchevique.
En el PTD hacemos esfuerzos por mejorar, hemos dado un gran paso al construir una pequeña organización que no tiene miedo al qué dirán, a las herejías. Tenemos mucho camino por andar y no pocos errores en los que como organización comunista podemos caer, tanto a derecha como izquierda.
Si somos capaces de contribuir a tener un debate serio en el movimiento comunista sobres estas cuestiones, ya habremos dado un paso de gigante para salir de la cueva.