Entre Gramsci y Poulantzas para reformar el capitalismo

Los objetivos políticos estratégicos de Unidos Podemos y la táctica política para conseguirlos van concretándose. ¿En qué dirección parece estar avanzando el partido morado?

El pasado 15 de septiembre tuvo lugar en Madrid una escuela de formación de Izquierda Unida cuyo plato fuerte era una conferencia conjunta de Pablo Iglesias y Alberto Garzón. Bajo el título «La izquierda después del 15M: un proyecto de país», los líderes de las dos fuerzas políticas más importantes de Unidos Podemos ofrecieron interesantes reflexiones sobre el último periodo político, la situación actual y las perspectivas de futuro.

Esta conferencia fue una buena oportunidad de aproximarse a la táctica y la estrategia del bloque de dirección político-ideológica más importante del campo popular. Y precisamente por su importancia, y la considerable influencia que tienen entre un sector grande de las capas populares, merece la pena detenernos a repasarla y extraer algunas conclusiones.

La reforma del capitalismo como objetivo

En cuanto a la estrategia, esto es, el objetivo general que persigue Unidos Podemos en su acción política, la, digamos…, razón de su existencia como partido, nada mejor que un cita literal de lo dicho por Iglesias que, a mi parecer, condensa este aspecto fundamental de la línea política.

“Este proyecto […] de país tiene una clave social, que es plantear: tiene que haber un nuevo acuerdo de país en términos post-neoliberales. Y en esto sería modesto ¿Qué quiere decir post-neoliberal? Que asegure los derechos sociales, que plantee políticas de redistribución y que asuma que los sectores estratégicos tienen que estar subordinados al interés general, y que el estado tiene que garantizar elementos sustanciales de la soberanía que tienen que ver, evidentemente, con aspectos económicos.”1

El propio Iglesias reconoce que el proyecto es modesto y así lo confirma lo que estamos viendo tanto en el programa, la agenda política cotidiana de Unidos Podemos, el discurso político de sus líderes, la propuesta teórica de sus intelectuales orgánicos y la práctica cotidiana ahí donde gobiernan o tienen influencia institucional.

Lejos de ser una cuestión coyuntural, da la impresión de que bajo las promesas grandilocuentes de «proyecto de país», cambio, ilusión, etc… el plan de Unidos Podemos no va más allá de una reforma en clave socialdemócrata del régimen capitalista existente a día de hoy en el Reino de España. Se introducirían elementos importantes de intervención del estado en la dirección de la política económica, un fuerte sistema público de protección social, la reforma en sentido progresivo de la fiscalidad, la ampliación de la base democrática del régimen y la nacionalización en ciertos sectores estratégicos de la economía.

Hasta ahí, nada que no sepamos ya y que no haya sido propuesto (incluso llevado a cabo hasta cierto punto) por la socialdemocracia clásica. Pero es importante recordarlo porque, en el imaginario colectivo de la izquierda, del activismo social y sindical, y de amplios colectivos sociales pareciera que Unidos Podemos estuviese planteando «La Revolución Socialista», pero cuando separamos la paja del grano y vamos más allá de los significantes, del relato y la consigna grandilocuente, la cosa se desinfla.

A la hora de valorar el papel de esta corriente política, quienes planteamos un proyecto que vaya más allá de la reforma del capitalismo y supere a este marco de relaciones sociales, quienes luchamos por una sociedad de tipo socialista que no esté basada en la explotación de unos seres humanos por otros, y donde la economía y la política se pongan al servicio de la mayoría social, no podemos perder de vista este detalle. Especialmente a la hora de decidir la relación que vamos a tener con la corriente política que se expresa políticamente a través de Unidos Podemos.

¿Porqué somos tan tiquismiquis con este asunto? Porque es frecuente ver a compañeros y compañeras del campo popular, de los movimientos sociales y los sindicatos, apoyar con entusiasmo este proyecto, hasta el punto de que consideran que Unidos Podemos es «El Proyecto», donde hay que estar encuadrados y por lo que hay que trabajar si se persigue un cambio trascendental en la organización social de nuestro país, si buscamos la emancipación de la clase trabajadora y la superación de los problemas fundamentales de la sociedad capitalista. Es cierto que se ha difundido la idea de que cualquier paso hacia la transformación social pasa por el proyecto de Unidos Podemos. Es preciso clarificar. Ante esto, los comunistas debemos recordarles «¡Ojo, cuidao! que tu partido no va de eso».

En el otro lado del espectro, opuestos al «flipe» con Unidos Podemos, tenemos la posición del sectarismo, que niega el doble carácter de la socialdemocracia de Unidos Podemos en la fase actual. Como si en las condiciones actuales el único papel de la socialdemocracia fuese la de «engañar y generar ilusiones» entre las masas sobre la posibilidad de una gestión humanitaria del capitalismo. Sin negar que este aspecto esté presente y tenga un peso importante, resulta difícil negar el otro: el de contrapeso y resistencia a los planes y agresiones de oligarquía financiera, la fracción de la burguesía que «corta el bacalao» en nuestro país y entorno geopolítico. El que uno u otro carácter se convierta en hegemónico depende del proceso de desarrollo contradictorio de Unidos Podemos.

Entre Gramsci y Poulantzas

Entrando en el terreno de la táctica de Unidos Podemos, de los pasos que esta organización plantea para llegar a sus objetivos, y al hilo de la reflexión sobre el carácter contradictorio del proceso de desarrollo de Unidos Podemos, de sus concepciones estratégicas y tácticas, de su corpus teórico y práctica política, la conferencia de Iglesias y Garzón a la que hacíamos mención al comenzar este artículo, también arroja luces… y sombras.

Luces porque parece que dentro de Unidos Podemos hay una facción bastante influyente que se ha dado cuenta que el tan esperado «asalto a los cielos» no se ha producido, ni se va a producir en el futuro. El propio Iglesias y Garzón reconocen que «ningún proyecto político puede sobrevivir sin base social» y que «tu implicación en el tejido social, en los barrios y centros de trabajo, es lo que te da la base para ganar las elecciones».

A su vez sombras, porque a medida que los conferenciantes avanzan en su exposición, van entrando progresivamente en el terreno de la ambigüedad y la falta de concreción en la propuesta táctica. Y también, porque la pata del eurocomunismo de izquierdas propuesto por Nikos Poulantzas va asomando por debajo de la puerta.

Efectivamente, si seguimos el video de la conferencia veremos que Iglesias reflexiona sobre la historia del movimiento obrero y sindical y sobre la relación de este con los partidos obreros, que eran su expresión política. Señala la importancia de los espacios de socialización de la clase obrera que existían antaño, como las tabernas. Insisten en la necesidad de contar con una base social firme, estratégica, cultural y sociológica que apoye el proyecto político no solo en el calor de un conflicto concreto o una contienda electoral puntual, sino a largo plazo, como proyecto histórico. La referencia a la necesidad de tener más implantación en barrios de clase trabajadora es frecuente.

A su vez, el tono de la intervención de ambos dirigentes políticos hace continua referencia a la relación entre movimiento social y acción parlamentaria. Insistiendo en el carácter complementario de uno sobre el otro. Lo que no dejan muy claro es el orden de los factores que, en este caso, a mi entender, sí altera el producto.

Nikos Poulantzas fue un teórico político de origen griego, perteneciente a la generación de los intelectuales de mayo del 68, que fue muy crítico con la visión marxista clásica del Estado.

Poulantzas es, como cualquier autor, un hombre de su época. Y su visión teórica está fuertemente influenciada por el contexto histórico e ideológico de la Guerra Fría y las opiniones sesgadas que se tenían en aquel periodo sobre la Unión Soviética. En los años 60 y 70 se desarrollan en Europa Occidental corrientes dentro del movimiento comunista que propugnan las llamadas “vías democráticas” al socialismo. El Eurocomunismo fue, sin duda, la corriente más difundida y que ha dejado mayor impronta en el ADN de la izquierda española.

Poulantzas hace una crítica, bastante esquemática y poco rigurosa de la estrategia de “doble poder” de Lenin y de los planteamientos de Gramsci sobre la construcción de un partido de tipo “príncipe moderno”, de vanguardia; con un elemento dirigente, otro de masas y uno intermedio, que sea capaz de crear un nuevo tipo de Estado.

Este enfoque le lleva a plantear la relación entre los movimientos sociales y sus representantes políticos en las instituciones de forma que el papel de las masas sería el de presionar para forzar cambios en el seno del estado burgués para romperlo desde dentro, para quebrarlo y convertirlo en un estado proletario (al servicio de la clase obrera). En esta concepción táctica, obtener el mayor número posible de puestos claves de la administración pública sería el objetivo esencial: ministerios, secretarías, alto mando militar, cargos importantes de la judicatura, etc…

Esta visión, a pesar de que da mucha importancia a la organización social al margen de las instituciones la convierte en una mera fuerza auxiliar, destinada a generar el peso social necesario para que la punta de lanza institucional tome posiciones de influencia claves. Por otra parte, es demasiado optimista sobre el carácter democrático del estado capitalista.

Ni que decir tiene que, para cualquiera que haya estado en contacto con IU en el pasado, esta concepción se parece mucho a la práctica política y el discurso general de esa organización. El llamado “Anguitismo”, en realidad es una versión actualizada de las ideas de Poulantzas sobre la táctica con respecto al estado.

Y da la impresión, al oírles hablar, que Iglesias y Garzón, tienen ideas similares al respecto. No en vano son hombres que se han amamantado políticamente en IU. Y la práctica política de los cargos públicos de Unidos Podemos, también apunta más en la dirección de Poulantzas, que en la de Lenin y Gramsci.

Esto se verifica si observamos la práctica política cotidiana en la calle y tomamos nota de la agenda de Unidos Podemos. La estructura organizativa confiere un peso principal a los cargos públicos y al aparato de liberados en torno a las tareas institucionales en los tres niveles de la administración del estado: central, autonómica y local.

Por contra, la organización de base, los círculos (o agrupaciones en el caso de IU y el PCE), siguen teniendo una base territorial pensada para la intervención en la disputa electoral. Además se está dando un vaciamiento de activistas y afiliados en las organizaciones de base. Todo esto incrementa el peso y orientación de la parte institucional y la orientación electoralista del partido.

Claves a recordar

  • Lejos de lo que pudiera parecer tras una lectura superficial, el «cambio» del que habla Unidos Podemos no es la superación de las relaciones sociales capitalistas sino la amortiguación de sus consecuencias más sangrantes.
  • Unidos Podemos, a pesar de que está intentando una aproximación a ciertos sectores del campo popular como grupos de trabajadores en conflicto, sindicatos, movimientos sociales, etc… sigue haciendo esto en el marco de una táctica para acumular apoyos a la acción institucional y la contienda electoral, no para desarrollar un movimiento social autónomo ni para elevar el nivel de conciencia entre las masas de cara a la lucha por la transformación social de fondo, objetivo que no incorpora. Esta es una tendencia muy fuerte dentro del partido.
  • La orientación política, la estrategia y la táctica de Unidos Podemos, la naturaleza de su proyecto, tienen que ver y está influenciada por la teoría y las ideas y concepciones de sus dirigentes político-ideológicos. Si esas ideas son erróneas, la práctica política del partido también será errónea en buena parte.
  • Es un error poner el acento solo en los aspectos atrasados de la orientación política de Unidos Podemos, debemos contemplar también lo progresista y valorar el peso que tienen cada uno de esos aspectos en el proceso de desarrollo y la evolución del partido morado. Al partido de Garzón e Iglesias todavía le queda un papel que jugar en esta historia.
  • Existen alternativas a Unidos Podemos a la hora de construir una organización que sea la expresión política de los trabajadores y el campo popular, que parta de una sólida implicación entre las capas populares y una visión rigurosa de la realidad y de los cambios necesarios para solucionar los graves problemas de nuestra sociedad. Abordaremos esta alternativa en un próximo artículo.

Notas

  1. Youtube, La izquierda después del 15M: un proyecto de país, 15 de septiembre de 2015

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