¡Pan, paz, tierra! y organización

Hoy 7 de noviembre se cumplen el centenario del inicio de la Gran Revolución Socialista de Octubre. En estos meses se están celebrando muchas actividades en torno a este acontecimiento histórico, conmemorativas y de apoyo unas, de reprobación y condena otras. También se están vertiendo ríos de tinta en la prensa de todos los colores del espectro político.

Los acontecimientos de Octubre del 17 y el proceso que desencadenaron se dejan sentir incluso ahora. Gran parte de las conquistas sociales de las que disfrutamos en los países desarrollados, y los procesos de descolonización en África y Asia, no habrían existido de no ser por la presión que el ejemplo de la Unión Soviética ejerció sobre la clase obrera y las oligarquías capitalistas en occidente. La existencia de un modelo alternativo al capitalista obligaba a abrir la válvula de escape social y a crear infraestructuras, servicios sociales y un sistema de seguridad social para que la clase obrera no se pasase al otro bando. Desaparecida la URSS, los capitalistas no han dudado en pasar a la ofensiva. Y así estamos contemplando como, desde hace años, se deterioran las condiciones de vida de la clase obrera, se recortan los servicios sociales y la patronal presiona en la mesa de negociación, ignorando los acuerdos y los pactos de antaño. La crisis económica que se vive desde 2008 no ha significado más que una aceleración del proceso de desmantelamiento de las conquistas sociales del siglo XX.

Pero no es mi intención entrar a analizar estas cuestiones. En primer lugar, porque otros ya han hecho ese trabajo, y seguramente lo han hecho de una manera infinitamente mejor a lo que podría redactar un servidor. En segundo lugar, porque mi interés es destacar un aspecto de la Revolución de Octubre que con frecuencia se pasa por alto.

Octubre fue posible gracias a la concurrencia de una serie de condiciones objetivas en la Rusia de 1917, a saber: la derrota en la Primera Guerra Mundial, el hambre y el desabastecimiento, las desigualdades sociales brutales en la Rusia zarista, la falta de libertades políticas, el rapidísimo desarrollo capitalista en algunas regiones del imperio, la existencia de un medio rural atrasadísimo, etc.

Pero también es cierto que en Rusia se daban las condiciones subjetivas necesarias para que esa situación de deterioro social y político diese frutos revolucionarios y sirviese para iniciar la construcción de un proyecto de sociedad socialista. La existencia de un movimiento socialdemócrata amplio y, en concreto, de una facción radical de ese movimiento, los bolcheviques, fue uno de los factores más importantes para que la revolución, entendida como la toma del poder político por la clase obrera y su mantenimiento en el poder a largo plazo, fuese posible.

En resumen, la Rusia de 1917 era una manzana madura a punto de caer del árbol y ahí estaban los bolcheviques para recogerla justo en el momento necesario.

Esta facción del movimiento socialdemócrata no nació de la noche a la mañana, sino que se fue desarrollando desde un conjunto de pequeños grupos de intelectuales marxistas y obreros, que a su vez estaban influenciados por las ideas revolucionarias y las organizaciones hegemónicas de los periodos anteriores. Lejos de surgir como un todo acabado, el movimiento revolucionario ruso fue construyéndose a base de aciertos, errores, bandazos, y reflexión. Es sobre estos orígenes sobre lo que quiero hablar.

El narodnichestvo

El marxismo revolucionario no estaba de moda en el Imperio Ruso en la década de los años 80 del siglo XIX. La facción más importante que combatía al zarismo por la izquierda era el narodnismo, más conocido como populismo ruso.

Ejecución de revolucionarios de Narodnaya Voila
Ejecución de revolucionarios de Narodnaya Voila

Naródnaya Volia (La Voluntad del Pueblo) era una organización revolucionaria rusa que había incorporado elementos del marxismo, que llegaba con cuenta gotas de occidente, solo parcialmente. Los narodniki, más que adoptar el marxismo, lo intentan adaptar a la situación rusa, junto con una mezcla de bakuninismo y las ideas de otros pensadores rusos.

Su objetivo político era el derrocamiento de la autocracia zarista, que gobernaba el país con puño de hierro, y la puesta en marcha de un programa de reformas sociales. Creían en la posibilidad de una sociedad de tipo socialista para Rusia, pero asignaban al campesinado el papel fundamental para el cambio y creían firmemente en la acción consciente del individuo como agente social. Esto les llevó a desplegar tácticas de tipo terrorista, con el asesinato en 1881 del zar Alejandro II como golpe más importante.

Sin embargo, el asesinato del zar y los atentados contra importantes funcionarios de la administración, lejos de debilitar al régimen y despertar un levantamiento popular, desencadenaron la represión, y la organización de los narodniki estaba prácticamente disuelta al finalizar la década de los 80.

Uno de los personajes que pululaban, no tanto como activista, pero sí en la esfera de influencia de los narodniki, era un joven de Simbirsk, Vladimir Illich Ulianov, más conocido por su pseudónimo de revolucionario, Lenin. Ulianov mantuvo un contacto con los narodniki desde temprana edad y su propio hermano fue un importante miembro de la organización que acabó ahorcado en 1887 por el intento de asesinato de Alejandro III.

Lenin aprendió de los narodniki las tácticas de organización clandestina, imprescindibles para operar en una época en que se reprimía cualquier tipo de organización política. Tras la ejecución de su hermano, Lenin inició una fase muy intensa de estudio del marxismo y se alejó gradualmente de las concepciones de los populistas. En 1892-93 es ya un marxista convencido.

La kruzhkóvshchina

A finales de 1978-79 hubo una intensa lucha en el seno de otra gran organización revolucionaria rusa, antecedente de la Narodnaya Volia, llamada Zemlia i Voila (Tierra y Libertad). Había una fuerte disputa entre los partidarios de la agitación de masas, partidarios de acercarse al pueblo, y los defensores de la táctica terrorista. El principal defensor de la táctica de masas era Gueorgui Valentínovich Plejánov.

Georgi Plejánov
Georgi Plejánov

Plejánov es llamado, con justicia, el padre del marxismo ruso. Algunas de sus obras como El socialismo y la lucha política, o Sobre el desarrollo del concepto monista de la historia, tuvieron una importancia en Rusia semejante al Manifiesto Comunista en occidente. Una generación de intelectuales marxistas rusos se educó con estas lecturas.

Plejánov ya había trabajado durante la década de los 70 con pequeñas organizaciones revolucionarias que se orientaban a la propaganda de ideas socialistas entre el incipiente proletariado industrial ruso. Estas organizaciones eran grupos muy reducidos. Se estima que una de las primeras organizaciones de este tipo contaba con 19 miembros en Moscú, 11 miembros en Odessa, 8 en Kiev y algunos miembros sueltos en Járkov, Orel, Kazán y Tula.

Estos grupos operaban contactando con pequeños grupos de 3 a 5 trabajadores a los que enseñaban a leer y escribir. Les daban una instrucción básica en geografía, historia, física y otras materias. Se organizó una pequeña biblioteca para uso de los obreros.

Estos grupos duraban muy poco tiempo, apenas 2 o 3 años, hasta que eran desmantelados por las autoridades y sus miembros enviados al exilio en Siberia o la cárcel.

Pero la semilla quedó y tras la desaparición de un grupo, surgía otro. Así se inició una lenta e imperceptible diseminación de las ideas socialistas y revolucionarias entre los trabajadores, principalmente en San Petersburgo, la capital del imperio y la zona más industrializada del país.

El 6 de diciembre de 1876, un grupo de entre 150-500 personas, entre ellos algunos trabajadores, se manifiestan en la Plaza de la Catedral de Kazán. Es la primera manifestación política de trabajadores de la historia de Rusia.

A finales de la década de los 70 hay una oleada de huelgas económicas en Petersburgo, 26 en total, cifra sin precedentes en la historia del país. Surge una organización obrera de 200 miembros en la ciudad, la Unión de Trabajadores del Norte de Rusia, que solo duró unos meses en activo antes de ser aplastada por la policía.

El desarrollo de los acontecimientos enseña a los revolucionarios como Plejánov la importancia de la clase obrera y su potencial, que pasa a convertirse en el sujeto de la acción política, en el centro de la acción de las organizaciones revolucionarias. En 1883 se formó el grupo Emancipación del Trabajo, que cuenta con un Plejánov que ya ha recorrido toda la distancia ideológica que separa al narodnismo del marxismo.

El grupo Emancipación del Trabajo, malvivió durante casi 10 años en el exilio y constituyó la práctica totalidad del movimiento, ya comunista, en Rusia. Estaba compuesto de 5 miembros: Plejánov, Axelrod, Deutsch, Vera Zasúlich y V.I. Ignatov. Había más grupos de ese tipo en varias ciudades, pero estaban prácticamente aislados unos de otros por la represión zarista. En aquella época, la única forma de comunicación disponible era la correspondencia, que tenía que hacerse, las más de las veces, de forma clandestina.

En el período de los años 80 del siglo XIX hubo poca actividad huelguística en Rusia; apenas 48 huelgas en todo el país entre 1881 y 1886. Y los socialdemócratas apenas participaron o tuvieron influencia en ellas.

Pero los pequeños círculos marxistas, a pesar de su aislamiento y la represión, se reproducían y plantaban una semilla.

En este contexto, el 31 de agosto de 1893, Lenin, que se había iniciado en la preparación de obras teóricas contra los narodniki, llega a San Petersburgo y empieza a participar en un círculo marxista de estudiantes. Desde allí toma contacto con un círculo compuesto casi en su totalidad por obreros y empieza a trabajar con ellos.

Para hacernos una idea de cómo era la vida en aquellas organizaciones primitivas del movimiento político obrero, tomemos como ejemplo las palabras del propio Plejánov:

Después de trabajar en la fábrica diez u once horas diarias, y después de haber llegado a casa no antes del anochecer, el obrero se sentaba ante sus libros hasta la una de la madrugada […]. La variedad y la abundancia de cuestiones teóricas que le interesaban me dejaban boquiabierto […]. Economía política, química, asuntos sociales, y la teoría de Darwin ocupaban su atención […]. Habría necesitado décadas para saciar su sed intelectual.

Cuando pregunté a los obreros qué buscaban, exactamente, en los escritos revolucionarios, me encontré con las respuestas más diversas. En la mayoría de los casos, querían una solución para aquellos problemas que, por alguna razón, eran de especial interés para mi oyente individual en ese determinado momento. En la mente de los trabajadores tales problemas crecían enormemente, y cada trabajador tenía sus preguntas favoritas, según su carácter y sus inclinaciones. Uno de ellos estaba especialmente interesado por el problema de Dios y afirmaba que las publicaciones revolucionarias debían emplear gran parte de sus esfuerzos en destruir las creencias religiosas de la gente. A otros les interesaban los problemas políticos o históricos, o las ciencias naturales. Entre mis conocidos de las fábricas también había un individuo especialmente interesado en la cuestión de la mujer.

Los kruzhki (círculos en ruso), jugaron un papel esencial en la diseminación de las ideas marxistas entre una minoría de los trabajadores, en la creación de una inteligentsia obrera, pero los organizadores socialistas pronto observaron que los trabajadores de los círculos tomaban una actitud elitista con respecto a sus compañeros de las fábricas. Estos trabajadores de los kruzhki, en el fondo, pensaban que la clave de la emancipación radicaba en elevar el nivel de ilustración individual, que a través de una diseminación pacífica y personal de las ideas, de los conocimientos, la cultura y la ciencia, los obreros mejorarían su condición social. En palabras de Martov:

[…] se veían a sí mismos como individuos que emergían de una multitud atrasada y creaban un nuevo ambiente cultural. Pero el problema principal no era este, sino que, con dicho punto de vista, contemplaban el proceso de una futura insurgencia de su clase de una manera simplista. Creían que tal cosa sucedería gracias a la extensión de los conocimientos y los nuevos conceptos morales que ellos mismos habían adquirido en los círculos y a través de la lectura. Después de discutir con ellos, llegábamos a la sorprendente conclusión de que todo su pensamiento social era idealista, que su socialismo era aún enteramente abstracto y utópico, y que la idea de utilizar la lucha de clases para transformar ese medio no culturizado contra el cual ellos habían reaccionado a través de su propio despertar social— todavía les era absolutamente ajena.

Había que revisar la táctica.

El paso a la agitación política

En 1891 Rusia sufre una severa hambruna y la idea de dar el paso de los círculos de intelectuales a la agitación entre los obreros se abre camino. Plejánov escribe en ese momento Sobre las tareas de los socialistas, donde indica la necesidad de hacer un trabajo educativo entre el proletariado en dos niveles: la propaganda y la agitación. “Una secta puede considerar suficiente la propaganda en el sentido estricto de la palabra, un partido político nunca […]. Un propagandista da muchas ideas a una o pocas personas, mientras que un agitador da una o pocas ideas a grandes masas de gente”, escribe.

Esta llamada a la agitación no tuvo éxito, salvo entre los obreros socialistas judíos de Polonia, que sí contaban con una organización obrera de masas. Esto tuvo un efecto positivo en el movimiento huelguístico y sindical en Polonia, que vivió una intensificación de las huelgas de masas y un aumento de la afiliación a los sindicatos.

A. Kremer, un dirigente de la organización socialista judía, redactó en 1894 un folleto que tendría una importante influencia en el futuro, Ob Agitatsii (Sobre la agitación), en colaboración con Martov. Este trabajo, si bien señalaba la necesidad de realizar una agitación fuerte entre el proletariado, circunscribía esta agitación a cuestiones económicas. Esta idea de reducir la agitación a cuestiones económicas (salarios, turnos, descansos, convenios, condiciones de trabajo, vivienda, etc.) sería la base del posterior economismo, una tendencia muy importante en el movimiento socialista obrero ruso. El economismo tuvo un papel histórico importante a la hora de asentar un movimiento sindical fuerte y en poner sobre la mesa la naturaleza de la explotación económica. El énfasis en la crítica hacia el periodo de la kruzhóvshchina, el trabajo teórico en exclusiva, llevó al movimiento a abrazar el lado apuesto, este economismo, tendencia que fue combatida con fuerza por los socialdemócratas. Lenin jugó un papel importante en corregirla, pero esa ya es otra historia.

En el proceso, el movimiento socialdemócrata consiguió organizar una huelga política de masas en torno a la exigencia de la jornada de 10 horas. En mayo de 1896, 30.000 obreros participaron en la huelga, que fue organizada con seriedad y disciplina. Afectó a las fábricas textiles más importantes de Rusia. El pie estaba metido y un movimiento de intelectuales aislados ya era una facción importante de la izquierda en el país, con una agenda y un programa propios. La clase obrera rusa contaba con una expresión política propia, independiente de la burguesía.

Detrás de esto vendrían años de lucha, desencuentros, uniones y divisiones, aciertos y errores. En 1905, lo que parecía una revolución al alcance de la mano, terminó en desastre, y le siguieron años de represión. Quizá el peor golpe vino en 1914, cuando los jefes de la II Internacional deciden apoyar cada uno a sus respectivas burguesías, por encima de la solidaridad internacional de la clase obrera. Se inicia así la carnicería de obreros de 1914-18. De esa crisis nacería el poder de los Soviets que hoy conmemoramos.

Lecciones para el presente

Folleto del PTD en una concentración de trabajadores de auxiliares de ArcelorMittal
Folleto del PTD en una concentración de trabajadores de auxiliares de ArcelorMittal

En sus comienzos, las organizaciones que hicieron posibles los primeros pasos del movimiento comunista no juntaban más de 400 personas en toda Rusia, eran una minoría. Pero eso no les impidió iniciar su andadura, elaborar una teoría política correcta para su contexto y empezar a aplicarla. No hubo sorpassos, ni asaltos a los cielos, ni grandes convocatorias. Fue un trabajo de hormiga de acumulación de fuerzas que tuvo el acierto de apuntar al sujeto político que tenía el potencial de cambiar las cosas: la clase trabajadora industrial rusa.

Hoy en día, a 100 años de la revolución (de su inicio), la situación política en nuestro país muestra la gran debilidad que tiene la izquierda, la falta de influencia social entre las masas. No sólo el movimiento comunista, sino los partidos políticos más importantes del campo popular.

Muy probablemente, si contásemos con una organización con raíces profundas entre las masas trabajadoras, la crisis catalana no se estaría desenvolviendo como lo está haciendo, donde quieren obligarnos a elegir entre Rajoy y Puigdemont, entre la represión política del 155 y la secesión neoliberal de la DUI. Habría una tercera voz en discordia que se haría escuchar en los barrios obreros, en las grandes empresas, entre la clase trabajadora española y catalana, y que tendría la suficiente red de influencia social para no depender de platós de televisión ni de concesiones de los medios de comunicación de la burguesía. El escenario sería otro muy diferente.

Como en otras ocasiones, conocer la historia de los movimientos que han luchado por la emancipación del género humano, conocer las soluciones del pasado, arroja luz sobre los problemas del presente, y nos muestra, a lo lejos, el camino que debemos recorrer.

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