La confluencia obrera

Los trabajadores y trabajadoras de la gran industria, las auxiliares y las subcontratas estamos viendo como la situación laboral se complica cada vez más. En los años que han pasado desde la crisis nos hemos apretado el cinturón y hemos cedido ante la patronal, pero da la impresión de que los empresarios nunca tienen suficiente. Mientras la economía parece que se recupera y la cartera de los accionistas se llena de beneficios, nuestros empleos están en peligro constante, y hay problemas por todas partes. ¿Ha llegado el momento de volver a salir unidos a la calle?

En los últimos tiempos está habiendo varios problemas laborales en las grandes empresas industriales asturianas. Varios de ellos tienen que ver con empresas auxiliares y subcontratas.

Los compañeros de las auxiliares se han movilizado para exigir que todas las auxiliares apliquen el Convenio de Empresas Auxiliares de ArcelorMittal. Con esto quieren evitar que se haga dumping social entre empresas y asegurar unos mínimos salariales iguales para todos.

Los compañeros de Acciona, que antes estaban en Dragados, están luchando por sus empleos. La falta de carga de trabajo, la baja temeraria en la contratación, los problemas en la ejecución de inversiones… las consecuencias de los chanchullos y las peleas de los empresarios y los directivos de ArcelorMittal las pagan los trabajadores.

Incluso hay una especie de ETT funcionando en torno a las obras en ArcelorMittal, que está haciendo cesión ilegal de trabajadores y que es el último recurso de compañeros que se quedan sin trabajo. Hay gente que ha trabajado 12 horas seguidas, durante varios días, picando hormigón con el martillo neumático. ¿Quién aguanta ese ritmo de trabajo infernal? Ya sabéis como funciona esto: o tragas con lo que hay, o a la calle.

Muy cerca nuestro, en Alcoa, los compañeros de Montrasa siguen luchando después de 20 meses por su reincorporación a sus puestos de trabajo. Están librando una dura batalla judicial, les han intentado «tirar mierda encima», y una multinacional que recibe millones de euros en subvención eléctrica mira para otro lado.

Aunque no solo en estas empresas hay problemas. La situación laboral en las empresas matriz, como Alcoa o ArcelorMittal, también es precaria. También hay eventualidad por un tubo, un año de trabajo y 4 meses al paro, y hay gente que lleva así años. ¿Cómo se puede ser eventual durante 10 o 15 años en el mismo centro de trabajo?

Todas las multinacionales están poniendo en marcha planes de productividad, que consisten en introducir máquinas y sistemas para ahorrar tiempo de producción. Pero en manos de esta gente, esto se traduce en reducción de personal. En ArcelorMIttal se calcula que van a reducir 300 puestos de trabajo en los próximos años. Por ahora dicen que lo van a hacer de forma “no traumática”, vía jubilaciones, o eliminando contratos relevo. Pero esto puede cambiar de la noche a la mañana, no nos podemos fiar de lo que diga la empresa.

En manos de los capitalistas, la productividad y la introducción de nuevas máquinas, en vez de liberarnos del esfuerzo y reducir nuestra jornada, se traduce en desempleo para unos y aumento de la explotación para los que sigan trabajando: en lugar de distribuir la carga de trabajo para reducir las jornadas, mejorar nuestra calidad de vida y poner la tecnología al servicio de la sociedad, los capitalistas la utilizan para reducir plantilla, manteniendo o aumentando la carga de trabajo entre los “afortunados” que mantienen el puesto. El empresario pone la tecnología al servicio de sus intereses privados.

El empleo en el sector energético (las térmicas y el carbón) también están amenazados, hay sobre la mesa un intento de reducir las emisiones de CO2 de manera acelerada, siguiendo las directrices de la UE. El problema es que estos planes no tienen criterio social alguno, no se ofrece alternativa de empleo, ni futuro para las comarcas afectadas. Esto también pone en peligro al resto de industrias que dependen de la energía y que van a estar sometidas al nuevo sistema de comercio de emisiones de CO2. Los sindicatos han puesto el grito en el cielo, y con razón. No se debería aceptar ningún plan de “descarbonización” que no incluya un plan social para no destruir empleos.

Sirvan esto ejemplos para ilustrar que hay problemas en todas partes y que los que estamos pagando el pato, al final, somos los trabajadores y trabajadoras.

Dos caminos posibles

Ante esta situación tenemos dos opciones:

1.Hacer lo que hemos estado haciendo hasta ahora desde hace años: Que cada palo aguante su vela. Cada colectivo de trabajadores en conflicto busca la solución a su problema concreto e intenta capear el temporal como puede. Se hacen algunas concentraciones, alguna huelga y algún paro. Se va a hablar con los políticos y estos sacan alguna declaración institucional. En ocasiones se minimiza el daño, se logra que se reduzcan los despidos, se logra algún acuerdo. La mayoría de las veces esto se traduce en un retroceso en derechos y condiciones laborales. Solo queda esperar al siguiente ataque de la patronal.

Incluso hay veces que se producen conflictos de intereses entre plantillas, subcontratas, categorías, etc…

Hay compañeros que dicen, y no les falta parte de razón, que cada conflicto es un mundo, y que hay procurar que se visibilice. Cada conflicto tiene aspectos concretos que hay que solucionar de forma concreta.

Pero aquí nos encontramos con un problema de correlación de fuerzas. Cuando un colectivo de trabajadores se enfrenta a una gran multinacional, estamos ante una disparidad de fuerzas aplastante. El pez grande se come al pequeño y las probabilidades de éxito son mínimas.

A nadie se nos escapa que este enfoque de la lucha no ha traído muy buenos resultados para los trabajadores en su conjunto. El retroceso en derechos y el aumento del nivel de presión y explotación desde hace años es palpable.

2. La confluencia obrera: Unificar las distintas luchas: Es aplicar la vieja idea de que la unión hace la fuerza, que ha sido la base de muchas movilizaciones obreras. Aumentar el número de trabajadores y trabajadoras movilizándose y actuando conjuntamente y de forma coordinada. Llevar la movilización a más empresas, auxiliares, subcontratas, etc… Al golpear en más sitios a la vez se reduce la capacidad de respuesta del adversario, en este caso la multinacional, el pez grande. Esta es la forma en que grupos aparentemente pequeños y separados, al unirse, coordinarse y organizarse, se convierten en una fuerza capaz de derrotar a un adversario grande y poderoso.

El sindicalismo tiene su origen histórico en la aplicación de esta idea.

La confluencia obrera no está reñida con la resolución de cada problemática concreta, muchas veces sólo hace falta cambiar un par de nombres y números y hurgar en el fondo de la cuestión para darnos cuenta de que son luchas más similares de lo que parece, no hay una contradicción entre una cosa y otra. Los compañeros que insisten en esta contradicción cometen un error. De hecho, la confluencia obrera puede reforzar la lucha de cada colectivo, lo importante es poner encima de la mesa los puntos y reivindicaciones comunes.

¿Confluir? ¿En base a qué?

Asamblea de delegados de empresas auxiliares de ArcelorMittal al finalizar una concentración. Foto: Alisa Guerrero
Asamblea de delegados de empresas auxiliares de ArcelorMittal al finalizar una concentración. Foto: Alisa Guerrero

En base a los puntos comunes y las soluciones al problema que nos afecta a todos. En el caso de los trabajadores y trabajadoras de la industria asturiana, seamos de la matriz o de las subcontratas, hay una raíz común.

Esta raíz es el tremendo poder e impunidad con que actúan las grande empresas, que presionan para reducir costes en toda la cadena de suministro. Así, la búsqueda de mejores resultados de ArcelorMittal, lleva a su departamento de compras a intentar recortar el gasto, esto les lleva a buscar más competencia entre las subcontratas, que se peleen por bajar el precio que ofertan por las obras y contratos. A su vez esto lleva a que la subcontrata recorte su gasto de personal, en seguridad laboral, a exigir más horas de trabajo por menos salarios, a trapicheos, a saltarse el convenio, etc… La competitividad de la que hablan algunos es esto.

Es la fuerza del mercado puesta en marcha, es la ley de la oferta y la demanda, una fuerza irresistible. Y frente a esta fuerza, frente a esta corriente de fondo, no hay nadie que se pueda salvar y quedar al margen por su cuenta. Al final nos alcanza a todos.

Algunos pueden pensar en buscar algún acuerdo con las empresas o la multinacional para salvarse, de esta forma caen en el error de no ver que simplemente están postergando el problema, al final la marea de la competitividad les alcanzará a ellos también, y ya no quedará nadie para ayudarles.

El resultado de años de lucha de pequeños grupos, de pequeñas guerritas, está a la vista de todos nosotros.

El análisis que hacemos en el Partido del Trabajo Democrático, tras ver la situación actual en la industria, es que es necesaria una movilización política unitaria de todos los trabajadores y trabajadoras, de las distintas empresas auxiliares y subcontratas, junto a los compañeros y compañeras de las empresas principales como ArcelorMittal, Alcoa y otras.

Por un cambio en la política económica

En el trabajo estamos sufriendo las consecuencias de las políticas económicas que se han puesto en marcha desde hace años por los distintos poderes.

Las leyes se han hecho en interés de los grandes  empresarios, capitalistas y la banca. La lógica que guía la política económica desde hace muchos años, que tiene su impulso en Madrid, pero también en Bruselas, se basa en la lógica del mercado y la competitividad. Y esto se está aplicando también a las relaciones laborales y los derechos sociales colectivos.

Por tanto, no se trata solo de reivindicaciones sindicales, de convenio o sectoriales. Debemos exigir al estado medidas de control y protección activas de los derechos laborales y sociales de la clase trabajadora. Es decir, tenemos que dar una lucha política como trabajadores, como clase obrera, y esto se debe concretar en demandas y reivindicaciones políticas, a las autoridades que tienen poder sobre estas cuestiones.

Una confluencia a tres niveles

Hay tres niveles de la administración que tienen poder sobre la economía. La administración regional, el estado central y la Unión Europea. Podemos presionar al gobierno regional y conseguir cosas, pero seguimos teniendo por encima otros poderes mayores que condicionan la situación laboral y económica.

Ante cada uno de ellos hay que plantear exigencias, y hay que plantear un nivel de movilización. Frente al gobierno regional hay que unificar la lucha con los trabajadores de las grandes empresas de la región.

Ante el gobierno de España hay que buscar alianzas y confluencia con los compañeros y compañeras de sector y de las distintas regiones.

Pero no debemos olvidarnos de que la política económica estratégica y las grandes orientaciones, vienen de Europa a través de directivas que los gobiernos nacionales tienen que traducir en leyes. A ese nivel también tenemos que confluir  con los trabajadores de otros países de la UE, con propuestas que luchen por otra orientación de la economía a favor de los trabajadores y no de los capitalistas.


Algunas reivindicaciones para el Estado y la Unión Europea:

Sin ser una lista exhaustiva, aquí van alguna ideas de que reivindicaciones sobre política económica por las que deberíamos luchar los trabajadores y trabajadoras y que podría ser el núcleo de una movilización de compañeros y compañeras de las empresas industriales.

Al gobierno regional

  • Condicionar cualquier ayuda pública y subvención a las empresas al cumplimiento de compromisos sociales, medioambientales y de empleo.
  • Entrada en el accionariado de las grandes compañías que operan en la región. Creación de Joint Ventures.

Al Gobierno de España

  • Derogación de la última reforma laboral y elaboración de un Nuevo Estatuto de los trabajadores y trabajadoras.
  • Legislación de precios mínimos de subcontratación, que prohiba hacer ofertas por debajo del coste, para impedir las bajas temerarias.
  • Limitación de la externalización a lo mínimo imprescindible. Solo se podrá subcontratar en caso de que la empresa no disponga de medios para hacer el trabajo y solo en casos excepcionales. Los trabajadores de subcontratas y auxiliares que no cumplan estos requisitos pasarán a formar parte de la plantilla normal de la multinacional.
  • Triplicar el número de inspectores de trabajo y reformar al inspección para darle más poder y más independencia con respecto a los políticos de turno y los empresarios.
  • Reducción por ley de la jornada laboral a 30 horas semanales sin pérdida de poder adquisitivo. Cobrar más por trabajar menos. Así los empresarios tendrán que contratar más personal y generar más empleo.
  • Nacionalización de los sectores estratégicos como la siderurgia y la energía.

A la Unión Europea

  • Supresión de los artículos 101 a 109 del Tratado de Lisboa que someten a las empresas públicas a los criterios de competitividad. Así se podría sostener un sector público estratégico con criterios sociales.

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