El salario, la plusvalía y la desigualdad
Desde los tiempos más remotos del capitalismo los salarios de los trabajadores y trabajadoras han sido objeto de disputa. Ya fuese por la cuantía del salario, por la cantidad de mercancías que creaban con el mismo salario o por la extensión de la jornada laboral con respecto al salario. Los trabajadores y la patronal siempre han tenido un tira y afloja para incrementar o recortar el salario. Esta lucha por el salario ha adquirido diversas formas para la clase obrera, con el objetivo de luchar contra su empobrecimiento progresivo y, en varios casos históricos, con el objetivo de acabar con las desigualdades imperantes.
Nuestro país y el mundo entero ha atravesado épocas de crecimiento económico y se ha inmerso en una épocas de caótica crisis económica. En todas ellas la Patronal siempre ha puesto en el centro de atención al salario.
Durante los primeros años de la profunda crisis económica desatada en España, al igual que en el resto del mundo, la CEOE reclamaba que “hay que trabajar más y ganar menos para salir de la crisis”. Reclamaba, por tanto, que se ampliara la jornada laboral cobrando un sueldo menor.
La realidad no se situó muy lejos. Los salarios no solo se estancaron sino que, incluso, retrocedieron. El salario medio neto de la clase obrera retrocedió en varios años. Y el salario real, en relación a la evolución de los precios, arroja un importante retroceso desde el año 2008, lo cual significa que se ha producido una devaluación salarial. Muchos trabajadores y trabajadoras se vieron obligadas a hacer horas extras para mantener su poder adquisitivo, otros y otras muchas perdieron el puesto de trabajo y recuperaron otro con peores condiciones laborales que empeoró su calidad de vida, los empleados públicos vieron aumentada su jornada laboral y reducido su salario, etc. Al final, la CEOE conseguía lo que reclamaba.
En este momento coyuntural de crecimiento económico endeble la Patronal sigue insistiendo en la moderación salarial, la cual ha provocado grandes pérdidas en el salario real de la clase obrera. En 2015 planteaba que “aunque creemos empleo y el PIB crezca más de lo previsto, no estamos todavía para grandes fiestas y debemos seguir con la moderación”. Y, recientemente, el Gobierno se pronunciaba de la misma manera en relación al salario y ante las exigencias de los sindicatos para que las y los trabajadores también perciban parte del crecimiento económico: “La mejora del empleo tiene que ir acompañada de una ganancia de poder adquisitivo para los trabajadores” y “también debe ir acompañada de una ganancia de la competitividad”. Evidentemente aquí nada es gratis, si los trabajadores ganan poder adquisitivo moderadamente o lo mantienen, esto debe ser a costa de aumentar mucho más su productividad y, por tanto, aumentar su explotación. Siempre hay alguna trampa.
En todo momento el salario se coloca en el centro de atención de la Patronal y de la gestión económica del país. Pero se coloca en proporción a otro elemento. Un elemento que los gurús del capitalismo han ocultado, haciéndolo pasar por la rentabilidad del capital invertido o como un derecho inalienable, cuando no han podido engañarnos con la terminología. De este elemento procede la ganancia capitalista. Cuanto menor es el salario, mayor es la productividad o ambas, mayor será este elemento y, por tanto, mayor será la ganancia. Por ello la insistencia de la Patronal y del Gobierno por producir más por menos.
Arrojemos un poco de luz sobre este elemento, que tan misterioso ha hecho la propaganda económica de los ideólogos del capitalismo.