En defensa del derecho a la pensión

En enero de este año, una carta muy cordial llegó a millones de domicilios en España. Iba firmada por la Ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez y se dirigía a nuestros "estimados pensionistas". En ella se anunciaba la ya famosa "subida de mierda" del 0.25% de las pensiones para el año 2018 y se agradecía, quizás precipitadamente, su comprensión a los afectados.

La excusa «barata» (nunca mejor dicho) que nos ofrecía el gobierno en el Real Decreto en el que publicaba este generoso incremento, es que la ley les impide subirlas más este año. Porque como no han sido capaces de sacar unos nuevos Presupuestos Generales para el 2018, pues se han tenido que prorrogar los Presupuestos del 2017 y resulta que es que ahí ya venía establecida una subida del 0.25% para ese año… Y claro, la ley es la ley y un plato es un plato… Si esto no fuera así a lo mejor ni tan siquiera nos habrían subido ese 0.25%, puesto que si no pueden subirlo menos, también es por la ley.

Mientras tanto, en la vida real, los precios siguen subiendo tal y como nos muestra el incremento del IPC. Y esta broma de mal gusto del 0.25, fruto de la incompetencia de quienes nos gobiernan, hace que las personas más vulnerables de nuestra sociedad, las personas dependientes, pierdan aún más poder adquisitivo y sufran muchos de ellos (y más aún ellas) un deterioro importante de sus condiciones de vida. En efecto, cuando pensamos en «pensiones», pensamos automáticamente en jubilaciones, pero no debemos olvidar que la categoría «pensionista» incluye también a las personas incapacitadas para el trabajo y aquellas con necesidades especiales.

Mientras tanto, también aumenta el PIB es decir que la economía sigue creciendo. En los telediarios no paran de repetirnos que estamos saliendo de la crisis y que se está generando empleo.

Pues bien, si nos vamos a las medidas tomadas por el gobierno en la última reforma laboral para fomentar el empleo, nos encontramos con una medida estrella que son las bonificaciones otorgadas a los empresarios por contratar a personas que cumplan determinados requisitos (jóvenes, mujeres, parados de entre 16 y 30 años y mayores de 45, discapacitados…) o por hacer contratos indefinidos a quienes estuvieran ya trabajando para la empresa.

Estas suculentas bonificaciones efectivamente han estimulado la creación de empleo. La cuestión es ¿a costa de qué? Básicamente a costa de reducir o incluso eliminar en algunos casos, la parte de la cuota de cotización a la Seguridad Social que antes recaía sobre los empresarios, por cada trabajador contratado (23,6% del salario en el régimen general).

Esta medida tiene dos efectos fundamentales en las arcas del Estado. El primero es que se reduce su capacidad recaudatoria, puesto que los empresarios se ahorran gran parte de lo que antes pagaban a la Seguridad Social. El segundo es que se aumenta el gasto puesto que el Estado tiene ahora que cubrir con dinero público, esas cotizaciones que antes recaían sobre los empresarios. No es ninguna casualidad por tanto, que el saqueo por parte del PP de la llamada «hucha de las pensiones» comenzara precisamente en 2012, a raíz de esta reforma laboral.

Nómina mensual de pensiones. INE.

Si a esta subida de mierda le sumamos la situación de paro enquistado que estas bonificaciones pretendían solucionar, nos encontramos con que muchas familias aún hoy tienen que sobrevivir con la pensión de sus mayores,  cuya media en España es de 1077,5€ al mes, con una brecha reseñable de 450€ entre hombres (1247€) y mujeres (797€). Y ya si ampliamos el prisma al resto de pensionistas que mencionábamos al principio, la media desciende hasta los 932€ al mes. Todo esto según las propias estadísticas del INSS.

Por si esto fuera poco, tenemos que tener bien presente que hay casi dos millones y medio de personas (el 25% de los pensionistas) condenadas a sobrevivir con la pensión mínima. Estas pensiones oscilan entre los 606,6€ al mes para personas sin cónyuge a su cargo y los 788,9€ al mes para quienes tengan un cónyuge a su cargo. Se aplican tanto a los jubilados mayores de 65 años, como a personas con incapacidad permanente y absoluta o incapacidad parcial permanente por enfermedad del trabajo.

Este es ya el segundo año consecutivo que le piden a los pensionistas «aguantar» con esos niveles de ingresos. Y es que estos sacrificios,  esa «comprensión», siempre nos la exigen a los mismos, para que la economía florezca… Pero claro, ¿la economía de quién? Por ejemplo el señor Francisco González (actual presidente del BBVA) en 2009, en plena crisis económica, al cumplir los 65 años externalizó nada menos que 79,7 millones de euros para su futura jubilación. Otro ejemplo: a finales del año pasado, los cuatro consejeros del Banco Santander ya tenían acumulados 124,1 millones, de los cuáles 16,5 los habían obtenido solamente durante el año 2017. Esto sin contar, claro está, los años que aún les quedan para seguir ahorrando más y más y más… Este tipo de gente se hace sus propias «huchas» millonarias, con todo el apoyo de los gobernantes, quienes por supuesto también se llevan su parte.

Sin embargo ahora que se va acercando silenciosamente la edad de jubilación de la llamada generación del baby boom, cambian el discurso acerca de nuestro derecho a la pensión. Ahora, en toda Europa, nos hablan de inviabilidad, de insostenibilidad… El Informe del BBVA -si, ese ese, el de los 79,7 millones- nos advierte, sin ningún tipo de pudor, que para que fuera sostenible tendríamos que trabajar ¡hasta los 72 años! La señora Celia VillaCandyCrush y el señor M. Punto Rajoy nos dicen, de la mano de dicho informe -y de la clase social a la que todos ellos representan-, que nos preparemos para ir ahorrando.

¿Ahorrando más? ¿Es que acaso toda una vida cotizando a la Seguridad Social no es suficiente «mochila»? Pues no, parece que para ellos nunca es suficiente y para colmo parece también que nos quieren retratar, precisamente a nosotros, de vagos, por no «querer» trabajar ni hasta los 72 ni hasta los 67 años.

Tendríamos que ser muchas más personas diciéndole a estos hipócritas «robamillones» que no es simplemente que no queramos, que es que resulta que la mayoría nos hemos estado partiendo el lomo, literalmente, durante décadas de trabajos agotadores que nos han dejado los músculos y los huesos en un estado, esta vez si, insostenible.

Y ahora que ya no nos queda ni una gota de fuerza porque nos las han consumido todas, nos dicen que es que nuestro derecho a la pensión es insostenible… ¿Pero cómo carajo va a ser sostenible si cada vez le regalan una mayor parte del pastel a los empresarios y banqueros?

No contentos con habernos saqueado durante todas nuestras vidas, ahora pretenden saquearnos también nuestros últimos años. Ahora, cuando ya no podemos más con nuestros cuerpos, nos tiran a la basura para poder seguir saqueando a nuestros hijos y nietos de forma aún más voraz, negándoles los derechos que tanto nos ha costado pelear.

Ante semejante atropello, la clase trabajadora debe contestar de forma contundente y unitaria, sobre todo en las calles, de la mano de los pensionistas que este 17 de marzo se reúnen a las 18h en la puerta del Sol de Madrid. También a estas movilizaciones debería unirse el movimiento feminista que tan esperanzadora manifestación organizó el pasado 8 de marzo, puesto que como hemos visto, también en las pensiones se observa esa violenta desigualdad entre hombres y mujeres. Por todas aquellas mujeres que durante tanto tiempo han sido relegadas al trabajo doméstico sin ningún tipo de retribución y que ahora se ven abandonadas a su suerte.

Pero es que esta movilización no sólo debe exigir que se vuelvan a ajustar las pensiones a las subidas de los precios (IPC), que es lo mínimo para no perder aún más poder adquisitivo. Si no que también debe exigir medidas que vayan más allá, como retirar las bonificaciones y exigir un aumento del tipo de cotización (%) a pagar por los empresarios, aprovechando ese incremento del PIB, para así poder asegurar unas pensiones públicas dignas. Exigir también que se mejoren las condiciones laborales para que las cotizaciones a la SS puedan ser más cuantiosas. Y de paso, por qué no, dado que la clase trabajadora es ahora más productiva, exigir que se reduzca la edad de jubilación para que los jóvenes puedan tomar efectivamente el relevo de los mayores, sobre todo en aquellos empleos que conllevan un mayor deterioro de las condiciones físicas (industria, hostelería,  limpieza, auxiliares de geriatría, albañilería,  transporte…).

Debemos ser capaces de mantener el pulso, demostrándoles una vez más que nuestra fuerza reside en nuestra unidad.

Y decirles alto y claro a quienes nos toman por idiotas, que el problema no es, ni mucho menos, que nosotros vivamos demasiado, sino que ellos son unos parásitos que viven y se enriquecen constantemente a nuestra costa. Y que lo único que hay aquí de insostenible, de inviable y de insoportable son sus privilegios y el sistema sobre el que se asientan.

¡Basta ya! ¡No somos objetos de usar y tirar!

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