Continúa la lucha de los trabajadores de Telefónica

A pesar de llevar cerca de un año de movilizaciones, Telefónica mantiene su actitud déspota y prepotente, negándose a negociar, incumpliendo el convenio, y empeorando aún más la situación con nuevas medidas que endurecen y dificultan la vida de los trabajadores.

D. Fernández
D. Fernández
Ingeniero y marxista, convencido de que un mundo mejor es posible y está a nuestro alcance.

Lo que empezó como un conflicto aparentemente menor, debido a las prácticas mafiosas en la Dirección de Sistemas y Servicios, ha terminado mostrando la verdadera cara de la empresa: a la mala situación en DSS ha habido que añadir incumplimientos de convenio, amenazas y trabas para la acción sindical, y, en última instancia, un nuevo modelo de jornada continua, que interfiere directamente en la vida diaria de los trabajadores y que la empresa ha implantado en un centro (Aravaca) como prueba para terminar implantándolo en todos.

Con este nuevo horario, sin apenas descansos, resulta prácticamente imposible tener una comida en condiciones, y, teniendo en cuenta la distancia a la que se encuentra Distrito T de la mayoría de barrios de la capital, muchos compañeros y compañeras de Telefónica se encuentran con dificultades añadidas para conciliar su vida laboral y familiar. Y, mientras tanto, la empresa se niega además a implementar medidas que permitan el teletrabajo, obligando a los trabajadores a desplazarse hasta una sede situada en una zona que sufre de claros problemas de transporte: larguísimos trayectos en transporte público, atascos, dificultades para aparcar vehículos particulares… Todo para llegar al puesto de trabajo, y tragarse ocho horas del tirón, sin descansar, casi sin comer, y luego salir escopetados de vuelta a casa para no llegar directamente a la cena. Por si esto fuera poco, en determinadas secciones como DSS los trabajadores se han visto además obligados a soportar presiones y entornos de trabajo, cuanto menos, poco favorables.

¿Resultado? Los trabajadores de Telefónica viven por y para la empresa: si sumamos las horas de trabajo con las de transporte (lo que en el mundo anglosajón denominan commuting), salen fácilmente jornadas de 10 u 11 horas, en las que se ha soportar altos ritmos de trabajo e ir tirando con un bocadillo o lo que se pueda tragar, casi sin masticar, en el escaso descanso que dan. ¿Lo de tener tiempo libre, una familia, descansar…? Eso no va con las empresas competitivas del siglo XXI, las que abanderan “la revolución tecnológica”, las más informatizadas y con más tecnología a su alcance de la historia, pero que, tras mucha palabrería anglosajona sobre motivación, trabajo “en equipo” y espíritu corporativo, ofrecen a los trabajadores la misma realidad de siempre: producir hasta la extenuación de nuestra fuerza de trabajo, para generar beneficios para directivos y accionistas.

Y es que, mientras tiene lugar toda esta lucha, Telefónica ganó el año pasado 3312 millones de euros, un aumento del 32,2%1, lo que va a permitir a la empresa ofrecer un dividendo de 40 céntimos por acción para este año 2018. Dividendos que van a ir, en su mayoría, a manos del capital financiero (BBVA se embolsará aproximadamente 107.000.000 euros, CaixaBank se llevará 104.000.000 euros) y fondos buitre (Blackrock Inc, el que tiene una mayor participación, obtendrá 137.000.000 euros); es decir, que los trabajadores de Telefónica van a contribuir al rescate de la banca indirectamente, a través de sus impuestos, y directamente, a través de la riqueza generada por su trabajo de la que apenas van a percibir una minúscula fracción. Si miramos dentro de “la casa”, veremos, por ejemplo, que el señor Francisco José Riberas, consejero de la empresa, se va a llevar limpios 1.000.000 de euros gracias a sus 2.5 millones de acciones, mientras que José María Álvarez Pallete, presidente ejecutivo, se embolsará 640.000 euros gracias a su 1,6 millones de acciones. Pero resulta que los trabajadores de Telefónica, los que han producido toda esa riqueza con su trabajo, día a día, no pueden ni parar a comer.

Frente a esta situación intolerable, las organizaciones sindicales, con CCOO a la cabeza, se han movilizado en repetidas ocasiones para defender los intereses de los trabajadores, mostrando un gran compromiso y, por lo general, una buena disposición para la colaboración y la unidad. Gracias, precisamente, a esas movilizaciones, a la unidad de la plantilla entorno a sus representantes, y a la inteligencia de esos representantes sabiendo dejar al margen sus diferencias para presentar un frente unido, la empresa se ha visto obligada a moverse, y ha terminado destituyendo a la responsable de DSS que inició todo el proceso de lucha.

Llegados a este punto, sin embargo, no es suficiente con eso: cuando se incumple sistemáticamente el convenio, cuando se falta al respeto y se pasa por alto a los representantes de los trabajadores, cuando se siguen tomando medidas, como la nueva (e infumable) jornada, no basta con una cabeza de turco, con un movimiento interesado de la empresa que disfraza como una concesión. Ahora, es necesario seguir cultivando el espíritu de unidad, hacerlo extensivo a toda la plantilla, y resistir los intentos de la empresa de dividir a los trabajadores mediante prebendas y beneficios: de nada sirve que se solucionen los problemas concretos en DSS, si mientras tanto surgen nuevos problemas generales en el conjunto de la empresa. Manteniendo la unidad y el espíritu combativo, recurriendo a nuestras armas, podemos doblar el brazo a la empresa; pero si aceptamos únicamente modificaciones estéticas, cambios mínimos, estamos aceptando pan para hoy y hambre para mañana. Y es posible que, cuando llegue el hambre de mañana, nos encontremos con representantes sindicales menos combativos, con una plantilla menos solidaria, con leyes que restrinjan aún más las movilizaciones…

Más aún, es importante cuestionar no sólo los problemas que se manifiestan, sino las causas de esos problemas: si solucionamos un problema con lucha y esfuerzo, pero no señalamos su causa, nos terminaremos encontrando, más temprano que tarde, con el mismo problema, una y otra vez. En el caso de Telefónica, la raíz de todos estos problemas no es otra que el carácter anti-democrático de los centros de trabajo: espacios en los que pasamos, como mínimo, ocho horas al día, en los que aplicamos nuestra inteligencia, nuestra energía, nuestra fuerza de trabajo, para transformar el mundo que nos rodea… y espacios en los que rige el ordeno y mando de directivos, capataces y jefecillos varios que dirigen nuestras vidas sin que tengamos ninguna opción de elegirles o de revocarles, y pocas opciones de obligarles a rendir cuentas.

Esta organización de trabajo, que se reproduce en todas las empresas privadas, es la causante de los problemas de los trabajadores de Telefónica. Y, mientras persista una organización del trabajo basada en el ordeno y mando de aspirantes a dictador, mientras persista la falta de órganos de control y gestión democrático de la empresa, nos encontraremos una y otra vez con el mismo problema: que nosotros, los que producimos toda la riqueza, no contamos para nada más que para trabajar.

Notas

  1. https://www.elespanol.com/economia/empresas/20180222/claves-explican-millones-beneficio-telefonica/286971467_0.html

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