El comité de empresa de Servicios Logísticos Martorell Siglo XXI (SLM), una subcontrata de SEAT del grupo aragonés Sesé que se encarga de la logística de piezas y componente, ha convocado huelga para los días 1,2 y 3 de agosto, los últimos tres días de trabajo en la planta, antes del parón vacacional.
El motivo de los paros es la pretensión de la empresa de externalizar el trabajo en el almacén inteligente, una nueva nave de 50.000 metros cuadrados próxima a la factoría de SEAT Martorell. SLM pretende así aumentar la eficiencia de sus operaciones y ahorrar costes. El almacén trabaja al mismo ritmo que la cadena de montaje, lo que significa que los paros pueden afectar a toda producción.
Los trabajadores tienen todas las razones del mundo para temer que esta operación conlleve pérdidas de empleos y un empeoramiento de las condiciones laborales, pues la plantilla dejaría de estar cubierta por el convenio del metal de Barcelona. Son 800 trabajadores los que se verían afectados (500 fijos y 300 eventuales de ETT).
La situación se ha agravado pues la empresa, al día siguiente de ser presentado el preaviso de huelga, ha abierto expediente a tres delegados sindicales por «motivos disciplinarios». Y además, según CC.OO., algunos representantes del sindicato se han recibido amenazas anónimas.
La cadena de subcontratación debe ser regulada
Que las empresas tengan la capacidad legal de subcontratar partes de la producción a terceros en varios niveles de profundidad es uno de los mecanismos clave del capitalismo neoliberal. La cadena de subcontratación busca, sobre el papel, la especialización funcional. Es decir, que cada parte de la producción sea realizada por un agente especializado. Pero en realidad esto no es necesario. Históricamente las grandes empresas y factorías fueron capaces de alcanzar altos niveles de especialización funcional dentro de ellas, sin necesidad de subcontratar.
En realidad, todo el asunto de la subcontratación gira alrededor de un mismo punto que a es la motivación principal de los capitalistas: el incremento de las ganancias. Una forma de hacerlo es a través del ahorro de costes, que en última instancia recae sobre los salarios y condiciones de trabajo de las plantillas de las subcontratas y de la matriz.
A fin de cuentas, no existe razón técnica alguna para que los trabajadores de SLM sean una empresa aparte de SEAT, ni que los trabajadores de SEAT sean una empresa aparte de los de Volkswagen. La única razón es económica, distintos convenios, distintos regímenes de trabajo y sobretodo cortar la plantilla real en cachitos, para intentar evitar que se organicen y se unan contra el capitalista.
La regulación de las cadenas de subcontratación y su limitación a los casos en los que sea estrictamente necesario por razones productivas es uno de los objetivos estratégicos que tendrá que afrontar el sindicalismo del siglo XXI. ¡Todos a la matriz! Esa es la consigna.
¿El trabajador al servicio de la máquina, o la máquina al servicio del trabajador?
La introducción de automatizaciones, maquinas, robótica y sistemas informáticos en la producción y logística industrial es una fuerte tendencia en la economía actual. Allí donde los capitalistas ven que es viable económicamente introducir tecnología para aumentar la productividad, lo hacen.
Por supuesto, su motivación no es descargar de tareas a los trabajadores y hacerles la vida más fácil. Al contrario, la automatización, en las condiciones de la economía capitalista, suele venir acompañada de regulaciones de empleo y aumento de la intensidad y carga de trabajo de los operarios. En manos del capital, la máquina se convierte en una herramienta para aumentar la explotación del obrero, no para aligerar el peso del trabajo.
Hay políticas estratégicas que los trabajadores pueden reclamar para contrarrestar esta tendencia.
Trabajar menos para trabajar todos
Una sería la lucha por la reducción de la jornada laboral sin reducción de salarios vía estatuto de los trabajadores. Al reducir la jornada laboral máxima, se obliga a los empresarios a contratar más personal para cubrir las necesidades de producción, neutralizando así los despidos y generando más empleos globales.
Reducir el ritmo de trabajo
Otra es la lucha por establecer ritmos máximos de trabajo teniendo en cuenta la salud laboral. Hay varias técnicas disponibles para ello y sistemas de medición diferentes. No es lo mismo que en la empresa se use un sistema de medición de ritmos recomendado por la OIT, a que se use uno mucho más intenso y perjudicial para los trabajadores, o directamente ninguno. Los trabajadores de la planta de PSA en Villaverde, con uno de los sistemas más duros de todo el grupo, pueden dar fe de ello.
Un ritmo menos intenso significa que la empresa tiene que usar más personal para mantener la producción. En todo caso, el ritmo de trabajo también puede ser objeto de presión sindical en las negociaciones con los empresarios.
Lo que está claro es que una parte esencial de la lucha por el empleo y unas buenas condiciones de trabajo es la que se da día a día en las empresas y sectores de nuestro país. La presión de los trabajadores es un pilar fundamental a la hora de pararle los pies a la patronal, que en su carrera sin fin por el beneficio siempre intenta exprimir más a los trabajadores, y deja tras de si un reguero de despidos y explotación.