Resulta difícil imaginar que aún quede gente que desconozca el conflicto de Amazon en Lucha, después del seguimiento mediático que ha alcanzado, superando las fronteras españolas y llegando a medios de todo el mundo. Y no sólo a medios, sino a otras plantas de la multinacional, animando a compañeros alemanes, polacos, italianos, ingleses e incluso estadounidenses a sumarse a la lucha, convirtiendo lo que empezó como un conflicto local, a nivel de planta, en un auténtico pulso entre la plantilla de más de 600.000 trabajadores y la oligarquía burocrática de directivos, encabezada por Jeff Bezos, que dirige la empresa con mano de hierro. Casi todo el mundo ha visto cómo la policía cargó contra los trabajadores en huelga, causando lesiones de consideración y deteniendo a varios compañeros, y las muestras de solidaridad han llegado desde todas las partes del mundo: Francia, Turquía, Guatemala…
Aún así, comencemos con una pequeña historia del conflicto. En el caso de la planta MAD4 de San Fernando de Henares, el detonante fue un problema ocurrido a raíz del convenio: cuando Amazon inauguró esta planta, lo hizo ofreciendo un convenio propio, rechazando el convenio sectorial. Así, ofreció a sus trabajadores unas condiciones salariales de entrada algo inferiores a las del sector durante los seis primeros meses, a cambio de una mejora por encima del convenio sectorial una vez terminara ese primer periodo. En la práctica, esto se tradujo en que, al cabo de seis meses, la mayoría de los trabajadores eran candidatos claros para abandonar la empresa; y, como resultado, Amazon consiguió disfrazar como una buena oferta una política corporativa que le permitió disponer de una plantilla con condiciones inferiores a la media del sector. De este modo, prácticamente el 60% de la plantilla era contratada de forma temporal, incluso con contratos semanales; mientras, en el convenio sectorial la limitación para la contratación temporal se fijaba en el 25% de la plantilla.
Con este panorama, nos encontramos además con un trabajo en el interior de la planta totalmente insoportable, con ritmos imposibles de mantener, un control absoluto y férreo de los tiempos, presiones constantes a la plantilla… Los trabajadores de Amazon se ven obligados a caminar casi veinte kilómetros al día, tienen que coger un producto cada 33 segundos, e incluso tienen controlado el tiempo que pueden emplear para ir al baño, gracias a las herramientas tecnológicas que usa la multinacional: desde pulseras para localizar a sus trabajadores, hasta pistolas de marcado del producto con cronómetros incorporados para presionar a los trabajadores en el picking. Estas condiciones insoportables han provocado una situación crítica de salud laboral para los trabajadores, conllevando dolorosas lesiones como el desgaste de la cabeza del fémur a causa de los kilómetros que se ven obligados a caminar y de los ritmos que les exigen mantener, que pueden llegar a causa la incapacidad laboral. Como resultado, desde 2012 hasta 2018 la tasa de bajas ha aumentado del 3% al 11%, y se espera que siga subiendo si se mantienen estas condiciones. El modelo de negocio de Amazon no dista mucho del de otras empresas industriales: emplea a trabajadores jóvenes y sanos, y los desgasta física y psicológicamente hasta literalmente mandarlos a casa, incapacitados para volver a trabajar. Y en el proceso, Jeff Bezos se ha convertido en el hombre más rico del mundo, con unos ingresos que superan los 90.000 millones de dólares.
No contentos con ello, los directivos de Amazon, como tantas otras empresas durante la crisis, han aprovechado la ocasión para presionar aún más a la baja las condiciones de trabajo, descolgándose de su propio convenio, eliminando categorías, reduciendo la escala salarial… Un movimiento más por parte de la empresa para seguir apretando las tuercas a sus trabajadores a fin de mantener sus ingentes ganancias, en una época en la que la competencia se recrudece, y otras empresas del sector de comercio como Walmart, Carrefour o incluso El Corte Inglés intentan potenciar sus secciones de e-commerce para arrebatarle parte del pastel a Amazon. En un negocio que mueve 2,3 billones (2.300.000.000.000) de euros, la multinacional americana que dirige Jeff Bezos ha disfrutado hasta ahora de una posición de liderazgo indiscutida, pero con la tasa de ganancia en inevitable decadencia, parece que esa posición está empezando a verse amenazada.
Estos factores han sido los que han motivado que los trabajadores se hayan visto obligados a ir a la huelga, ante unas condiciones de trabajo que no sólo hacen imposible llevar una vida tranquila y agradable, sino que constituyen un gravísimo riesgo para la salud. No se trata únicamente de que Amazon pague mal disminuyendo la calidad de vida de sus trabajadores, o de que la temporalidad nos impida planificar nuestras vidas familiares y personales en condiciones: se trata de que trabajar en Amazon supone un riesgo para la salud de los trabajadores, que puede ser una condena de por vida, incapacitados para volver a trabajar. Por tanto, el estallido del conflicto ha sido inevitable: ante una situación que no podía tolerarse, los trabajadores tuvieron que responder, porque estaba en juego no sólo su presente, duro y difícilmente tolerable, sino también su futuro, amenazado por las consecuencias que tienen los ritmos de trabajo sobre su salud.
Ahora bien, ¿cuáles han sido las claves de este conflicto? ¿Cómo es posible que en una empresa americana del “nuevo capitalismo”, que nunca antes había visto un conflicto sindical de estas características, haya triunfado la movilización como lo ha hecho? ¿Qué podemos aprender de los compañeros de Amazon en Lucha? ¿Qué lecciones debe extraer el movimiento obrero de su lucha? Veamos algunos de los aspectos más importantes.
Unidad sindical en la huelga de Amazon: la unión hace la fuerza
Una de las herramientas que más emplean las empresas a día de hoy es la vieja táctica del divide y vencerás. Fragmentan a la plantilla en secciones, en categorías profesionales, en plantas… generando una situación en la que parece que el compañero que está trabajando a apenas un metro de nosotros pertenece a una empresa completamente distinta, tiene unas condiciones de trabajo completamente distintas, y por tanto resulta difícil, cuando no imposible, que podamos luchar por un mismo objetivo. Y, sin embargo, a pesar de las posibles diferencias que existan entre nosotros, es mucho más lo que nos une, porque tenemos un enemigo común: los directivos que se enriquecen a costa de nuestro trabajo. Frecuentemente, las ofensivas patronales contra los derechos de los trabajadores se hacen de forma inteligente: se van planteando las distintas agresiones en cada una de las secciones o categorías, de forma que parece que el resto de la empresa “está a salvo”, aunque sea por un tiempo.
Y es que el problema es que, una vez reducidos los derechos, una vez implantado el nuevo horario, el nuevo salario, el nuevo ritmo de trabajo… es inevitable que éste termine extendiéndose al resto de secciones o categorías, y que la empresa tienda a nivelar a la baja. Así ha ocurrido en Amazon, así ocurre en Peugeot, en ArcelorMittal… Ahora que las empresas son cada vez más inmensas, y que se reduce la competencia inter-empresarial, en su lugar se recurre al dumping social interno, poniendo en competición a distintas plantas o secciones entre sí a fin de presionar las condiciones generales de trabajo a la baja.
Por tanto, es fundamental la unidad y la organización de toda la plantilla en lucha. Incluso cuando pensemos que las agresiones, las congelaciones o los aumentos de ritmo no nos afectan, en realidad estamos permitiendo que se generen las condiciones para que en el futuro terminen afectándonos. Ante una agresión a cualquier sector de la plantilla, es fundamental que toda la plantilla responda: así ha ocurrido, en el caso de Amazon, con los ingenieros, que han apoyado las movilizaciones a pesar de que muchas de las situaciones y demandas que la han provocado eran propias de otros sectores de trabajadores, como los que realizan el picking. En otras empresas, debemos considerar esta necesidad de unidad, por ejemplo, para superar la división que genera la empresa entre fijos y temporales: toda agresión contra los temporales provoca un empeoramiento generalizado de las condiciones de trabajo en la planta, y por tanto debe ser respondida también por los fijos. No sólo por solidaridad abstracta, sino porque también están en juego sus propios derechos.
¿Pero cómo concretar la unidad? Resulta difícil cuando la empresa hace todo lo posible por minarla, cuando la conciencia de clase se encuentra debilitada por la ideología neoliberal. Los militantes obreros tenemos una responsabilidad ineludible en lo relativo a la unidad, y debemos jugar un papel fundamental y básico a la hora de construirla: en el centro de trabajo, la unidad de la plantilla pasa por la unidad sindical. Es casi imposible que una plantilla luche unida, que se vea con fuerza para ir a la huelga o apoyar movilizaciones, si sus representantes sindicales no cultivan esa práctica, si no predican con el ejemplo. A la hora de la lucha, es necesario tener en cuenta que todos formamos parte de una misma clase, que todos debemos trabajar para ganarnos la vida, y que, por mucho que podamos diferir entre nosotros, siempre vamos a diferir más con los directivos y empresarios, porque ellos dependen de nuestro trabajo para acumular su riqueza y en consecuencia siempre van a intentar empeorar nuestras condiciones.
Hoy por hoy, la forma más viable para concretar esta unidad sindical es el Frente Unido Sindical de Clase: cada sindicato puede conservar su autonomía, sus siglas, su independencia, pero de cara a la empresa es necesario que se presente un frente unido, firme, cerrado entorno a unas reivindicaciones, a un programa. Y es que tampoco puede exigirse una unidad en abstracto, una sopa de siglas que incluya a todas las organizaciones que se autodenominen sindicatos, porque en muchas ocasiones nos encontramos en los centros de trabajo con organizaciones “sindicales” que son una extensión de la dirección y que por tanto hay que combatir. La unidad sindical es viable cuando se plantea de forma sincera y combativa, entre organizaciones sindicales que defiendan de verdad los intereses de los trabajadores en el conflicto que se vaya a iniciar.
Amazon ha sido el último de los conflictos obreros en el que hemos podido observar lo necesaria que es esta unidad: CCOO y CGT, las principales organizaciones sindicales de la planta de MAD4, han organizado y convocado la huelga conjuntamente, han compartido los piquetes y las asambleas, y han acudido a la mesa de negociación con una misma propuesta, en representación del conjunto de los trabajadores de la planta. Este es un ejemplo práctico claro de unidad sindical, de Frente Unido Sindical de Clase, que ha mostrado su relevancia práctica, consiguiendo implicar a toda la plantilla en la lucha y generar un espacio unitario que ha hecho posible el desarrollo exitoso de las movilizaciones. ¿Acaso alguien cree que hubiera sido posible organizar ninguna huelga, si uno de estos dos sindicatos no la hubiera apoyado activamente?
Coordinación internacional: la lucha obrera en la era de las multinacionales
Uno de los aspectos fundamentales del movimiento obrero ha sido siempre su carácter internacional. “Trabajadores del mundo, ¡uníos!” no es una frase gratuita, sino una guía para la acción: el capitalismo desarrollado, lo que los marxistas denominamos imperialismo, se caracteriza, entre otros aspectos, por el hecho de que las grandes empresas ya no pueden sobrevivir únicamente a través de sus mercados nacionales, sino que alcanzan grados de desarrollo tales que pueden (y deben) expandirse a otros mercados para seguir creciendo, como les exige la competencia, si no quieren ser engullidas por otro competidor. Así ha ocurrido con Amazon, que ha pasado de ser una tienda de libros en el estado de Washington, a ser una empresa de e-commerce y servicios de infraestructuras informáticas, que cubre casi la mitad de todo el sector en EEUU, y, finalmente, una enorme multinacional con casi 600.000 empleados distribuidos por todo el mundo que posee casi el 40% de la red mundial de Internet y que tiene más de 100 almacenes repartidos entre EEUU, Europa y Asia.
En consecuencia, la plantilla de Amazon está repartida entre un gran número de plantas, distribuidas a su vez en una multitud de países. ¿Y qué tienen en común todos estos trabajadores, todas estas plantas? Que pertenecen a una misma compañía, y, por tanto, por encima de las particularidades de cada uno de los países en los que vivan y trabajen, están sometidos a una misma política corporativa, a unos mismos métodos y a unos mismos riesgos y amenazas. Los mismos problemas que se han vivido en MAD4 se reproducen también en las plantas que la multinacional tiene en el Reino Unido, donde también se ven obligados a soportar ritmos de picking de 30 segundos, o donde han tenido que trabajar en determinados periodos casi 55 horas a la semana; o en las de Italia, donde también han tenido problemas por irregularidades con el convenio; por no hablar de EEUU, donde la situación de los trabajadores es especialmente dura, con un salario mediano de 28.446$ anuales en comparación con el salario mediano del país, que se sitúa en 44.546$ según la Oficina de Estadística Laboral de este país, y donde, desde 2013, han fallecido siete trabajadores en los almacenes de la multinacional. Uno de los casos más duros de maltrato laboral que se han visto en Amazon es el que sufren sus trabajadores británicos, obligados a orinar en botellas por los altos ritmos y el durísimo control al que se ven sometidos.
Como resultado de esta inmensa red de plantas, la empresa consiguió minimizar el efecto de la huelga que tuvo lugar el 21 de Marzo en el almacén de San Fernando de Henares desviando los pedidos que correspondían a esta planta hacia sus otras plantas europeas, especialmente las italianas. Esto llevó a los trabajadores de Amazon a plantearse una pregunta muy interesante para el conjunto del movimiento obrero: si la empresa se organiza a nivel global, si los problemas se reproducen en todas las plantas de forma parecida, y si es capaz de reducir el impacto de las luchas a nivel de planta, ¿por qué no damos un paso más, y nos organizamos y luchamos también a nivel europeo? Como resultado de esta pregunta, se ha constituido un Comité de Empresa Europeo, que ha coordinado la huelga a nivel europeo que se produjo durante el pasado PrimeDay.
Hemos visto algo similar, por ejemplo, en el caso de Ryanair, donde se han organizado los trabajadores de España, Portugal, Bélgica, Italia e Irlanda para ir a la huelga. Y en otras empresas, como ArcelorMittal, existen Comités de Empresa Europeos. Si las empresas para las que trabajamos se organizan a nivel global, tienen planes de negocio que incluyen a todas sus plantas, sin importar el país en el que se encuentren, y aplican a todos sus trabajadores una misma política corporativa, situándonos ante los mismos problemas y riesgos, los trabajadores debemos reflexionar sobre nuestros métodos de lucha para adaptarlos a las condiciones a las que nos enfrentamos: la lucha a nivel de planta es necesaria y ha de constituir la base de nuestra movilización, pero es necesario dar un paso más, organizándonos a nivel europeo, para responder efectivamente a la estrategia y planes de la empresa. La lucha de Amazon ha planteado esta necesidad, y ha mostrado también una forma de responder a este reto sobre la que es interesante que las organizaciones obreras y sindicales tomemos nota.
Los límites de la lucha sindical: es necesaria la organización política de la clase obrera
Finalmente, la última conclusión que podemos sacar del conflicto de Amazon – y que, en realidad, podemos extraer de cualquier conflicto sindical, en cuanto ahondamos un poco en las causas y el desarrollo – es la inevitable limitación que tiene la lucha sindical, y la necesidad de que esa clase obrera que sigue existiendo, que genera la riqueza del país, y que impulsa toda la economía, se organice políticamente para poder defender de forma efectiva sus derechos. Muchos de los problemas de los compañeros de Amazon, que comparten todos los trabajadores en lucha en nuestro país, son fruto de las sucesivas reformas laborales que los gobiernos socialdemócratas y conservadores vienen aprobando con más o menos entusiasmo y con más o menos convicción: reformas que permiten, por ejemplo, la temporalidad, la inseguridad en el trabajo, los ritmos e intensidades crecientes, los aumentos de horarios, y que han permitido las maniobras de Amazon cambiando de convenio entre el propio y el sectorial cuando ha sido de su interés.
Las grandes empresas, especialmente las multinacionales como Amazon, poseen un poder que actúa directamente sobre las instituciones, presionándolas y chantajeándolas gracias al libre mercado que permite a los empresarios, los que acumulan la riqueza, convertir sus inversiones en ventas al mejor postor, obligando a las instituciones democráticas a degradarse y competir entre si por ver quien ofrece las mejores condiciones para el enriquecimiento de tal o cual individuo. En España hemos vivido una experiencia de este tipo, aireada abiertamente por los medios, con la construcción del famoso complejo de EuroVegas, cuando a la Comunidad de Madrid le faltó volver a legalizar la esclavitud para intentar convencer al señor Sheldon Adelson de construir aquí sus hoteles y casinos; Amazon, como toda multinacional, ha recurrido a presiones similares, consiguiendo recalificaciones, presionando para conseguir un marco laboral más flexible, y, en general, influyendo de forma descarada en las instituciones, rompiendo las reglas del juego democrático.
En la empresa, las maniobras de la dirección se han encontrado en frente a las organizaciones sindicales y a la plantilla movilizada, pero resulta que muchos de los abusos que comete la multinacional o ya están permitidos por la ley, o lo estarán si en algún momento es necesario para mantener su modelo de negocio. Esto se debe a que, en las instituciones, la clase obrera no dispone de representación directa, pues carece de una organización política propia, y únicamente puede confiar, en el mejor de los casos, en la buena voluntad de los compañeros de Unidos Podemos, que no es una organización política obrera sino más bien una representación del enfado de las clases medias aspiracionales. Confiar en alguien ajeno para que te defienda es una estrategia peligrosa, pues, aunque lo haga con la mejor de sus intenciones, su decisión de ignorar los problemas propios del trabajo industrial, su rechazo a ésta como sujeto social de transformación, merman la capacidad de Unidos Podemos de actuar en defensa de la clase obrera.
Además de los problemas derivados de la legislación laboral, los compañeros de Amazon en Lucha se encontraron también, durante su última huelga, con un problema adicional: el de la represión desatada por el Estado de los empresarios contra los trabajadores en lucha. Cargas, agresiones policiales, detenciones… este Estado no sólo demuestra que no tiene en cuenta los intereses de la clase obrera a la hora de legislar, sino que está organizado y funciona abiertamente como una herramienta al servicio de los intereses de la minoría social de empresarios, opuestos a los nuestros.
Y, finalmente, nos encontramos con que a día de hoy esta estructura administrativa política al servicio de los empresarios ya no sólo se limita a nuestro país, sino que, para adecuarse mejor al capitalismo globalizado que la sostiene, se ha convertido también en una estructura multinacional: la Unión Europea. Muchas leyes y reglas laborales aprobadas en España siguen las directrices de las instituciones europeas, y concuerdan con el contenido de tratados europeos que limitan la soberanía nacional de los países miembro en pro de un marco común europeo que ha sido definido en gran medida a través de la presión de los lobbies en Bruselas. Es decir, que la clase obrera no sólo ha de plantearse la necesidad de organizarse y participar políticamente, sino que, incluso, debe plantearse también la necesidad de hacerlo a nivel europeo. Con el ejemplo de los compañeros de Amazon en la mano, este paso parece casi natural: si la huelga y la lucha sindical ya se han organizado a nivel europeo, ¿cómo no va a hacerlo la lucha política? ¿Es lógico que las organizaciones sindicales que representan a los trabajadores en la empresa estén coordinadas a nivel europeo, y no lo estén las organizaciones políticas de esos mismos trabajadores?
Estas cuestiones difícilmente pueden ser situadas, y mucho menos transformadas, en el marco de la lucha sindical, que se limita a intentar conseguir las mejores condiciones posibles para los trabajadores dadas unas leyes y reglas en cuya redacción los propios trabajadores, por ahora, no han participado. Para poner sobre la palestra del debate la necesidad de un Nuevo Estatuto de los Trabajadores, más justo y más próximo a los intereses de la clase trabajadora, para denunciar la represión contra los militantes obreros, para luchar contra los lobbies y la estructura administrativa de la Unión Europea, es necesario que la clase obrera se organice políticamente. De otro modo, se verá obligada a luchar contra fuerzas siempre más poderosas, más preparadas, más avanzadas, y cada victoria que consiga terminará dándose la vuelta cuando los empresarios actúen políticamente, si nosotros no hacemos lo mismo para evitarlo.
La única forma de que la clase obrera consiga frenar efectivamente los ataques de la parte empresarial, que han motivado no sólo el conflicto de Amazon, sino prácticamente todos los conflictos laborales de los últimos años, es su organización política. Y la única forma de que la clase obrera pase a la ofensiva y comience a conseguir nuevos derechos y mejores condiciones de vida, como la clase social que impulsa la economía y genera la riqueza, es su organización política.
[…] a las que nos enfrentemos, como hicieron, por ejemplo, los compañeros de Ryanair, los de Amazon, o los propios compañeros de CocaCola en Lucha, que nos contaban su experiencia en un artículo […]