Recientemente Elon Musk, fundador y principal accionista de Tesla, se ha pronunciado a favor de sacar su empresa puntera en tecnología de la bolsa para escapar de las garras de los especuladores financieros, quienes están causando graves fluctuaciones en el valor de la empresa de automóviles eléctricos y en su estrategia para afrontar la producción con equilibrio económico.
Los tiburones financieros han presionado a Tesla en este medio año para responder a la creciente demanda de sus vehículos eléctricos y autónomos de manera casi inmediata. Las listas de ventas de vehículos han crecido exponencialmente con la salida del Model 3, más económico que los demás modelos del fabricante estadounidense. Este hecho supuso la entrada con más fuerza de los inversores financieros tras la salida a Bolsa de la compañía.
Los especuladores han olfateado rápidos y suculentos beneficios en un sector en auge. Por la competencia salvaje están obligados a obtener el máximo beneficio posible, lo antes posible y con la mayor rentabilidad posible con respecto a sus capitales invertidos.
El hecho de la incorporación de nuevos inversores al accionariado elevó el valor de Tesla en la Bolsa. Sin embargo, cuando estos especuladores financieros no vieron que las plantas de la empresa fueran capaces de afrontar la demanda en el corto plazo y de ofrecer el beneficio pretendido, iniciaron las presiones. Querían obligar a la dirección de la empresa tecnológica a ampliar rápidamente las líneas de producción, con el consiguiente problema de liquidez que causó, para aumentar el número de vehículos fabricados y, por tanto, los dividendos obtenidos. Esta presión, por ejemplo, se vio reflejada en la retirada masiva de inversores del accionariado de Tesla durante los primeros meses del año. De esta manera, además de llevarse importantes beneficios por el elevado precio de la acción provocaron una notable caída del valor en bolsa, lo cual hizo que la empresa se tambalease en manos de estos financieros.
Tesla sigue muy expuesta a las fluctuaciones de su valor en Bolsa y, por tanto, su futuro queda en manos de los capitalistas financieros. La respuesta de su principal propietario, un capitalista industrial, ha sido sacar a Tesla de la exposición que ofrece la bolsa a estos tiburones y buscar otro perfil de inversores que posean las acciones de Tesla. Incluso el propio Musk ha barajado elevar el número de sus acciones desde el 20%, que posee actualmente, al total de la empresa. No quiere a accionistas que tan solo piensen en obtener una determinada rentabilidad de sus capitales en un determinado tiempo, dedicándose únicamente a obtener esta ganancia moviendo su dinero de empresa, sino que quiere volver al concepto del pasado por el que los inversores piensan en gestionar la empresa por el bien estratégico de esta y con el fin de que “la gallina de los huevos de oro” no muera en el corto y medio plazo.
Musk lo define como devolver a Tesla a la esfera privada, es decir, sacarla de lo que llama exposición pública en la bolsa. Pero la realidad es que siguen estando en la esfera de la propiedad privada y de la competencia capitalista. Lo que realmente pretende es volver atrás la rueda de la historia al sentir su fragilidad ante el capital financiero, volver más de un siglo atrás cuando los empresarios industriales no sentían con tanta fuerza el poder de los financieros o, directamente, no existían estos. Es la confrontación entre los capitalistas industriales que pierden el control de sus empresas ante los grandes capitalistas financieros que lo ejercen a través de invertir sus miles de millones de dólares o euros.
Sin embargo, ya no se puede volver atrás la rueda de la historia. Estamos en la época del capitalismo monopolista, de los grandes grupos automovilísticos, como Toyota que vende más de 10 millones de vehículos al año en todo el mundo y está valorada en 50.291 millones de dólares frente a los algo más de 100.000 vehículos que vende Tesla al año y los 4.009 millones de dólares en los que se valora1. La acumulación de capitales abismal que se desprende de estos datos es lo que necesita Tesla para seguir avanzando en el aumento de su cuota de mercado para sobrevivir.
Para que Tesla pueda seguir compitiendo contra estos inmensos grupos automovilísticos, cuando estos entren de lleno en el sector del automóvil eléctrico y autónomo en la próxima década, necesitará que su empresa crezca a unos niveles muy superiores a los actuales. En caso contrario, Tesla se verá desbancada o absorbida por uno de los grandes grupos mundiales. Por tanto, para mantenerse necesita la inversión de los financieros. Se podría decir que con sus miles de millones de dólares doparán a Tesla para afrontar la acumulación de capitales necesaria para la competencia. Así, los financieros vuelven a colocar sobre la mesa el problema del control de la empresa y el riesgo de matarla por descapitalización para obtener el máximo beneficio lo antes posible, como le sucedió a Chrysler en 2008 (finalmente salvada por el gobierno estadounidense para que, posteriormente, el grupo Fiat adquiriese una participación mayoritaria y la integrara en su grupo).
Así pues, Elon Musk ve amenazado su poder al frente de su propia empresa y su capital. No obstante, ese no es un problema para nosotros, los trabajadores. Nuestro problema es que se ven amenazados nuestros puestos de trabajo y nuestra empresa. Una empresa construida con el trabajo de 37.000 trabajadores, muchos más si contamos con los correspondientes a las subcontratas, proveedores, etc. Una empresa tecnológica de futuro que resulta estratégica por la tecnología que posee, fruto de ese trabajo organizado de cientos y miles de trabajadores.
Esto es algo que poco les importa a los financieros, salvo que les suponga obtener el máximo beneficio lo antes posible y con la máxima rentabilidad. Por ello Musk anunció, hace un par de meses, el despido de 3.400 trabajadores “como parte del esfuerzo y la necesidad de reducir costes y llegar a ser rentables”2. Así pues, los puestos de trabajo, es decir, con lo que obtienen su pan estas decenas de miles de familias trabajadoras, dependen de la rentabilidad y los superbeneficios que desean obtener los financieros. Estas familias trabajadoras, en este caso estadounidenses, pueden perder su pan para que los inversores financieros arranquen toda la riqueza de esta empresa, incluso descapitalizándola y llevándola a la ruina, a su cierre.
En España también tenemos algunos ejemplos de cómo las entidades financieras, en este caso mediante la deuda, han estado a punto de llevar a la quiebra a una empresa tecnológica levantada con el duro trabajo de cientos de trabajadores. Este es el ejemplo de Duro Felguera en España.
Así pues, para proteger estas empresas estratégicas para la economía de un país y nuestros puestos de trabajo de los ataques de los especuladores financieros no basta con salir temporalmente de la Bolsa, como ya hemos visto. La tendencia a la concentración de la riqueza en las pocas manos de los financieros es irremediable dentro de la esfera de la propiedad privada. Por ello, sobre esta concentración, que adquiere una importancia social al adquirir una magnitud tan grande que maneja y organiza una rama, varias, e incluso toda la economía de un país y la mundial, debe adoptarse otro camino, diferente al planteado por Musk y al planteado por los financieros. Estas empresas deben entrar en la esfera realmente pública.
Por tanto, la forma de proteger la economía y nuestros puestos de trabajo es con una política firme y profunda de nacionalización, como así lo estipula la propia Constitución Española en su artículo 128 en el que “reconoce la iniciativa pública en la actividad económica” y que “se podrá reservar al sector público recursos o servicios esenciales, especialmente en caso de monopolio y asimismo acordar la intervención de empresas cuando así lo exigiere el interés general”. Así pues, supone que el gobierno adopte las medidas necesarias para adquirir el accionariado de estas empresas, como Tesla o Duro Felguera, pasando a ser propiedad pública, de todos y todas. Y, además, para que los trabajadores podamos tener verdaderas garantías sobre nuestros puestos de trabajo, es necesario establecer mecanismos democráticos de control obrero como puedan ser el acceso del comité de empresa a la información económica de la gestión de la empresa y el derecho a veto de los despidos y otras decisiones estratégicas.
Estas empresas públicas deben tener como fin principal conseguir una producción eficiente y avanzada cuyos beneficios se destinen a garantizar el futuro de la empresa y de la economía, a mejorar las condiciones laborales de sus trabajadores y así como las ciudades, infraestructuras y servicios que recibe la gente para su bienestar social.