China: el enemigo número 1 de Washington

Henri Houben
Henri Houbenhttp://www.gresea.be
Economista e investigador en el GRESEA y en el Instituto de Estudios Marxistas y escribe regularmente para Études marxistes. Es el autor de La crisis de treinta años. ¿El fin del capitalismo? (Aden, 2008).

Con el repentino aumento de las tasas aduaneras sobre el acero y el aluminio, el gobierno americano ha dado por declarada una guerra comercial mundial. Aunque los europeos parecen los más afectados, China es, sin embargo, la primera implicada, incluso cuando los dos productos afectados no se encuentran entre las exportaciones mayoritarias del “Imperio del Medio”1  a los Estados Unidos. Este episodio es el clímax de veinticinco años de menosprecio del país asiático por los Estados Unidos para convertirlo, a día de hoy, en el enemigo público número uno.

Al acabar la guerra fría y colapsar la Unión Soviética, los expertos americanos en estrategia estaban eufóricos: los Estados Unidos ya no tenían ningún adversario a su altura. Por primera vez en la historia, un Estado podía saborear el momento único de disponer de un poder incontestable.

Casi veinticinco años después, la situación ha cambiado totalmente. Rusia se ha reorganizado y desafía nuevamente a Washington. Algunos países reticentes2 al dominio americano, como Irán, Corea del Norte, Cuba o Siria, aún resisten. Incluso Europa está dividida en relación a la Casa Blanca. Alemania, Francia y Bélgica se negaron a participar en una nueva guerra en Irak en 2003. Gran Bretaña, antigua aliada incuestionable de Estados Unidos, cada vez es más reticente a unirse a conflictos armados en el extranjero.

Pero, en este montón de sinsabores diplomáticos para los americanos, el caso más grave es el de la aparición de una potencia capaz de disputar al país su dominio en prácticamente todos los campos: China. Desde luego, la oposición china es sin duda débil a nivel ideológico, en tanto que Beijing apenas hace hincapié en su carácter socialista3 para enfrentarse a los estadounidenses a nivel mundial (al contrario de lo que sucedió en su momento con la URSS). Por el contrario, en lo relativo a la economía, las capacidades militares, las relaciones culturales y estratégicas, China progresa a grandes pasos, recuperando poco a poco el terreno de ventaja que las otras naciones industrialmente avanzadas le sacaban y, del mismo modo, amenazando el liderazgo estadounidense.

El mundo de hoy en día no es el de 1991. Ya no es unipolar, como siempre lo han creído los conservadores americanos de todas las corrientes, y eso si es que alguna vez lo fue. Al contrario, es multipolar, con la aparición de tensiones crecientes entre Estados poderosas que pueden arrastrar al planeta a una nueva conflagración.

La hegemonía que se creía total

La extrema derecha del otro lado del Atlántico puede afirmar que había previsto el colapso soviético y felicitar a Ronald Reagan por haber lanzado su cruzada anticomunista después de ser elegido en 1980. El fin de la guerra fría, de hecho, sorprendió a los estrategas americanos más cautelosos, incluidos los especialistas en la URSS. A la Casa Blanca le faltó tiempo para elaborar nuevas orientaciones para la era que se abría a principio de los años 90. Desde la Segunda Guerra Mundial, Washington había vivido siempre con un enemigo claro en la escena internacional. De pronto, ya no tenía ninguno.

Dick Cheney, a la sazón Secretario de Defensa4 durante la presidencia de George Bush Sr, encargó entonces a Paul Wolfowitz, subsecretario de política de defensa, de redactar un informe secreto sobre la dirección que debían tomar los Estados Unidos en el futuro, ahora que la Unión Soviética había desaparecido. Por desgracia para ellos, algunas filtraciones sobre las intenciones de los autores aparecieron en la prensa, especialmente con el sesgo de Time, prestigioso semanario americano. El aspecto más escandaloso de estas revelaciones fue que los promotores del proyecto querían impedir a cualquier precio la aparición en la escena internacional de un Estado capaz de rivalizar con los Estados Unidos, como lo había hecho la URSS en el pasado. Esto despertó las conciencias en todas las capitales del mundo, que se opusieron a estsas veleidades de naturaleza imperial.

El texto final oficialmente difundido no mantuvo la formulación propuesta inicialmente por Wolfowitz, por ser demasiado crudo5. Pero eso no impidió que la intención declarada mantuviera lo expresado en el primer documento.

En 1997, en «El Gran Tablero de Ajedrez», una obra clave sobre la estrategia americana para gestionar las relaciones internacionales, Zbigniew Brzezinski, antiguo consejero de seguridad nacional del presidente Carter, y demócrata6, expresa exactamente esta voluntad dominadora. Resume lo que le corresponde hacer a los Estados Unidos: «En primer lugar, identificar a los estados que posean una dinámica geoestratégica real, y capaces de provocar un vuelvo importante en la distribución internacional de poder (…) En segundo lugar, formular políticas específicas para compensar los efectos nefastos de las políticas iniciadas por estos Estados; definir las medidas para asociarse a ellos o controlarles, y de este modo preservar y promover los intereses vitales de los Estados Unidos; elaborar una reflexión geoestratégica global que integre y armonice, a escala planetaria, las diversas políticas regionales de los Estados Unidos». Aún más claramente, añade: «En la terminología abrupta de los imperios del pasado, los tres grandes imperativos geoestratégicos se resumían así: evitar las colisiones entre vasallos y mantenerlos en un estado de dependencia que justifica su seguridad; cultivar la docilidad de los sujetos protegidos; impedir a los bárbaros formar alianzas ofensivas»7.

En la época, ninguna potencia adversa parecía una verdadera amenaza: la Rusia conocida, a la que Joseph Stiglitz caracterizó como la mayor catástrofe económica en tiempos de paz; Japón, que había jugado un papel de espantapájaros económico en los años 80, no conseguía salir de una larga crisis económica; los países europeos buscaban llevar a cabo políticas comunes; y China seguía siendo un país relativamente poco desarrollado, a excepción de algunas regiones costeras.

Michael Pillsbury es uno de los arquitectos del cambio de perspectiva y de la inquietud creciente que suscita en Estados Unidos el desarrollo chino. Presente en la plaza de Tiananmen en 1989 con ocasión de las revueltas estudiantiles, condenó violentamente la intervención de las fuerzas del orden y puso en tela de juicio al gobierno de Beijing. Desde los años 90, ha publicado muchos libros sobre «el Reino de en Medio» que han sido editados por la Universidad de Defensa Nacional, ligada al departamento de defensa8.

En 1998, escribió un artículo titulado «Como ve China la guerra del futuro»9. En él, denuncia un poder que no había dejado de querer vencer a los Estados Unidos y tomarse su venganza después de dos siglos de historia, a lo largo de los cuales el país pasó de una nación próspera10 a una de las más pobres del planeta. Beijing «dedicará toda su energía a desarrollar las armas más eficaces y económicas, para sorprender al adversario de forma traicionera y falsa»11. Este antiguo funcionario del Pentágono bajo los gobiernos de Reagan y Bush Sr anima a sus conciudadanos a desconfiar de este Estado asiático.

Es necesario precisar que en esta época, China estaba bastante bien vista, ya que había firmado acuerdos con Washington contra la URSS. El presidente demócrata Bill Clinton (1993-2001) consideraba al país como un socio estratégico. Pero, desde entonces, Michael Pillsbury ha participado en múltiples documentos para denunciar la política china de refuerzo militar y expansión internacional. Desde 2004 es consultor para el Pentágono y trabaja para el Instituto Hudson, un centro de investigaciones conservador.

A él se unieron en 1997 dos periodistas de extrema derecha que querían abrir los ojos de la población a la nueva amenaza «amarilla». Su obra, poco ambigua, se titula «The Coming War with China» (La próxima Guerra contra China).

Escibieron sin tapujos: «el objetivo que persiguen los Estados Unidos en Asia después de casi un siglo consiste en impedir que un solo Estado domine la región; que es precisamente lo que China intenta hacer a día de hoy. Las ambiciones chinas y los intereses americanos no pueden por tanto más que chocar, y la amplitud de esta colisión eclipsa ya a Europa, tanto en el plano estratégico como en el económico. La partida que se juega en Asia es, como en el siglo XIX, un juego de poder donde China amenaza el equilibrio precario por el que los Estados Unidos velan desde el final de la Segunda Guerra Mundial»12.

Precisan: «China no remplaza la amenaza soviética, se opone al poder de Estados Unidos de una forma más difícil de entender: no es una potencia militar basada en una economía frágil, sino una formidable máquina económica engendrando una fuerza militar nada despreciable. El elemento clave es la regularidad con la que la potencia china se reafirma, tanto en China como en el resto de Asia y el mundo. El rol que se prevé que juegue China en la escena internacional y las relaciones que teje con los países occidentales rivales son nefastas para los Estados Unidos»13. Y concluyen: «A este paso, de aliado estrátegico de Estados Unidos, se convertirá en adversario duradero»14.

Propusieron contener a Beijing en sus relaciones con sus vecinos y en sus prácticas comerciales. Asimismo, hicieron un llamamiento a las autoridades americanas a promover la democracia y el respeto a los derechos humanos en China, con la esperanza que comparten muchos dirigentes del otro lado del Atlántico de que la democracia sea sinónimo de librecambio, seguida estrictamente por derechos de concurrencia (al menos en el plano formal) y relaciones pacíficas a nivel mundial.

En 1996, Samuel Huntington escribió «Choque de civilizaciones», un libro que ha tenido una cierta importancia debido a que su autor era conocido como un politólogo especializado. Este conservador anunció una nueva era de conflictos entre nacionales, pueblos y territorios pertenecientes a civilizaciones diferentes. Pero propone también a Washington desconfiar de China y, para ello, «frenar el desarrollo militar» del país y de sus aliados, impedir que Japón se aproximara a China, y «mantener la superioridad tecnológica y militar de Occidente» sobre el resto del mundo15. Precisa: «el surgimiento de China como potencia dominante en el extremo oriente y en el sudeste asiático sería contraria a los intereses americanos, tal y como han sido históricamente definidos»16.

Por su parte, Zbigniew Brzezinski aún no se preocupa por Beijing. Teme una alianza ruso-china con una posible aproximación iraní que establecería en este vasto espacio euroasiático, al cual los Estados Unidos no pertenecen, una formidable potencia capaz de rivalizar con Washington17. Sin embargo, las advertencias comienzan a converger sobre la cuestión del crecimiento prácticamente inexorable de un país cuyo crecimiento económico medio se aproxima a un 10% anual: China.

Es en este contexto que se funda el PNAC (Project for the New American Century)18 por iniciativa de dos pensadores neoconservadores, Robert Kagan y William Kristol. Su proyecto es más amplio y tiene por objetivo destacado una nueva guerra contra Iraq, con el objetivo de derrocar a Saddam Hussein. Para estos autores, Beijing es una causa de preocupaciones igual de importante. En 2000, editaron una obra titulada «Present Dangers. Crisis and Opportunity in American Foreign and Defense Policy» (Peligros Actuales. Crisis y oportunidades en la política extranjera y de defensa americana). Este título hace referencia al comité para el peligro actual, creado en 1976 con el objetivo de destacar la peligrosidad en aquella época de la URSS y de sus capacidades para sobrepasar a los Estados Unidos en el ámbito militar. Este órgano contribuyó a la victoria de Ronald Reagan en las elecciones de 1980 y formó parte de su administración. Su objetivo era similar, prometiendo antes de las elecciones de noviembre de 2000 a personalidades del movimiento conservador como Richard Perle, Paul Wolfowitz o Elliott Abrams, que tendrían puestos de responsabilidad durante la era Bush Jr. (2001-2009). En el prefacio del libro, los autores enumeran las amenazas actuales para la Casa Blanca, de las cuales la primera es «el surgimiento de China como una potencia fuerte, determinada y potencialmente hostil»19. Uno de los escritores elegidos para denunciar la amenaza «amarilla» es Ross Munro, que había sido uno de los autores en 1997 del libro «The Coming War with China».

Pero, incluso para William Bennet, antiguo secretario de Educación durante el gobierno Reagan (1985-1988), encargado de criticar la política extranjera americana, hay un rintintín contra Beijing: «El desafío de una nación como China, que considera la libertad como una amenaza y viola de manera continua y deliberada los derechos de sus propios ciudadanos, nos obliga a enfrentar la posibilidad bien real de un futuro enfrentamiento serio y prolongado con un Estad bien armado y peligroso – con el problema de que China tendría, para amenazarnos, recursos financieros mucho más importantes de aquellos que los soviéticos pudieron llegar a soñar. Además, la región del mundo que China busca dominar – las naciones asiáticas que viven bajo su gigante influencia – poseen una capacidad productiva con extraordinarias posibilidades económicas que sobrepasan de lejos el impacto comercial que pudo tener el pacto de Varsovia sobre los Estados Unidos o sus aliados durante los aós de la guerra fría»20.

La victoria republicana en 2000 llevó a la presidencia a George Bush Jr, que señala inmediatamente a China como un competidor estratégico. Su administración va a llevar también a cabo una políticva destinada a contener el desarrollo y la expansión chinos a través del control sobre las materias primas, principalmente la energía, en el Oriente Medio. Estas juegan, en efecto, un papel fundamental en la economía asiática. En este marco se reclamaba un ataque contra Iraq para derrocar a Saddam Hussein por parte de los conservadores.

Definitivamente, Beijing es percibido como el adversario que Washinton nunca habría querido tener. En 2005, el informe anual del Pentágono afirmaba que China representa la amenaza a largo plazo más seria para la seguridad global de los Estados Unidos. Donald Rumsfeld, secretario de Defensa, calificó la militarización de China como un «desafío al orden mundial»21.

Por desgracia para esta extrema derecha, las operaciones militares llevadas a cabo tanto en Afganistán como en Iraq van a convertirse en un fiasco político. Va a hacer falta un presidente demócrata para redirigir el timón en el plano económico para hacer frente a la crisis económica más grande desde la Segunda Guerra Mundial y en el plano político internacional para participar de nuevo en actividades multilaterales como primus inter pares22.

Esto no quiere decir que Barack Obama no vaya a seguir a sus predecesores inmediatos en la aplicación de una política china firme para defender los intereses americanos. Una de las razones para su voluntad de retirarse de Afganistán e Iraq reside en el hecho de poder desplegar las tropas en Asia del Este, frente a China. La administración Obama tiene por objetivo desplazar el centro estratégico de la política extranjera americana de Oriente Medio hacia Asia Central, este vasto territorio poco poblado procedente del desmembramiento de la URSS.

El ascenso inexorable de China

Durante este tiempo, el «Reino de en Medio» ha seguido desarrollándose a una velocidad excepcional. Según los datos de Angus Maddison, uno de los grandes especialistas en estadísticas a largo plazo, el PIB real en paridad de poder adquisitivo23 chino ha aumentado entre 1950 y 2008 (antes de la crisis de las subprimes)24 a un ritmo de 6.4% anual (durante 58 años) de media25. Es increíble. Ningún país del mundo ha visto un progreso similar26.

En comparación, el crecimiento mundial apenas llega al 4% de media anual. El de Alemania, Francia y Estados Unidos no llega a más que el 3.3%27. En los últimos años, entre 1990 y 2008, el crecimiento del PIB chino llegó a una media anual del 8.3%, en comparación con el 2.8% que registraron los Estados Unidos. Así, después de la crisis de 2007-2008, China es responsable de un tercio del crecimiento mundial, en comparación con una séptima parte aportada por los Estados Unidos28.

A este ritmo continuo, China pronto sobrepasará a los Estados Unidos como primera potencia económica mundial. Las previsiones más optimistas prevén que suceda para 2030, mientras que las más pesimistas lo prolongan hasta el 2050. En ambos casos, el fenómeno parece irreversible. «Según el centro de estudios prospectivos y de informaciones internacionales (CEPII) y la Comisión Europea, en 2050 el peso económico de la India y de China será similar al de los Estados Unidos y la Unión Europea. El de China (25% del PIB mundial) sobrepasará al de los Estados Unidos (19%)»29.

Es comprensible por tanto que en Washington los ánimos se caldeen. En efecto, más allá de recuperar terreno, muchas razones suscitan la la exasperación de los americanos. En primer lugar, Beijing orienta cada vez más su desarrollo hacia los sectores tecnológicos punteros, allí donde la superioridad americana era casi indiscutible. Después, está aumentando sus capacidades militares así como sus componentes industriales avanzados hasta amenazar al Pentágono en este ámbito y compone su estrategia a partir de un centro estatal, como lo hicieron antes Japón y otros tigres y dragones, como Corea del Sur, Taiwan o Singapur.

Como denota el último informe americano sobre seguridad nacional: «China y Rusia han empezado a reafirmar su influencia a escala regional y mundial. A día de hoy, ponen en marcha fuerzas militares con el objetivo de impedir el acceso a los Estados Unidos en tiempos de crisis y para discutir nuestra capacidad de operar libremente en estas zonas comerciales críticas en tiempos de paz. En resumen, disputan nuestras ventajas geopolíticas e intentan cambiar el orden internacional en su favor»30.

Los tiempos de la unpolaridad incuestionable han quedado atrás. Pero algunos, especialmente las fuerzas más conservadoras en Estados Unidos, no quieren ni oír hablar del tema. Para intentar frenar este auge inexorable de China los republicanos, sobre todo, mayoritarios en el Congreso, impusieron a Bill Clinton la creación de un nuevo órgano, la Comisión de Estudio de las Relaciones Económicas y de Seguridad entre Estados Unidos y China31. Esta se compone de once o doce parlamentarios venidos de las filas republicanas y demócratas en una proporción casi igual, con el objetivo de analizar los problemas que representa el desarrollo chino en materia de superioridad económica, tencológica y militar. La comisión debe igualmente proponer a la Casa Blanca medidas adaptadas para hacerle frente. Las estrategias tanto de George Bush Jr., como de Barack Obama, y a día de hoy, de Donald Trump, están claramente definidas para contrarrestar el avance chino.

Sin embargo, estos últimos años, bajo el impulso del nuevo presidente Xi Jingping, Beijing ha lanzado dos iniciativas de gran envergadura: las nuevas rutas de la seda, por un lado, y Made in China 2025, por otro. La primera tiene por objetivo destacado desarrollar las infraestructuras en Asia central y de conectar así, como sucedía en el pasado, China con Europa occidental. La segunda pretende aumentar las capacidades tecnológicas de China para conseguir que el país entre de forma fluida en la era de la robotización y la digitalización.

Notas

  1. En francés, este término se utiliza para designar a China. De hecho, el concepto utilizado fue, en la traducción china, el país del medio, que se indicó en los acuerdos comerciales concluidos después de las opacas guerras del opio en el siglo XIX. Y desde 1912, ya no hay emperador, el último fue destituido por la revolución nacional dirigida por Sun Yat-sen.
  2. Según la visión norteamericana
  3. Este carácter es cada vez más discutible.
  4. Secretario en Estados Unidos significa Ministro
  5. Pierre Melandri y Justin Vaïsse, «El Reino Medio. Estados Unidos y el mundo desde el final de la guerra fría», Ediciones Odile Jacob, París, 2001, p.67.
  6. Mientras que Bush, Cheney y Wolfowitz son republicanos.
  7. Zbigniew Brzezinski, El gran tablero de ajedrez, Ediciones Bayard, París, 1997, p.67-68.
  8. National Defense University (NDU).
  9. Visiones chinas de la guerra futura.
  10. Hasta finales del siglo XVIII, China surgió como una de las primeras potencias del mundo. Sobre este tema, ver la reunión entre el emperador manchú Qianlong y la embajada británica en nombre de la Compañía de las Indias Orientales (Alain Peyrefitte, El imperio inmóvil o El choque de los mundos, Fayard, París, 1989).
  11. Jean-François Susbielle, China-USA. La guerra programada, Primeras ediciones generales, París, 2006, p.246.
  12. Richard Bernstein y Ross Munro, China-EE.UU: Peligro, edición azul de China, París, 1998, p.13.
  13. Richard Bernstein & Ross Munro, op. cit., p.28.
  14. Richard Bernstein & Ross Munro, op. cit., p.21
  15. Samuel Huntington, El choque de civilizaciones, ediciones Odile Jacob, París, 2000, p.470.
  16. Samuel Huntington, op. cit., p.471-472.
  17. Zbigniew Brzezinski, op. cit., p.84.
  18. Proyecto para un nuevo siglo americano. El siglo XX fue el de los Estados Unidos. Que sea lo mismo para el próximo.
  19. Robert Kagan y William Kristol, Peligros actuales. Crisis y oportunidad en la política exterior estadounidense y en la defensa, Encounter Books, San Francisco, 2000, pág.
  20. William Bennett, «Moralidad, carácter y política exterior estadounidense», en Robert Kagan y William Kristol, op. cit., p. 302-303.
  21. Jean-François Susbielle, China-USA. La guerra programada, Primeras ediciones generales, París, 2006, p.182-183.
  22. Primus inter pares (Primero entre iguales), como le gustaba ser considerado el emperador romano Augusto.
  23. El Producto Interno Bruto (PIB) es la riqueza mercantil y la riqueza monetaria producida en un año en un país. El término «real» significa que estamos eliminando el efecto del alza de precios, la inflación. Finalmente, la paridad de poder adquisitivo indica que comparamos la riqueza por país al mismo nivel de precios. A menudo, se utilizan los productos MacDonalds y sus ingredientes, así como los precios que cuestan, para que los números de producción vuelvan a la misma escala, que es lo relevante para un ciudadano promedio.
  24. La crisis subprime (2007-2008) es la que nace de las hipotecas otorgadas a familias que no tenían capacidad para pagar (lo que se denomina subprime).
  25. Cálculos basados en Angus Maddison, Estadísticas sobre la población mundial, el PIB y el PIB per cápita, 1-2008 dC: http://www.ggdc.net/maddison/Historical_Statistics/horizontal-file_02-2010.xls. Angus Maddison murió en 2010, otros especialistas tomaron el relevo del Proyecto Maddison.
  26. De hecho, las estadísticas de Angus Maddison muestran que algunos países están mejorando: Guinea Ecuatorial, Omán, Taiwán, los Emiratos Árabes Unidos, Botswana, Singapur, Corea del Sur, Hong Kong y Jordania. De hecho, estos son estados pequeños que han comenzado desde un nivel muy bajo, que se han beneficiado de una importante ganancia inesperada de energía, que han sido en gran medida ayudados por Washington como Taiwán y Corea del Sur o, como Singapur y Hong Kong, concentró en casa la actividad de toda una región. Esto no es representativo.
  27. Japón, milagrosamente entre 1950 y 1990, alcanzó el 5,1%.
  28. Cálculos basados en el Banco Mundial, base de datos, PIB a precios constantes en dólares.
  29. Jean-Christophe Defraigne, «El triunfo del proyecto mercantilista: un intento de las empresas estadounidenses de mantener el control de la cadena de valor ante el auge de las economías emergentes y de China en un momento de crisis global» en Michel Korinman ( dir.), Las lecciones de Donald Trump, ediciones The Spirit of Time, Begles, 2017, p.47.
  30. Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de América, diciembre de 2017, p.27.
  31. Comisión de Revisión Económica y de Seguridad de Estados Unidos y China.

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