- Publicación original: Gresea – La Commission antichinoise des États-Unis – 5 de julio de 2018
- Traducción: La Mayoría
Con el repentino aumento de las tasas aduaneras sobre el acero y el aluminio, el gobierno americano ha dado por declarada una guerra comercial mundial. Aunque los europeos parecen los más afectados, China es, sin embargo, la primera implicada, incluso cuando los dos productos afectados no se encuentran entre las exportaciones mayoritarias del “Imperio del Medio”1 a los Estados Unidos. Este episodio es el clímax de veinticinco años de menosprecio del país asiático por los Estados Unidos para convertirlo, a día de hoy, en el enemigo público número uno.
En octubre del año 2000, el Congreso, dominado entonces por los Republicanos, creó la Comisión de Vigilancia Económica y de Seguridad de las Relaciones Chino-Americanas 1. Esta debe presentar anualmente un informe acerca de la amenaza que China representa para Estados Unidos, así como medidas apropiadas para hacerle frente. Estos documentos son, normalmente, panfletos destinados a señalar la peligrosidad del Estado chino y la necesidad de ofrecer una respuesta firme por parte de las autoridades americanas.
La magnitud de la misión de la Comisión es muy amplia. Incluye, en la práctica, informes sobre la política presupuestaria, monetaria, fiscal y comercial de Beijing; sobre el control de capitales que impone; sobre las transferencias de producción y tecnología desde Estados Unidos hacia China; sobre las necesidades en materia de recursos minerales y energéticos del país, las inversiones americanas en el «Reino del Medio» y a la inversa; sobre el cumplimiento de los acuerdos chinos en la OMC; sobre la seguridad de los productos alimentarios, medicamentos y otros exportados desde China; sobre los motores políticos, tecnológicos y culturales de la economía china; sobre las limitaciones de la libertad de expresión, la piratería mercantil, la ciberseguridad, el programa militar del Ejército Popular chino, así como la influencia china en Estados Unidos y los países vecinos, en particular Taiwan.
Una gran reunión de halcones
El primer informe se presentó en julio de 2002. Después, los siguientes llegaron a partir de 2004, en noviembre de cada año. La comisión se compone a partes iguales de doce miembros: es decir, en principio, seis Republicanos y seis Demócratas. Los cargos de presidente y vicepresidente cambian cada año.
Pero la elección de los miembros, llevada a cabo por el líder del grupo parlamentario, es muy tendenciosa. Del lado republicano, encontramos a los más duros de entre los conservadores, como puede observarse en la tabla 1.
Así, encontramos como vicepresidente de la comisión en 2002 a Michael Ledeen, un investigador asociado al American Enterprise Institute (Instituto Americano de Empresa, AEI). También encontramos a Arthur Wladron, antiguo miembro del consejo consultivo del CSP (Center for Security Policy, Centro para la Política de Seguridad)2, antiguo investigador para el AEI y miembro de la Freedom House, a Larry Wortzel, dirigiendo el trabajo de la Heritage Foundation en el Sudeste Asiático, a James Lilley, embajador en China entre 1989 y 1991, agente activo de la CIA en la región asiática y miembro del AEI, y a Roger Robinson, que también fue relacionado con el CSP y participar en el Comité para la Paz y la Seguridad en el Golfo. Arthur Waldron, James Lilley y Michael Ledeen sólo formaron parte de una comisión. Por el contrario, Larry Wortzel sigue siendo miembro de la comisión en 2018, llegando incluso a ser vicepresidente en 2009. Roger Robinson permaneció menos tiempo como miembro. Después de ser vicepresidente en 2005, abandonó el organismo.
Pero fueron reemplazados por otros parlamentarios que son el terror de las opiniones pacifistas. Por ejemplo, nos encontramos a Thomas Donnelly, apoyo académico del PNAC (Project for a New American Century) e investigador en el AEI, hasta llegar al CSIS (Center for Strategic and International Studies, Centro para los Estudios Estratégicos e Internacionales) 3, miembro de la comisión en 2005 y 2006; Fred Thompson, igualmente vinculado al AEI, miembro en 2005 y 2006; Daniel Blumenthal, asociado al AEI y miembro desde 2006 a 2012; Peter Brookes, antiguo comandante en la Armada, alto dirigente del Pentágono para la política en Asia-Pacífico durante el gobierno de Reagan, y después investigador en la Heritage Foundation, que fue miembro en 2006 y 2007; Mark Esper, actual Secretario del Ejército (dependiente del Pentágono), jefe de gabinete en la Heritage Foundation, antiguo vicepresidente de la asociación de la industria aeronáutica y dirigente de Raytheon, miembro en 2007 y 2008; Denis Clark Shea, actual representante adjunto de comercio de los Estados Unidos, miembro desde 2007 a 2017; James Talent, investigador emérito de la Heritage Foundation, miembro desde 2013; Glenn Hubbard, jefe del antiguo consejo económico durante el gobierno de George Bush Jr. de 2001 a 2003, miembro desde 2017; y Roy Kamphausen, antiguo agregado militar en la embajada de Beijing y consejero del Pentágono en lo relativo a China, miembro desde 2018.
Sobre 33 miembros que han participado en este organismo en un momento u otro, 16 son abiertamente conservadores de línea dura. Casi todos los representantes en la Comisión del Partido Republicano forman parte de sus corrientes de extrema derecha.
Del lado demócrata, fueron designado parlamentarios y otros técnicos partidarios del proteccionismo en relación a China, a la que acusan de ser la sepulturera de los puestos de trabajo en América. Asi, George Becker, presidente de United Steelworks (sindicato siderúrgico americano), miembro como tal del sindicato nacional AFL-CIO, fue miembro de la Comisión entre 2002 y 2006. Otro sindicalista, Jeffrey Fiedler, participó entre 2007 y 2016.
Por tanto, no es demasiado sorprendente constatar que, como se esperaba de antemano, los informes son incendiarios, señalando a China como el nuevo eje del mal que hay que combatir a cualquier precio. El primer informe es sintomático de este lamento por la desaparición de la hegemonía americana, especialmente en Asia oriental: «Los Estados Unidos tienen un interés esencial en la integración económica de China en Asia ya que esta ofrece a todas las partes razones de peso para evitar las hostilidades. Al mismo tiempo, la integración económica de China con sus vecinos fomenta la perspectiva de una zona económica asiática dominada o influenciada de forma significativa pro China. Si este fuera el caso, los Estados Unidos podrían encontrarse en una situación en la cual su peso y su infñuencia en la región, contando incluso con sus aliados tradicionales, disminuirá en cierto grado, en particular en los asuntos económicos y comerciales.4
Llega a tal punto que uno de sus miembros, William Reinsch, un demócrata que fue miembro hasta 2015, decidió no firmar el documento. Señala los puntos de desacuerdo: «Por desgracia, tengo que distanciarme de este informe. En términos generales, no logra presentar un análisis correcto y objetivo de las relaciones de seguridad entre Estados Unidos y China. Por el contrario, señalando continuamente que el vaso está medio vacío en lugar de interpretarlo como medio lleno, el informe infravalora los progresos realizados en el curso de los últimos veinte años, eleva el nivel de paranoia en este país con respecto a China y contiene recomendaciones que podrían transformar este delirio en una profecía autorealizada.»5 Desaprueba el contenido de las opiniones defendidas tanto en 2004 como en 2015, incluso siendo el presidente de la comisión.
El tono general de los informes es muy similar de un año a otro. Denuncian prácticamente en cada ocasión la falta de transparencia de la situación y la economía chinas. Ponen en cuestión la regulación estatal y el deslizamiento permanente de cuestiones de orden empresarial hacia la esfera estatal, de los problemas civiles hacia el ámbito militar… Critican la piratería, las falsifiaciones, los atentados contra la ciberseguridad, el espionaje industrial sistemática, el tratamiento desigual de las empresas americanas en China, las interveciones continuas de las autoridades monetarias para ajustar el yuan, la dominación de las bancas públicas en el entorno financiero falseando así la competencia, la falta de respeto por las reglas de la OMC, incluso cuando China es miembro desde 2001…
Un déficit comercial americano permanente que no sienta bien en Washington
Pero lo que más preocupa a la Comisión es el déficit comercial que se incrementa hacia el «Reino del Medio» y que supone un riesgo de fragilidad para la economía americana. Hemos reproducido en el gráfico 1 la evolución de la balanza comercial americana en relación con su PIB desde 1991. De hecho, esta es deficitaria desde los años 80. Pero, por aquel entonces, los intercambios con China permanecían restringidos.
Se puede observar el crecimiento del deficit de forma casi continua hasta 2006. La ligera recuperación durante ese periodo se debe a crisis coyunturales que ralentizarón la compra de productos importados a los Estados Unidos.
Desde la crisis de 2007-2008, hay una mejora provocada por la misma razón: el descenso de bienes de consumo y de componentes importados teniendo en cuenta la caída de los ingresos americanos en estas circunstancias. La situación parece redirigirse ligeramente desde entonces o, al menos, no agravarse demasiado. Pero el efecto es palpable: cada año, Estados Unidos consume casi 500.000 millones de dólares más de lo que produce (por lo que éstos han de provenir del extranjero). Durante estos últimos años, esta cantidad está incluso más cercana a los 800.000 millones de dólares.
El gráfico detalla esta degradación por país o región implicada.
Es posible constara un deterioro continuo de la balanza comercial para todos los países y regiones del gráfico. Sólo las importaciones provenientes de los Estados de la OPEP6 terminan por desaparecer en 2015, sin duda por el uso masivo de gas de esquisto para resolver los problemas energéticos americanos.
Además, la caída es nítida en lo que concerna a los intercambios con China, sobre todo a partir de 2001. El déficit es el más claro y se cifra en 2017 en 375.000 millones de dólares. La Unión Europea, en especial Alemania, se limita a un excedente de 151.000 millones el mismo año. Los investigadores han estimado que el coste implícito de este crecimiento de las importaciones chinas en términos de empleo sería del orden de 2.400.000 trabajadores de 1999 a 2011.7
Comparando las dos tablas, es destacable que no es el déficit chino el que provoca la caída de la balanza comercial americana. Esta cae de un 1.2% del PIB en 1991 a un 4.3% en 2000. Durante este lapso de tiempo, todas las regiones contribuyen a este fenómeno, incluidos Japón y la Unión Europea, así como los socios de la ALENA8 (Canadá y México), los países del Sudeste Asiático, y, por supuesto, la propia China. No se trata por tanto de la agresividad de las empresas chinas o de su tan cacareado incumplimiento de las reglas puras de la libre concurrencia. Los Estados Unidos se abastecen masivamente en el extranjero para cubrir sus necesidades, tanto de ropa, como de equipo electrónico, menaje del hogar, juguetes, etc, ya que pueden conseguirlos más baratos.
Además, a partir de 2001, China gana partes del mercado a los otros proveedores, ayudada por algunas multinacionales americanas como Walmart, que organiza directamente la producción en China para sus cadenas de tiendas especialmente en Estados Unidos. A raíz de esto, el déficit se incrementa de un 4 a un 6% del PIB entre 2001 y 2005. En concreto, el déficit con el «Reino del Medio» pasa del 0.8% del PIB en 2001 a un 1.8% en 2008. A partir de entonces, oscila entre este valor y el 2%.
La cantidad de exportaciones netas puede ser engañosa, teniendo en cuenta la producción de la cadena de valor. Si China exporta el producto final, indica en su estadística la cantidad total de la venta, incluso si, en realidad, el país no ha fabricado la mercancía en su totalidad. Una parte puede en efecto haberse producido en el extranjero, en un país distinto de China o Estados Unidos. 9 Puede no haber sido contabiliza o haberlo sido de forma errónea. Del mismo modo, algunas mercancías simplemente se transfieren. Llegan a un puerto y son desembarcadas, pero pronto embarcan de nuevo en otro barco para un destino diferente.
Teniendo en cuenta todos estos parámetros, la Conference Board 10 recalculó el déficit americano de bienes y servicios con China en 2014. Este quedó reducido a una cantidad de 200.000 millones de dólares, lejos de los 345.000 millones calculados oficialmente
Caminar hacia el enfrentamiento con Beijing
Otro tema frecuentemente abordado por la Comisión es la cuestión militar. Los informes denuncian los constantes aumentos del presupuesto chino, señalando que las cifras comunicadas oficialmente no se corresponden con la realidad. Hacen hincapié a la facilidad con que los objetivos clasificados como civiles pueden ser en realidad militares. De este modo, ponen sobre aviso a las empresas americanas que tengan acuerdos comerciales con empresas chinas sobre el hecho de que sus conocimientos técnicos podrían terminar llegando a manos del Ejército Popular. El informe de 2017 es explícito sobre este asunto: «La integración estrecha del desarrollo tecnológico civil y militar en China provoca el miedo a que la tecnología, la experiencia y la propiedad intelectual compartidas por las empresas americanas con sus socios comerciales chinos puedan estar siendo transferidos hacia el Ejército chino». 11. Por último, la Comisión acusa a Beijing de ser responsable de la proliferación de armas de destrucción masiva y de otros sistemas, especialmente tecnologías de doble uso (civil y militar).12
El contenido de los informes es tal que, de nuevo, William Reinsch, antiguo subsecretario de Comercio durante el gobierno de Bill Clinton, lo denuncia en 2015: «Nunca he considerado a China como una entidad única oponiéndose de forma monolítica a nuestros intereses. En lugar de eso, su gobierno es una estructura complicada de elementos concurrentes y heterogéneos que pueden o desafíar o cambiar de política».13 Una opinión equilibrada que no tiene razón de ser para el resto de la Comisión.
Sin embargo, el tono alcanza el clímax en noviembre de 2016, después de las elecciones americanas que ganó Donald Trump. El informe mecniona los mismos hechos que en ocasiones anteriores, pero añade un punto: «Resulta muy evidente que el Partido Comunista Chino no tiene la intención de abrir lo que considera sectores clave de su economía a la concurrencia y el control significativo de Estados Unidos o desde el extranjero». Y precisa: «Del mismo modo, la esperanza de que China siguiera su vía de desarrollo pacífico y se convirtiera en una potencia mundial que sostuviera y reforzara el orden mundial liberal fundado en estas reglas no se ha alcanzado»14. No hay por tanto más que una solución, a juicio de la Comisión: dirigirse hacia una confrontación.
En consecuencia, demanda al Congreso que prolonge las competencias del Comité de Inversiones Extranjeras en los Estados Unidos (CFIUS 15) para que prohiba la participación y el control de empresas americanas por parte de empresas chinas 16. Este llamamiento es extendido, incluso, a los fondos soberanos chinos en 2017. Incluso aunque este no sea el caso, la Comisión quiere que se someta la situación a un examen minucioso por parte de la CFIUS antes de dar el visto bueno a la inversión. Este procedimiento es particularmente aplicado en los sectores críticos de la tecnología, las infraestructuras esenciales, y para cualquier adquisición de activos que pueda poner en peligro la seguridad de Estados Unidos.
Al mismo tiempo, la Comisión requiere al Congreso que apruebe un aumento de los presupuestos militares para asegurar una presencia armada en la zona de Asia-Pacífico 17. El informe de 2016 se dirige directamente al proyecto de Made in China 2025 solicitando a los representantes americanos reforzar las industrias americanas de alta tecnología y de fuerte valor añadido, como aquellas activas en la inteligencia artificial, los vehículos y sistemas autónomos, y los semiconductores 18.
De aquí la utilización del bazooka reglamentario de antemano al abordar el problema del acero y el aluminio, sectores citados por la Comisión entre aquellos que debían ser protegidos. Pero también en otras industrias, como los circuitos integrados para las redes 5G.
La CFIUS se activa, por tanto, de forma expresa. Aunque no ha rechazado más que cuatro operaciones entre la fecha de su creación en 1975 hasta finales de 2016, multiplica los informes negativos desde entonces. En diciembre de 2016, de acuerdo con la administración Obama, suspende el proyecto de compra del fabricante de chips alemán Aixtron por parte de la empresa china Fujian Grand Chip Investment Fund, ya que podrían desarrollarse aplicaciones militares a partir de su producción, y dado que Aixtron posee una filial en Estados Unidos 19. Seguidamente, el comité se opone a la adquisición de la marca de semiconductores de base silítica Lattice por el fondo estatal China Venture Capital Fund.
Por último, después del informe desfavorable de la CFIUS, Donald Trump bloqueó el intento de compra del fabricante californiano de chips para la conectividad entre aparatos móviles, Qualcomm, por parte de la empresa de Singapur, Broadcom. No había chinos de por medio. Pero el presidente señala que esta oferta de 117.000 millones de dólares, que habría sido la más grande operación jamás cerrada en el sector de los semiconductores, constituye una amenaza a la seguridad del país. El decreto firmado subraya: «La oferta de compra de Qualcomm por el comprador está prohibida, y toda operación equivalente, de fusión, adquisición u OPA, directa o indirecta, también está prohibida» 20. Es un mensaje con un claro destinatario: Beijing.
Notas
- Oficialmente y en inglés, The U.S.-China Economic and Security Review Commission
- Descrito en el artículo de Henri Houben, «¿Por qué haber permitido la elección de Donald Trump?», http://www.gresea.be/Pourquoi-avoir-permis-l-election-de-Donald-Trump. Igual que el resto de think-tanks ultraconservadores
- Es un think tank oficialmente bipartidista
- U.S,-China Economic and Security Review Commission, « The National Security Implications of the Economic Relationship Between the United States and China », Report to Congress of the US-China Security Review Commission, juillet 2002, p.117.
- U.S,-China Economic and Security Review Commission 2002, op. cit. p.206
- La Organización de Países Exportadores de Pétroleo, que incluye a 14 naciones: Algeria, Angloa, Gabon, Libia, Nigeria, Guinea Ecuatorial, Ecuador, Venezuela, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Iraq, Iran, Kuwait y Qatar
- Daron Acemoglu, David Autor, David Dorn, Gordon Hanson, and Brendan Price. « Import competition and the great US employment sag of the 2000s », Journal of Labor Economics, janvier 2016, p.146-147.
- Acuerdo de Libre Intercambio Norte-Americano, por sus siglas en francés
- Si China exporta 100 dólares hacia Estados Unidos, pero no se realiza en el país más que la mitad de la producción, mientras que el resto tiene lugar en Tailandia, el déficit comercial con el país del Tío Sam será de 100 dólares, pero Tailandia habrá contribuido a él con 50 dólares.
- Se trata de una organización compuesta de entorno a 1200 grandes empresas privadas y públicas del mundo entero, que interviene como grupo de investigación en beneficio de las marcas que la componen
- U.S.-China Economic and Security Review Commission, « 2017 Report to Congress. Executive Summary and Recommendations », novembre 2017, p.21.
- U.S.-China Economic and Security Review Commission, « 2016 Report to Congress. Executive Summary and Recommendations », novembre 2016, p.iii.
- U.S.-China Economic and Security Review Commission, « 2015 Report to Congress », novembre 2015, p.569.
- U.S.-China Economic and Security Review Commission 2016, op. cit., p.vii.
- Committee on Foreign Investment in the United States, según sus siglas en inglés
- U.S.-China Economic and Security Review Commission 2016, op. cit., p.26.
- U.S.-China Economic and Security Review Commission 2017, op. cit., p.25.
- U.S.-China Economic and Security Review Commission, « 2016 Report to Congress. Executive Summary and Recommendations », novembre 2016, p.26.
- Les Echos{}, 7 mars 2018
- Les Echos{}, 15 mars 2018.