Multiculturalidad vs Nacionalismo: un dilema tramposo

Claudio Forján
Claudio Forjánhttps://lamayoria.online
Claudio Forján es economista

Aunque ya ha pasado un tiempo después de que el fenómeno migratorio copara todas las portadas de la prensa con motivo de la última oleada de inmigrantes subsaharianos en la frontera hispano-marroquí y de las políticas chovinistas del gobierno italiano, el problema no está zanjado. Continúa resonando la dialéctica entre quienes temen que las oleadas migratorias terminen por acabar con la identidad de las naciones europeas y quienes consideran la multiculturalidad como elemento fundamental de esa identidad. Aunque con matices, ése es el debate que se proyecta hacia el gran público. ¿Multiculturalismo o nacionalismo? El dilema no puede ser más tramposo. Tanto en las izquierdas españolas como en el movimiento obrero existe una enorme confusión a la hora no solo de afrontar, sino incluso de analizar y diagnosticar el problema. Si bien el enfoque de “fronteras abiertas” es dominante, la presión ideológica de las derechas nacionalistas es cada vez mayor y su éxito relativo entre sectores de clase trabajadora provoca no pocas veces cierto complejo de inferioridad entre pensadores y activistas de izquierdas preocupados por la falta de arraigo entre las masas obreras.

España ha sido históricamente un país más emisor que receptor de movimientos migratorios. Sin embargo, a partir de finales de la década de 1990 y principios de la década del 2000 se produce un punto de inflexión. A partir de ese momento España a ser no sólo receptor neto. También las cifras de residentes extranjeros comenzaron a contarse por millones y no sólo por unos pocos miles. ¿Qué ocurría o había ocurrido por entonces? El ingreso de España en la OTAN y la Comunidad Económica Europea (ahora Unión Europea). Aunque la explicación de las razones del ingreso de España en estos organismos supranacionales excede el contenido de este artículo, estos hechos tuvieron dos consecuencias importantes. En primer lugar, la conocida “reconversión industrial”, que en los hechos fue una desindustrialización, ya que buena parte de los mecanismos de protección de la industria española debían ser desmontados para poder entrar en el mercado común europeo. En segundo lugar, en los años 90 del siglo pasado se produjo la internacionalización de las grandes empresas capitalistas españolas. Es decir, se formaron las multinacionales que hoy en día conforman el IBEX35 u orbitan en torno a él. Entre 1993 y 2003 el stock de inversiones españolas en el extranjero se multiplicó casi por diez veces, pasando de casi 23.000 millones de dólares a más de 220.0001. Se puede afirmar que es en este periodo cuando ya se clarifica (o así se pretendía) la pertenencia del capitalismo español al “club selecto” de los países capitalistas desarrollados. Pagando, eso sí, el tributo de la desindustrialización de los años 80. Pero no sólo los españoles tuvieron que pagar el precio de la internacionalización del capital español. En América Latina la actividad depredadora de las multinacionales españolas en particular y occidentales en general es bien conocida. Éste fue de los principales motivos por el que el gobierno argentino nacionalizó YPF en 2012 expropiándosela a Repsol. La multinacional española había estado durante más de 20 años descapitalizando y vaciando a la empresa argentina mediante la repatriación de beneficios hacia España2. El capitalismo español se mostraba así no sólo como desarrollado, sino también como imperialista, es decir, depredador, acorde con la naturaleza del “club selecto” al que acababa de ingresar.

Casi de modo paralelo fue durante esos años cuando la inmigración se disparó. Entre 1996 y 2004 el número de extranjeros residentes en España se multiplicó por cinco veces, pasando de medio millón a dos millones y medio3 e multiplicó por cinco veces, pasando de medio millón a dos millones y medio3. A pesar de la retórica reaccionaria de Aznar y Mayor Oreja vinculando inmigración con delincuencia, además de la escenificación de algunas devoluciones en caliente con las que lucirse ante sus votantes más exaltados, la inmigración no dejó de crecer exponencialmente. Si con una mano se reformaba la ley de extranjería para endurecerla, con la otra se regularizaba de manera extraordinaria a cientos de miles de inmigrantes que quedaban fuera de la ley precisamente por las mencionadas reformas. Las regularizaciones extraordinarias continuaron durante el gobierno de Zapatero, aunque no sin tratar de competir con el PP en escenificar dureza frente a la inmigración ilegal4. En cualquier caso, entre 2002 y 2007 la población extranjera en España se multiplicó por más de dos veces, al pasar de casi dos millones a más de cinco. Pero eran los años del “boom” inmobiliario y el ciclo económico estaba en su fase de en auge. No sólo para la construcción, sino para muchos otros trabajos de baja cualificación en la agricultura y los servicios era necesaria mano de obra barata, abundante y, sobre todo, sumisa. Y ello a pesar de que incluso en los años de “vacas gordas” el desempleo estuvo cercano al 10%. Y es que los trabajadores extranjeros han sido y son por lo general empleados en peores condiciones de trabajo que los españoles. Así lo reconoce el Banco de España cuando pone en relación los límites a la subida de salarios entre 2000 y 2007 “con la fuerte entrada de trabajadores extranjeros, que posiblemente tuvieran un menor poder de negociación salarial”.5 Incluso actualmente, con una tasa de paro cercana al 15%, la tasa de paro de la población extranjera se sitúa cinco puntos porcentuales por encima6

Este fenómeno migratorio, tal y como lo conocemos actualmente, no es nuevo, sino que se ha dado en prácticamente toda sociedad capitalista moderna. Si en algo es nuevo, es en su extensión. Ya en el siglo XIX Marx observó atentamente este fenómeno en la inmigración irlandesa hacia Inglaterra:

“… la burguesía inglesa, además de explotar la miseria irlandesa para empeorar la situación de la clase obrera de Inglaterra mediante la inmigración forzosa de irlandeses pobres, dividió al proletariado en dos campos enemigos. El ardor revolucionario del obrero celta no se une armoniosamente a la naturaleza positiva, pero lenta, del obrero anglosajón. Al contrario, en todos los grandes centros industriales de Inglaterra existe un profundo antagonismo entre el proletario inglés y el irlandés. El obrero medio inglés odia al irlandés, al que considera como un rival que hace que bajen los salarios y el nivel de vida. Siente una antipatía nacional y religiosa hacia él”7

Marx no emplea el término “inmigración forzosa” por casualidad. Y es que el fenómeno migratorio no es para nada espontáneo. Por un lado, tenemos el desarrollo desigual entre países capitalistas y por otro tenemos la necesidad de importar mano de obra lo más barata posible en los países capitalistas más aventajados. Son estos dos factores los que están detrás del fenómeno migratorio en las sociedades capitalistas modernas. Bajo estas condiciones estos movimientos migratorios constituyen la fuente de un proletariado perfectamente dispuesto a ser explotado incluso por debajo del nivel de vida “normal” en el territorio receptor. Esto unido a las diferencias culturales lleva a que los trabajadores sean enfrentados entre sí en los terrenos económico y político. A la competencia a la baja por el salario se añaden los recelos culturales. Así, los empresarios tienen más fácil imponer la contención (cuando no el recorte) salarial y las derechas tienen la posibilidad de desviar la atención hacia el elemento extranjero como supuesta causa principal de los problemas que padecen los trabajadores. De este modo el discurso liberal y pro-inmigración se complementa con el nacionalista anti-inmigración. Si el primero promueve la libre circulación de una mano de obra barata y abundante a la que explotar. El segundo promueve leyes de extranjería que restrinjan la consecución de la residencia, la nacionalidad y los derechos laborales que conllevan. Ciertamente tienen mucha razón quienes denuncian las penosas condiciones de los CIE o la brutalidad de las devoluciones en caliente. Precisamente estas formas de tratar a otros seres humanos como si fuesen ganado forman parte de la política de disciplinar a la mano de obra importada. En este sentido el discurso de las derechas nacionalistas es hipócrita, pues su objetivo no es expulsar a los inmigrantes, sino mantenerlos en todo momento como trabajadores y ciudadanos “de segunda”, sumisos y fáciles de explotar. Además, la alarma social creada en torno a la inmigración ilegal en España no se corresponde con la realidad, aunque sí con un estado de ánimo de normal preocupación en un país con una tasa de paro de dos dígitos. Pero lo cierto es que anualmente entradas irregulares se cuentan por miles, mientras que los rechazos en frontera se cuentan por cientos de miles8

Por ello, el debate entre multiculturalidad y nacionalismo es un debate sobre la gestión del fenómeno migratorio sin cuestionar el marco de relaciones laborales actual, en el que los trabajadores migrantes son incorporados a un “ejército de reserva” que presiona a la baja los salarios en el mercado de trabajo. La base del problema está aquí en gran medida. Fenómenos como el llamado “euroyihadismo” o las “bandas latinas” no se explican por razones teológicas o raciales. Trabajadores que sólo pueden acceder a los empleos más precarios (a veces incluso al margen de la legalidad) difícilmente van a poder integrarse en la sociedad de acogida. Con empresarios demandando constantemente mano de obra barata y sumisa, difícilmente un refuerzo de las fronteras detendrá el flujo migratorio. Y menos aún con la depredación que las multinacionales occidentales realizan en los países en desarrollo. Es aquí donde las izquierdas y el movimiento obrero deben poner el foco de atención. La discusión sobre la inmigración debe centrarse en torno a denuncias y políticas que ataquen a la raíz del problema. Es necesario poner fin al saqueo de los países en desarrollo mediante la intervención de los Estados (incluyendo la nacionalización) sobre las multinacionales (tanto en los países de origen como en los de destino) para forzar un cambio hacia unas relaciones económicas internacionales basadas en la cooperación y el beneficio mutuo y no en la depredación de los recursos materiales y humanos. En esto prácticamente todas las izquierdas están de acuerdo. Al menos de palabra. Pero por otro lado es también necesario romper ciertos tabúes y reconocer que la inmigración en tanto que importación de mano de obra barata es un fenómeno negativo para los trabajadores, incluyendo los propios inmigrantes. No sólo presiona a la baja los salarios en los países de acogida, sino que también priva a los países de origen de sus trabajadores más dinámicos y capaces que podrían contribuir de manera decisiva a su desarrollo. Hará falta elaborar propuestas inteligentes que conjuguen el apoyo solidario al desarrollo de los países emisores de migración con la lucha contra la discriminación social y laboral de los trabajadores migrantes en los países receptores, así como con un control de las fronteras depurado de sus aspectos más brutales. No es un debate fácil de resolver y no es pretensión de este artículo zanjarlo de una vez por todas, pero sí lo es llamar la atención sobre la necesidad de una reflexión más serena y madura sobre el problema.

Notas

  1. Datos de la UNCTAD: http://unctadstat.unctad.org/wds/TableViewer/tableView.aspx
  2. Entrevista a a Gustavo Lahoud, especialista en Energía y Geopolítica en Rebelión: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=213410
  3. Artículo de El País en 2004 Los ‘ilegales’ de Aznar: https://elpais.com/diario/2004/01/31/espana/1075503623_850215.html
  4. Debate electoral entre Zapatero y Rajoy en 2008: https://www.youtube.com/watch?v=BKoCu2XCRn0
  5. Citado en Cinco Días: https://cincodias.elpais.com/cincodias/2018/10/09/midinero/1539071694_410295.html
  6. Datos del INE: http://www.ine.es/jaxiT3/Datos.htm?t=4249
  7. Karl Marx, Extracto de una comunicación confidencial: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/educ70s.htm
  8. Artículo de El País La inmigración irregular en España: https://elpais.com/internacional/2017/05/29/actualidad/1496052784_493244.html

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