- Publicación original: Lava Revue – Industrie 4.0: la fin du travail ou la fin du capitalisme? – HENRI HOUBEN – 17 décembre 2018
- Traducción: La Mayoría
Las innovaciones tecnológicas se suceden a un ritmo acelerado. Robots dotados de detectores sensoriales y con capacidad de aprendizaje autónomo aparecen en masa. Ya tienen capacidad para conducir vehículos por sí mismos, ejecutar tareas que parecían reservadas a los humanos, responder a preguntas complejas, imprimir objetos en 3D… Interconectados, gestionan cantidades de datos considerables, sobrepasando ampliamente las posibilidades de un cerebro humano, pueden conectarse y desarrollar nuevas potencialidades y alternativas, para bien o para mal. Hemos entrado de lleno en la era de la inteligencia artificial.
Hay quienes hablan de una cuarta revolución industrial1. La primera revolución se remonta al siglo XVIII, cuando los talleres textiles y la máquina de vapor impulsaron la primera industrialización verdadera de la historia. La segunda data de finales del siglo XIX con la invención de los motores de gasolina y de la lámpara incandescente, y el desarrollo de los procedimientos químicos. La tercera surge a finales del siglo XX con la aparición del ordenador portátil y la simplificación de los medios de comunicación.
La cuarta revolución profundizaría en estos avances introduciendo cuatro grandes innovaciones: la recogida de datos informatizados en proporciones gigantescas, dando lugar a la fusión de tecnologías físicas, numéricas y biológicas; el desarrollo de manipulaciones genéticas a partir de un conocimiento mayor de los genomas; la introducción de detectores sensoriales en los robots de nueva generación que pueden aprender por sí mismos; y la posibilidad de integrar la tercera dimensión en la tecnología de la impresión.
De hecho, ni siquiera hay una interpretación consensuada de lo que está sucediendo. Así, la asociación alemana de empresas de telecomunicación Bitkom plantea no menos de 104 descripciones diferentes de cómo será la industria del futuro2. Está claro que nos encontramos ante una serie de conjeturas, previsiones, que pueden eventualmente convertirse en realidad o no. Pero todo el mundo está de acuerdo a la hora de decir que habrá probablemente un trastorno debido a los avances tecnológicos mayores y que afectará a las economías y a la manera en la cual se produce en la mayoría de los países.
Es en este marco que las empresas alemanas, con el apoyo de su gobierno, lanzaron en 2011 el programa Industria 4.0 para coordinar los proyectos industriales y de investigación y así perpetuar la dominación de las multinacionales alemanas en los sectores mecánicos. Tras ellas, la Comisión Europea ha intentado iniciar y poner en marcha planes similares en las otras naciones europeas, con éxito modesto por ahora. Igualmente, China ha seguido el ejemplo y ha anunciado sus propias ambiciones tecnológicas a través de la plataforma Made in China 2025. Su objetivo es alcanzar el rango de líder tecnológico para 2049, para el momento del centenario de la revolución china3.
Todos estos proyectos muestran que, incluso si el futuro no está escrito en piedra, hay sin embargo muchas oportunidades para que la cuarta revolución industrial penetre masivamente en las economías y transforme en profundidad los hábitos de trabajo y de consumo.
Un cambio profundo en el trabajo
Los pronósticos de los más alarmistas pasan por la desaparición próxima del trabajo y el fin de una serie de profesiones. Así, un estudio llevado a cabo en 2013 por dos investigadores de Oxford preveía que, en la próxima década o en la siguiente, el 47% de los empleos americanos podrían ser eliminados por el cambio tecnológico4. Igualmente, un examen realizado por el IWEPS5 sobre el impacto social de la digitalización en la economía llevó a la conclusión de que unos 564.000 puestos corren el riesgo de verse afectados en un periodo de diez a veinte años. Sobre un total de 1.143.000 empleos, ¡esto representaría por tanto un empleo de cada dos!6 Más prudente, la OCDE ha presentado una visión alternativa según la cual sólo el 9% de los empleos se verían realmente amenazados.7
La asociación alemana Bitkom plantea no menos de 104 descripciones diferentes de cómo será la industria del futuro
Nuestro propósito aquí no será intentar mejorar estas evaluaciones, ni siquiera analizarlas, sino intentar precisar las cuestiones a nivel de trabajo. Para comprenderlo, podemos establecer las distinciones siguientes: primero, entre trabajo manual y trabajo intelectual (o cognitivo) y, posteriormente, entre trabajo rutinario y trabajo no rutinario.8
Un trabajo manual rutinario requiere una actividad esencialmente física que se repite a lo largo de la jornada. El ejemplo típico es el ensamblado de automóviles en una cadena de montaje. El trabajo manual no rutinario se centra siempre en el gasto físico, pero también exige tener competencias sensoriales, habilidad artesanal, incluso conocimientos tácitos. Es el caso concreto de la reparación de vehículos. El trabajo cognitivo rutinario es aquel que demanda bien una experiencia, una reflexión, una aptitud para resolver problemas, o bien un contacto importante con otras personas. Pertenece el ámbito de la investigación, la gestión, la comercialización o la captación de clientes.9
Hasta este punto, la automatización y la robotización han afectado, sobre todo, al trabajo manual rutinario. Es lo más sencillo. Los gestos reproducidos hasta el infinito durante una jornada son los más sencillos de codificar de modo que una máquina los ejecute repetitiva e idénticamente, con una probabilidad mínima de error. Pero algunas tareas cognitivas rutinarias han corrido la misma suerte. Así, la atención personalizada en los servicios postales, bancarios o de administración, ha sido progresivamente remplazada por un autómata que orienta al usuario hacia la ventanilla adecuada. Incluso en la especulación bursátil, algoritmos sofisticados han sustituido a los traders para detectar, con una milésima de segundo, la diferencia de precio entre activos de diferentes Bolsas.
Los cambios tecnológicos ya en marcha o previstos deberían alcanzar pronto los últimos bastiones del trabajo manual rutinario, inundar los dominios del trabajo cognitivo rutinario, de ciertas secciones del trabajo manual no repetitivo e incluso amenazar algunas tareas del trabajo cognitivo no rutinario, ya que los robots han aprendido a aprender. Evidentemente, esto dependerá en parte de la velocidad de las innovaciones, de la posibilidad de transformarlas en bienes o servicios aceptados por los consumidores, de los problemas que pueden generar las leyes, de las regulaciones y hábitos en los diferentes países, pero también de las luchas sociales llevadas a cabo por los asalariados y los sindicatos. Hay sin embargo, algunas evoluciones que parecen inevitables a día de hoy.
Así, habrá probablemente una transformación mayor en la industria, en particular en la manufacturera. Podemos clasificar la industria en tres grandes categorías en función de la forma en la cual se producen las mercancías. En primer lugar, nos encontramos con las actividades de tipo construcción: todos los obreros se encuentran en el sitio de trabajo y se ocupan de una obra colectiva como la construcción de un edificio o la explotación de una mina. En segundo lugar están las denominadas operaciones de proceso: un mecanismo automático gestiona los cambios del producto durante las diferentes etapas; los trabajadores se encargan esencialmente de vigilar las máquinas e intervenir cuando surge un problema o cuando una máquina se avería. Es el caso de sectores como la industria química, farmacéutica o energética. Finalmente, está el ensamblaje, del cual el automóvil es el ejemplo típico, pero que incluye también la electrónica, la fabricación de máquinas, el sector agroalimentario, etc. Una mercancía es fabricada por asalariados que le incorporan incesantemente complementos en una cadena de montaje.
Es precisamente en esta última categoría que las grandes innovaciones tecnológicas tienen el riesgo de ser más importantes. Tomemos el ejemplo de una fábrica de montaje de automóviles. Se compone de cuatro secciones o talleres: la prensa, en la cual las chapas de acero son manipuladas para adquirir la forma adecuada para formar parte de una carrocería; el taller de chapa, en el cual estas piezas son soldadas entre ellas para formar el chasis; el taller de pintura, en el cual se le añaden los colores; y finalmente, el tren de montaje final, en el que todos los componentes se añaden para obtener un vehículo totalmente equipado.
El trabajo está individualizado, lo que genera una ilusión de autonomía al proveedor, que podría eventualmente trabajar cuando le parezca bien
Los robots y los procesos automáticos ya han sido ampliamente introducidos en la producción. Las prensas están, por lo general, completamente automatizadas. La soldadura es realizada por robots en amplias naves en las cuales prácticamente no encontramos trabajadores. Son máquinas las que pintan los coches. No quedan más que dos departamentos que aún acogen masivamente la mano de obra: el control de la calidad de la soldadura al término del taller de chapa y el montaje final. En 1990, Volkswagen Forest (ahora Audi Bruselas)10 montaba aproximadamente 200.000 coches gracias a más de 7.000 obreros, mientras que en 2005, no había más que 5.400 para un nivel de producción similar. Ahora bien, con los detectores sensoriales y los robots capaces de imitar los gestos de los seres humanos, estas dos secciones corren el riesgo de ser invadidas. En ese caso, con máquinas encargadas del prensado, la soldadura, la pintura y el montaje, la cadena de ensamblaje ya no será más que un gigantesco parque de robots y autómatas, vigilado permanentemente por obreros situados en un centro de dirección y que deberán entrar en acción cuando se produzca una avería (como sucede en el caso de la industria química).
En sectores menos sofisticados que el automóvil, como el de la electrónica o el agro-alimentario, la mayoría de los procesos que se encargan de la confección de los bienes han sido ya automatizados. En la siderurgia, la introducción de la fundición continua así como la informatización de las acerías ha trastocado el trabajo de los obreros que, en lugar de estar en contacto los unos con los otros, se encuentran cada uno a un centenar de metros del otro. Este fenómeno va a acentuarse aún más con la llegada de la impresión 3D, ya presente, pero que es previsible que se extienda aún más. Gracias a esta innovación, será posible producir fácilmente pequeñas cantidades de piezas sofisticadas diseñadas con precisión en el ordenador. Actualmente, ya es posible confeccionar piezas en plástico, aluminio, acero inoxidable, cerámica o incluso nuevos materiales. La aviación y la medicina ya utilizan con frecuencia este procedimiento11. De nuevo, el trabajo se limita al de la elaboración del producto y la supervisión de las máquinas que trabajan. Todo el resto depende de un sistema automático.

Notas: las estadísticas para Japón y los Estados Unidos se calculan en relación al empleo total. Las de la Unión Europea en relación al número de asalariados
Por decirlo de forma simple, la industria del ensamblaje va a transformarse en una inmensa actividad de procesos, con una reducción masiva de empleos, como ya sucede en el sector químico. De cualquier modo, esta disminución de puestos de trabajo es una tendencia generalizada desde hace años, como lo muestra el gráfico 1.
La bajada relativa del empleo es manifiesta en las tres regiones, con un pequeño retraso en el caso de Japón (1974). Se produce incluso una limitación del sector en términos absolutos. En 1979, en Estados Unidos, la industria manufacturera ocupaba a más de 22 millones de personas. Este número se ha reducido a 15,4 millones a día de hoy. En Japón, han pasado de 15 millones en 1992 a 10,5 millones veinticinco años más tarde. En Europa occidental, el número de asalariados12 alcanzó un máximo de 34,5 millones en 1974. Después, no ha dejado de disminuir hasta caer por debajo de los 22 millones en 2017.
Über alles (Por encima de todo)
La industria manufacturera no es la única afectada. Numerosos sectores podrían sufrir la misma (mala) suerte. Así, en el ámbito de la sanidad, los robots son capaces de imitar los gestos de los enfermeros para lavar y preparar a los pacientes. En la logística, actividad destacada tanto en Flandes como en Valonia, los automátas dotados de sensores pueden desplazarse en un universo complejo para determinar una trayectoria y llevar sin accidentes, en un espacio inmenso, mercancías de un punto a otro y de este modo organizarlas y clasificarlas.
Pero otro fenómeno se está produciendo al mismo tiempo en los servicios: la aparición de plataformas que se inmiscuyen entre el proveedor y el cliente. Son los nuevos actores que todo el mundo conoce a día de hoy: Amazon, Google, Facebook, Twitter, Instagram, Uber, Airbnb… Lo que tienen de particular es que este intermediario se va a llevar la mayor parte del pastel en esta nueva relación: bien porque va a pagar a precio de saldo al proveedor asalariado, bien porque va a recopilar todos los datos ofrecidos por los clientes para venderlos a empresas comerciales que podrían utilizarlos para detectar los objetivos más adecuados para su publicidad13 (o, eventualmente, con otros fines14).
De esta manera, el trabajo y las condiciones en las cuales se ejerce cambian completamente. Individualizado, genera la ilusión de autonomía al proveedor, que podrá terminar trabajando cuando lo estime oportuno. Pero, estando mal pagado y con una seguridad social mínima que corre el riesgo de tener que compensar por sí mismo más tarde o más temprano, esta apariencia no debería durar mucho.
Si los robots y los procesos automatizados remplazan cada vez más el trabajo humano, la base de la riqueza capitalista tiende a disminuir
Nos acercaríamos cada vez más al modelo planteado hace más de veinticinco años por William Bridges, consultor privado. Este proponía a cada trabajador concebirse a sí mismo como una pequeña empresa, que podríamos llamar «Yo S.A.», ya que debía considerar cada trabajo como una relación de mercado entre un cliente y un proveedor, sin importar el estatus exacto de este último. Utilizaba la noción de «empleabilidad», que desde entonces se ha retomado y extendido prácticamente por todos lados, y que él definía así: «Vuestra seguridad provendrá en primer lugar de vuestra capacidad de parecer atractivo para el empleador»15. En resumen, invitaba a los trabajadores a estar agradecidos por ser explotados, algo que se ha producido efectivamente con la nueva forma de trabajo promovida por las nuevas plataformas que, además de un problema de explotación aguda, suponen un gran problema de organización para los sindicatos y por tanto debilita la capacidad de resistencia de los trabajadores.

Sin embargo, esta tendencia aún es lenta y la lucha contra la «uberización» del trabajo ya se está llevando a cabo en diversos países. El gráfico 2 muestra la progresión del trabajo independiente en Europa y en los Estados Unidos16. Hemos añadido la curva para Bélgica.17
Se observa una reducción bastante constante del estatus de autónomos, ligado en una primera etapa al descenso del número de agricultores, tanto en Europa como en Estados Unidos. Hay un ligero aumento del número y el porcentaje en los años 80. Posteriormente, la disminución continúa a un ritmo bastante más suave hasta hoy en día.
Contrariamente a lo que podríamos pensar, estos últimos años el descenso es incluso más marcado en los Estados Unidos que en Europa. De hecho, en el Viejo Continente, desde el comienzo del siglo, se han creado una cantidad neta de 1,5 millones de empleos autónomos18. Esto no representa más que el 7,7% de la creación de puestos de trabajo en ese periodo. De ahí un descenso de la parte porcentual de este sector en la fuerza de trabajo total.
En cambio, el aumento se ha focalizado en la parte occidental de la cual nació la primera industrialización mundial: Alemania, el Benelux, Francia y Gran Bretaña. Dos países concentran, incluso, la mayor parte de la progresión: Francia, con 500.000 empleos más, y, sobretodo, las islas británicas, con 1.5 millones. Un tercio de los puestos aparecidos en el otro lado del canal de la Mancha desde el 2000 tienen el estatus de autónomos. En el Beneluz, el aumento ha sido de 325.000, provenientes sobretodo de los Países Bajos (aunque Bélgica no queda lejos). En Alemania, el aumento entre 2000 y 2008 incluyó entorno a 500.000 trabajadores. Pero, después de la crisis de 2008, 200.000 empleos de este tipo han desaparecido. En total, no hay más que tres Estados en los cuales los autónomos han aumentado en número: Francia y los Países Bajos, con un crecimiento del 1% en comparación al 2000, y, sobretodo, Gran Bretaña, con un aumento del 3%.
¿Socialismo o barbarie?
Estas perspectivas son inquietantes para los trabajadores: menos puestos de trabajo, trabajos más exigentes, mayores dificultades para organizar la resistencia… Sin embargo, siendo racionales, este no debería ser el caso. Suprimir el trabajo rutinario y una parte del trabajo manual tedioso debería ser una bendición para los trabajadores. Sería la ocasión de centrarse en trabajos más interesantes, más realizadores, correspondientes a los ámbitos de análisis, diseño, desarrollo, relaciones humanas…
Al mismo tiempo, ya que el conjunto de la producción material se producirá de forma más rápida y podrá proveer al planeta en abundancia (sin sobrepasar los límites ecológicos), esto debería generar más tiempo libre para todos, permitiendo a cada uno ocuparse de la vida social, de relajarse, de sus hobbies y ocios, de sus aspiraciones culturales, artísticas… Las innovaciones ofrecen oportunidades increíbles para aumentar formidablemente nuestros conocimientos, para desarrollar nuestra creatividad, para dar lugar a discusiones de todo tipo en redes cada vez más amplias, para aumentar la participación popular en la toma de decisiones, para afrontar los desafíos ecológicos de nuestro siglo… En resumen, sería la posibilidad de crear un paraíso en la tierra (salvando las distancias).
Pero es hacia la dirección opuesta hacia donde nos dirige el capitalismo. La búsqueda del beneficio dirige al mismo tiempo los avances tecnológicos y la forma en que éstos se aplican. De un lado, la introducción de esta o aquella novedad dependerá esencialmente de los niveles de rentabilidad que genere, no de las necesidades humanas fundamentales. Del otro, el trabajo requerido, aunque se hace menos pesado ya que cada vez las máquinas asumen más carga al sustituir a los seres humanos, será más exigente, más estresante, teniendo en cuenta que cada minuto cuenta para extraer los mayores beneficios de un parque industrial aumentado.
De este modo, el capitalismo entra en una contradicción cada vez más irresoluble. En efecto, es del trabajo de donde extrae sus ganancias, a través de la extracción de la plusvalía que deriva de éste y que constituye la base de sus beneficios. Ahora bien, si los robots y los procesos automatizados reemplazan cada vez más al trabajo humano para la fabricación de mercancías, el fundamento de la riqueza capitalista tiende a disminuir, incluso a desaparecer. Cada empresa tiene interés en impulsar esta mecanización al máximo, ya que esto le permite conquistar nuevos mercados, vencer a sus competidores gracias a la reducción de costes, y así conseguir mejorar su propia rentabilidad. ¿Pero es este el caso de todo el sistema, en conjunto?
Partiendo de este constatación y apoyándose en ciertos textos marxistas19, autores como Paul Mason anuncian el fin del capitalismo20. Según él, el capitalismo se remplazaría a sí mismo por lo que él denomina el post-capitalismo, a través de la multiplicación de redes libres que ofrecerían sus servicios de forma gratuita, ya que la fuerza de trabajo no costaría prácticamente nada. El ejemplo tipo sería Wikipedia, la enciclopedia en línea. El desarrollo de estas iniciativas iría directamente contra el interés de los monopolios, como Apple, Microsoft, Intel, IBM, Alphabet (la sociedad que gestiona Google) y otros. Dado que estos últimos necesitan una condición de exclusividad para obtener sus rentas a costa de la población y presentar beneficios tan elevados (más de 40.000 millones de dólares anuales desde 2012 para Apple), estas plataformas, a causa de su carácter gratuito, pondrían en peligro este sistema. Paul Mason llama por tanto a desarrollarlas y apoyarlas.
No podemos sino sorprendernos por este análisis. Como de antemano ocurría con los de Michael Hardt o Toni Negri, en los cuales parece inspirarse21, se apoya sobretodo en impresiones generalizadas de verdades científicas. Es evidente que no estamos asistiendo a la desaparición del trabajo. La productividad puede dar un salto cualitativo en la industria manufacturera, empleando menos personas para conseguir una producción aumentada. Esto significa que seguirá la suerte de la agricultura que, por un lado, puede alimentar a todo el planeta, pero, por el otro, demanda cada vez menos brazos para obtener ese resultado. Ni es su fin, ni el del trabajo necesario para la obtención de estas mercancías.
La posición de Paul Mason debilita las batallas concretas que van a tener que afrontar los sindicatos frente a esta revolución industrial
Para empezar, nuevos puestos se crearan en otros sectores, especialmente en el de los servicios. Las profesiones de diseño, de investigación, de reparación de robots, de desarrollo informático, de seguridad cibernética… deberán desarrollarse para asegurar la continuidad de la revolución industrial. Otras cambiaran de aspecto pero no serán eliminadas, como las profesiones de la sanidad, de la enseñanza y la formación, de la administración, del ocio… No desaparecerán de forma definitiva más que una pequeña parte de las ocupaciones actuales. Y todavía es demasiado temprano para precisar cuales.
Para el capitalismo en su conjunto, este es un asunto importante. En efecto, si se crean empleos para cubrir nuevas necesidades humanas a través de la creación de nuevas mercancías (bienes o servicios), el trabajo proporcionado será productivo y las empresas capitalistas que lo utilicen extraerán plusvalía de él. Si, por el contrario, estos empleos sirven para gestionar costes como los generados, por ejemplo, por el aumento de las medidas de seguridad, incluso cuando este trabajo no es inútil, será improductivo: las empresas no podrán extraer plusvalía de él y deberán extraer beneficios de otros sectores. No añadirán valor a la sociedad.
También aquí un sistema alternativo sería superior al capitalismo. Al no estar dirigido por el beneficio, ya que la propiedad de las empresas, de las tierras, de las fábricas y de las oficinas sería colectiva, el socialismo no estaría obligado a funcionar en base a valores monetarios, intercambiables. La cuestión del trabajo productivo tendría otro enfoque. Ya no debería «generar ingresos» sino simplemente ser útil para la comunidad. Toda labor que mejorara la vida cotidiana de la población sería merecedora de ser valorada. No deberá servir prioritariamente a la valorización del capital (y por tanto servir a los dirigentes de las empresas y a los accionistas que viven de ellas). Y si es necesario menos tiempo para producir algunos bienes o servicios, sería posible o bien consagrarse a otras tareas igual de necesarias, o bien reducir el tiempo de trabajo.
Finalmente, la posición de Mason debilita las batallas concretas que deberán llevar a cabo los sindicatos frente a esta revolución industrial: reubicación de los asalariados víctimas de la automatización industrial, obligación para las plataformas capitalistas de pagar salarios decentes para sus trabajadores y de proveer una seguridad social digna de este nombre a los «autónomos», defensa del sistema actual de seguridad social y refinanciamiento de este sistema (cargándolo a la cuenta de los «ricos») para garantizar su viabilidad, reducción del tiempo de trabajo para compensar los aumentos de productividad de los trabajadores… Es a través de las luchas sociales que los trabajadores podrán tomar el control de su futuro para construir una sociedad alternativa: el socialismo.
Notas
- Es el caso particular de Klaus Schwabb, La quatrième révolution industrielle, Éditions Dunod, Paris, 2017. Klaus Schwabb es el fundador y presidente del foro de Davos, que reúne cada año a finales de enero a las 2.000 personas consideradas como las más influyentes del planeta.
- Thibaut Bidet-Mayer, L’industrie du futur : une compétition mondiale, Presses des Mines, Paris, 2016, p. 18.
-
Véase Henri Houben, Made in China 2025, Dossier USA vs China. -
Carl Benedikt Frey & Michael Osborne, The Future of Employment : How Susceptible Are Jobs to Computerisation?, University of Oxford, 17 de septiembre de 2013. - El Instituto Valón de Evaluación, la Prospectiva y la Estadística (IWEPS) es un instituto científico público de ayuda a la toma de decisiones económicas, sociales y medioambientales para los poderes públicos.
- Caroline Albessart, Vincent Calay, Jean-Luc Guyot, Abdeslam Marfouk et Frédéric Verschueren, La digitalisation de l’économie wallonne: une lecture prospective et stratégique, Rapport de Recherche de l’Iweps, mars 2017, p. 42.
- Melanie Arntz, Terry Gregory et Ulrich Zierahn, The Risk of Automation for Jobs in OECD Countries, OECD Social, Employment and Migration Working Papers, n° 189, 2016.
- Una clasificación establecida por David Autor, Frank Levy y Richard Murnane,
The Skill Content of Recent Technological Change : An Empirical Exploration, The Quarterly Journal of Economics, novembre 2003, p. 1280. Es interesante señalar que ha sido tomada como base de evaluación para el estudio de la Universidad de Oxford de 2013: Carl Benedikt Frey & Muchael Osborne, op. cit., p. 4 - Véase las explicaciones ofrecidas por Gérard Valenduc y Patricia Vendramin, Le travail dans l’économie digitale : continuités et ruptures, Institut syndical européen, Working Paper, mars 2016, p. 24.
- Es necesario precisar que, en esta fábrica, no hay taller de prensado. Las piezas forjadas llegan directamente desde Wolfsburgo, la sede central y la principal fábrica del grupo.
- La industria del automóvil podría verse masivamente afectada. En efecto, Deutsche Post contrató a Volskwagen para fabricar una nueva camioneta adecuada a sus nuevas necesidades. La empresa automovilística se negó, excusándose en la baja cantidad de vehículos a producir. La empresa de correos alemana decidió entonces elaborar su prototipo a través de sus propios medios con la ayuda de cerca de 80 proveedores gracias a nuevos procesos productivos puestos a su disposición. Hoy en día, afirma estar preparada para comercializar su propio modelo a otras empresas que puedan encontrarlo útil, para desgracia del grupo VW.
- Por razones estadísticas, no disponemos de grandes series de datos relativos a Europa más allá del número de asalariados. Por el contrario, en el caso de Japón, los datos de empleo total no están disponibles hasta 1980. Pero podemos constatar evoluciones paralelas entre el número de empleos y el de asalariados.
- En ocasiones, hacen ambas cosas.
- A día de hoy sabemos, gracias al documental de Thomas Huchon (véase documental Arte: Comment Trump a manipulé l’Amérique y a las revelaciones del periódico británico The Guardian, que Facebook vendió los datos de 87 millones de usuarios de cuentas a la sociedad Cambridge Analytica, entre ellos los perfiles políticos. Esta última, en manos del multimillonario americano Robert Mercer (propietario también de la página web de extrema derecha Breibart News en la que participaba de forma destacada Steve Bannon, ex-consejero de Trump), ofreció al equipo de Donald Trump información necesaria para atraer a los votantes potencialmente dudosos gracias a una propaganda personalizada de cara a las elecciones presidenciales de 2016.
-
William Bridges, La conquête du travail, Éditions Village mondial, Paris, 1995, p.84. - No disponemos de estadísticas a largo plazo para el caso de Japón. No obstante, en los últimos años, se constata la misma evolución a la baja del número de autónomos.
- NdT: La publicación original proviene de una revista belga, por lo que es lógico que se incorporen ejemplos y referencias propios de la realidad de Bélgica
- Cantidad neta, por lo que se ha calculado restando los empleos destruidos al total de empleos creados
- Particularmente el «Fragmento sobre las máquinas» publicado en Karl Marx, Grundisse 3, capítulo de El Capital, parte 4, «El proceso del trabajo y el capital fijo», Éditions Anthropos, Paris, 1968, p.323 et suivantes.
-
Paul Mason, Postcapitalism: A Guide to Our Future, Allen Lane, Londres, 2015. - Para una crítica de las tesis de Michael Hardt y Toni Negri, véase Peter Mertens, «La clase obrera en la era de las multinacionales», Asociación Jaime Lago.
[…] poco, publicábamos en esta revista un artículo titulado Industria 4.0: ¿el fin del trabajo o el fin del capitalismo?, del economista belga Henri Houben. En él se situaban algunas cuestiones de análisis relativas a […]