De Vodafone a Gémini, la competitividad sigue atropellando a los trabajadores

Cuando un gigante como Vodafone anuncia una reestructuración y un ERE como el actual, esto afecta a su plantilla y a la de las subcontratas. Pero también inicia una carrera a la baja en las condiciones laborales de todos los trabajadores del sector. Aquí te explicamos por qué.

D. Fernández
D. Fernández
Ingeniero y marxista, convencido de que un mundo mejor es posible y está a nuestro alcance.

Vodafone es una de las operadoras de telecomunicaciones más grandes en nuestro país. Sin embargo, más que por sus ofertas, por la calidad de su servicio, o por sus campañas publicitarias, por lo que se ha hecho tristemente famosa es por la aplicación constante de EREs.

El primero llegó en 2013, con el despido de 620 trabajadores, externalizaciones y otra serie de cambios internos. El segundo, en 2015, se encontró con la resistencia tenaz de los trabajadores, que, después de un largo período de movilizaciones, incluida una huelga, rechazaron en asamblea la primera propuesta de la empresa. Gracias al apoyo contundente de la plantilla, los sindicatos acabaron firmando un acuerdo que conseguía reducir los despidos. Y si no se consiguió una victoria aún más contundente fue porque, a última hora, algunas organizaciones sindicales terminaron echándose atrás. A pesar de ello, la empresa, preocupada por la magnitud de las movilizaciones, decidió dar su brazo a torcer durante un tiempo, aunque en 2016 terminó externalizando los empleos salvados del ERE.

Tal vez la firme defensa que hicieron los trabajadores de Vodafone de sus puestos de trabajo ha sido uno de los factores que han permitido prolongar el período de “paz”… hasta 2019. Sin embargo, apenas comenzaba el año, Vodafone anunciaba nuevamente su voluntad de aplicar un ERE contra 1200 trabajadores. Prácticamente uno de cada cuatro trabajadores en la compañía van a verse afectados si los planes de la empresa salen adelante.

Pero lo que normalmente no se tiene en cuenta es que los efectos catastróficos del ERE no van a limitarse a los centros de trabajo de la propia marca. Igual que ocurre con las subcontratas y empresas auxiliares en otras compañías, el ERE de Vodafone ya se está cobrando las primeras víctimas. Las grandes empresas de este tipo son conglomerados gigantescos que agrupan a miles de trabajadores y que extienden sus ramas mucho más allá de su propia marca. Por eso, tienen en sus manos el futuro de muchos más trabajadores de los que tienen en nómina.

Sus filiales y subcontratas se ven inevitablemente afectadas, como se ven también afectadas multitud de empresas que orbitan entorno a ellas, cubriendo servicios que antes eran realizados por la propia empresa matriz, pero que fueron externalizados en su momento.

En el caso de Vodafone, las desastrosas causas de este ERE han llegado antes a algunas de las empresas que orbitan entorno a la operadora. Es el caso, en particular, de Gémini, una empresa de servicios financieros cuyo principal cliente es, precisamente, Vodafone. El mismo día que se anunciaba el ERE de Vodafone, Gémini comunicaba a los representantes sindicales su intención de despedir a 20 trabajadores. Poco más de un mes y medio antes, la empresa ya había despedido a 17 trabajadores. El goteo de despidos, bien calculado, permite a la empresa esquivar el ERE, con el conflicto y consecuencias que tendría.

Pero no sólo afecta el ERE a las empresas asociadas: también a las competidoras. Los despidos no se producen por mala fe ni por accidente. Son un resultado inevitable de la competitividad sin límites a la que se entregan las empresas en el libre mercado. En los últimos meses, Vodafone ha registrado malos resultados, con una caída de ingresos y beneficios y pérdidas de clientes. Al tratarse de una empresa privada, su financiación y viabilidad depende de la inversión privada: dicho de otro modo, del dinero que los accionistas quieran invertir en ella. Y los accionistas, en el libre mercado, invierten su dinero en aquella empresa que les ofrezca el beneficio máximo.

No basta con ofrecer beneficio: éste debe, además, ser mayor que el de las otras empresas del sector, para atraer esos fondos, invertirlos, y conseguir mejores tecnologías, mayor capacidad de producción, mayor número de clientes… Y no sólo eso, sino que, a su vez, todas las empresas del sector deben ofrecer, como conjunto, un beneficio mayor que otros sectores. ¿Qué accionista va a querer invertir en las telecomunicaciones, si obtiene más beneficio del ladrillo? Las empresas del sector de las telecomunicaciones, con Vodafone a la cabeza, llevan mucho tiempo inmersas en esa loca carrera de la muerte, en la que no se trata de ganar, sino de no morir en el intento. Por el camino se van quedando otras operadoras, y muchas más empresas, como Gémini, cuya suerte está ligada a la de estas grandes empresas.

Frente a esta situación, la primera y evidente respuesta de los trabajadores es la movilización y la lucha sindical. En Gémini ya se ha convocado una manifestación para el día 22 de enero, que terminará en una concentración frente al centro de trabajo. En Vodafone ya se están preparando acciones: en las asambleas que ya han tenido lugar, los trabajadores han manifestado a sus representantes sindicales su voluntad de movilizarse y defender los puestos de trabajo.

La presión puede ejercerse mediante este tipo de acciones, como manifestaciones o concentraciones, así como mediante una de las herramientas más contundentes que tenemos los trabajadores: la huelga. No obstante, a la hora de plantearnos el enfrentamiento, no podemos partir de una perspectiva irreal o idealista: es importante que tengamos en cuenta la correlación de fuerzas. A día de hoy, ellos tienen ventaja, pero mediante la organización y la acción colectiva podemos hacer frente a sus presiones y chantajes.

Nuestra respuesta desde el movimiento obrero partirá de esta base, pero nos plantea preguntas y retos más profundos. La lucha contra el ERE de Vodafone en 2015 fue un antes y un después en la empresa, con manifestaciones que agruparon a miles de trabajadores y con una huelga seguida y apoyada por una gran parte de la plantilla. La solidaridad y la implicación de otros trabajadores del sector, con presencia de compañeros de Telefónica, siempre en primera fila, y Orange, fue también clave. Se consiguió mejorar las condiciones del ERE y salvar más de doscientos puestos de trabajo. A pesar de ello, cuatro años después, nos vemos en las mismas. ¿No necesitamos, por tanto, ir un poco más allá? ¿Profundizar más en las causas para poder plantear soluciones más profundas? Necesitamos salir de este día de la marmota de EREs periódicos.

Para ello, en esta ocasión también serán clave la capacidad de superar los límites de la propia empresa y trabajar de forma coordinada y organizada junto a otras secciones sindicales, tanto del sector como del área de influencia. Para poder enfrentarnos de forma eficaz a la campaña permanente de ataques y despidos, la opción que nos da más posibilidades de victoria es ofrecer una respuesta coordinada, que agrupe a las secciones sindicales de otras empresas del sector Teleco, y a las secciones sindicales de las empresas asociadas, filiales y subcontratas que orbitan entorno a las grandes operadoras. La lucha de Gémini debe ser la lucha de Vodafone. La lucha de Vodafone debe ser la lucha de Gémini. Y ambas luchas deben ser la lucha de todos los trabajadores del sector.

Los trabajadores no podemos vivir bajo la amenaza constante del despido. No podemos ir sobreviviendo a EREs con la esperanza de que no nos toque a nosotros. La CEOE y destacados empresarios han repetido una y otra vez que la época del trabajo estable se ha acabado: y si no hacemos nada para evitarlo, así será. Es una declaración de intenciones, y el que avisa no es traidor. Pero, a diferencia del cuento que cuentan, no se trata de un proceso inevitable, sino de un proyecto político y económico al servicio de los grandes empresarios. Necesitamos organizarnos y defendernos, sindical y políticamente, con nuestro propio proyecto. La lucha contra cada ERE debe de ir siempre acompañada por una lucha por la derogación de las reformas laborales que lo hacen posible. La lucha por el empleo y la estabilidad debe ser una lucha contra la competitividad que provoca los constantes EREs.

La dependencia de la financiación privada y la optimización de la extracción de beneficios están en la raíz de la competitividad capitalista, y, por tanto, de la situación de amenaza constante: la competencia entre capitalistas implica la reducción a la baja de nuestros derechos. Por ello, la mejor manera de garantizar la defensa del empleo y de los derechos de los trabajadores es librarse de la tiranía de los Consejos de Administración y de los accionistas. Y la mejor manera de conseguirlo es mediante la nacionalización, que sirva como base de un nuevo modelo de funcionamiento empresarial basado en el control democrático, en la participación de los trabajadores en la dirección de las empresas, y en sustituir el criterio del máximo beneficio por el criterio de la cobertura de las necesidades sociales.

1 COMENTARIO

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.