Cómo el neoliberalismo ha reinventado la democracia

Al reformular el orden económico mundial, el neoliberalismo ha redefinido nuestra comprensión de la democracia. De ahora en adelante, el “consumidor soberano” es la figura democrática central en la medida en que “vota” constantemente por sus preferencias. En consecuencia, el mercado se reinventa como el foro democrático por excelencia.

Daniel Zamora
Daniel Zamorahttps://danielzamoravargas.com/
Sociólogo. Profesor de la Universidad Libre de Bruselas. Trabaja en el campo de la investigación sobre la historia intelectual, la desigualdad, la pobreza y el pensamiento económico.

Autor: Daniel Zamora

Después de la crisis de 2008, el “neoliberalismo” ha sido acusado de todos los males. Sería el responsable de la crisis y la explosión de las desigualdades. A menudo asociada con los gobierno de Ronald Reagan en los Estados Unidos (1981-1989) y Margaret Thatcher en el Reino Unido (1979-1990), esta idea sigue siendo vaga y a menudo se usa a diestro y siniestro. ¿Es solo un programa económico? ¿O se trata de un proyecto político más fundamental? ¿Apunta, como a menudo nos dicen, a deshacernos del estado en beneficio del mercado? Para responder a todas estas preguntas, entrevistamos al historiador Niklas Olsen quien ha publicado recientemente una historia conceptual del neoliberalismo.

Daniel Zamora: Para empezar, quería preguntarte qué quieres decir exactamente con «neoliberalismo» y «consumidor». Hoy, estos dos conceptos son ampliamente utilizados tanto en el mundo académico como en los medios de comunicación. ¿En qué sentido son relevantes para entender el neoliberalismo?

Niklas Olsen es profesor asociado de Historia en la Universidad de Copenhagen y Presidente del Centro de Estudios Europeos Modernos. Recientemente ha publicado El Consumidor Soberano, Una nueva historia intelectual del neoliberalismo (Palgrave, 2018)

Niklas Olsen: A todas luces, debido al uso y abuso generalizado del concepto de «neoliberalismo» en las últimas décadas, cualquier análisis de esta categoría requiere una definición clara. Por mi parte, parto de una definición pragmática. Entiendo el neoliberalismo simplemente como una ideología que se forma en el periodo de entreguerras (1918-1939) encaminado a renovar el liberalismo como un proyecto que promueve un orden social basado en el libre mercado y la libertad individual. En otras palabras, el neoliberalismo, en mi opinión, se refiere a los esfuerzos dirigidos a construir nuevos liberalismos. Además, muchos de los neoliberales que he estudiado estaban relacionados con la Sociedad Mont Pelerin y compartían el objetivo de replantear las funciones del estado (y no de suprimirlo), que tendría como meta asegurar un mercado libre y una libertad individual. La concepción positiva del estado, y otras instituciones políticas, como garante de un orden competitivo es característica de la forma en que estos neoliberales intentaron distinguir su proyecto de economía política del llamado liberalismo clásico.

Finalmente, algo que añado a nuestra comprensión del neoliberalismo es que todos sus partidarios han hecho referencia al concepto de “consumidor soberano” como una herramienta que permite salvar y renovar la ideología liberal. No obstante, no hay que ver al consumidor soberano como un individuo real o como un concepto estático, sino como un término genérico que designa una serie de ideas que afirman que la libre elección del consumidor es la característica esencial de la economía de mercado. De hecho, este concepto ha tenido diferentes significados y ha servido para diferentes propósitos en el espacio y el tiempo.

¿Pero qué significa ser «soberano» para el consumidor? ¿Es esta una manera de reemplazar la soberanía del estado con la soberanía del consumidor? También hablas de darle al neoliberalismo «un nuevo modo de soberanía» … ¿Qué quieres decir con eso?

Creo que el tema de la soberanía es muy interesante. Su significado debe ser entendido en el contexto en el que apareció. Volvamos a la década de 1920, cuando el economista austriaco Ludwig von Mises inventó la noción de “consumidor soberano”. En su defensa de la ideología liberal Mises se vio obligado a responder a quienes, como el jurista y pensador político alemán Carl Schmitt, criticaron al liberalismo por su falta de bases teóricas sobre los fundamentos del orden social. Lo hizo inventando el concepto de consumidor soberano, confiriendo así al orden liberal un nuevo símbolo de autoridad que explica y justifica la organización política particular del liberalismo. Se suponía que esta fuente de autoridad estaba totalmente libre de normas e instituciones religiosas o políticas. Responde solo a los deseos individuales y a la libertad formal de leyes y mercados.

Y, efectivamente, dado que el creciente poder y las tendencias autoritarias del estado fueron la principal preocupación de los neoliberales en el periodo de entreguerras, el consumidor soberano sin duda hizo hincapié en socavar la soberanía del estado. Del mismo modo, Quinn Slobodian hizo valer este argumento en su excelente ensayo Globalistas: El Fin del Imperio y el Nacimiento del Neoliberalismo que ilustra como el neoliberalismo ha reorientado sus esfuerzos hacia la reconstrucción del capitalismo a escala mundial. Él demuestra como han concebido un orden económico internacional que aísla la esfera económica de la voluntad popular. Según Slobodian, la soberanía del consumidor prevalece sobre la soberanía nacional. En general, el consumidor soberano se refiere a la una sociedad de mercado esencialmente individualista pero ordenada, eficiente y democrática.

Pero, ¿en qué se diferencia cualitativamente este concepto de consumidor, tal como aparece en el trabajo de los neoliberales austriacos o estadounidense, de las definiciones anteriores?

Bien, desde mi punto de vista, el consumidor soberano siempre ha sido un concepto clave indispensable para legitimar el proyecto neoliberal. Prácticamente todos los partidarios de la ideología neoliberal, desde Ludwig von Mises hasta Milton Friedman, tienen en común que han presentado la libre elección del consumidor como la característica definitoria de la economía de mercado, y el consumidor soberano como un agente capaz de dictar la producción económica y las actividades políticas directas. Al trazar un paralelismo entre el mercado y el colegio electoral, los neoliberales no solo han descrito a los consumidores soberanos como los principales impulsores del capitalismo y la democracia liberal, sino que también han definido las elecciones diarias del consumidor en el mercado como el verdadero motor de la representación individual y la participación en la sociedad.

La elección entre los «productos» disponibles se ha convertido en un asunto central de la actividad política.

Se trata de un intento de construir una nueva economía política de la elección de los consumidores que apunta a comercializar la política. Con esto quiero decir que la elección de los “productos” disponibles se ha convertido en un asunto central de la actividad política. Sin embargo, hay también precursores de este concepto entre los economistas políticos liberales como Adam Smith o Jean-Baptiste Say y entre los economistas marginalistas como William Jevons y Carl Menger. Sin embargo, la versión neoliberal difiere significativamente de las versiones anteriores. La diferencia crucial radica en las fuertes implicaciones morales y políticas que los neoliberales han asociado a este concepto y en la forma en que legitima el orden político neoliberal. Por eso digo que el consumidor soberano es un actor clave en el neoliberalismo.

También has explicado en detalle cómo se usó este concepto para reinventar en mercado como el lugar democrático por excelencia. El sistema de precios se convierte, como afirma Mises, en un mecanismo extremadamente efectivo para registrar una “elección continua”. Con estos antecedentes, es difícil no recordar el argumento de Wendy Brown sobre cómo la racionalidad neoliberal derrota a la democracia. La manera en que transforma la democracia en un mercado.

Creo que Wendy Brown tiene razón al afirmar que el neoliberalismo derrota a la democrática, tal como la conocemos, al convertirla en un mercado. En ese proceso, los neoliberales han cuestionado claramente (y algunos han rechazado de plano) los significados tradicionales de la democracia que ponen el acento en la deliberación pública y el voto mayoritario como las principales fuentes de legitimidad en la toma de decisiones políticas. Pero, en mi opinión, también debemos entender el neoliberalismo como un programa positivo que, en gran medida, ha sido legitimado y ha obtenido el apoyo popular con llamamientos a la legitimidad democrática. Más importante aún, para muchos neoliberales, el mercado es en realidad una solución mejor para asegurar la representación y la participación de los ciudadanos individuales en los procesos sociopolíticos. Se trata de una solución que supuestamente permite hacer elecciones individuales al margen de la voluntad de la mayoría y eclipsa la idea de que los movimientos sociales, los sindicatos y las organizaciones pueden capacitar a segmentos de la población para mejorar sus condiciones de vida y promover sus derechos sociopolíticos.

El neoliberalismo ha eclipsado la idea de que los movimientos sociales pueden promover los derechos sociopolíticos.

Sea como sea, es en relación con este razonamiento “democrático” que estos neoliberales querían restringir los mecanismos de la política tradicional en nombre de la democracia de mercado orientada al consumidor y el sistema de precios. Esta ambición se refleja, por ejemplo, en el establecimiento de instituciones internacionales que son inmunes a la presión de la democracia de masas con el fin de proteger el orden del mercado. William Davies habla acertadamente del neoliberalismo como “la consecución de la política a través de la economía”. El hecho es que el neoliberalismo rehabilita y vuelve a rodear de magia al mercado y sus virtudes utilizando los fundamentos teóricos de la democracia y da primacía a lo económico más que a lo político.

Tu relato ofrece una comprensión fascinante de por qué tantos economistas neoliberales como Mises o Friedman han apoyado a regímenes autoritarios o incluso fascistas en diferentes momentos de sus carreras. Al final, para ellos, preservar el mercado era más importante que la democracia, ¿no es así?

Sí, en el libro, llego con frecuencia a la conclusión de que, para muchos neoliberales, la preservación del mercado ha sido generalmente más importante que preservar la democracia política tal como la conocemos. Está claro que la democracia de consumo que identificaron con la economía de mercado la presentaban a menudo como análoga a los procesos económicos y no a un orden político caracterizado por las instituciones y las virtudes políticas democráticas tradicionales.

También está claro que las medidas políticas que fueron aprobadas para apoyar un orden económico “democrático” a menudo implicaban fuertes medidas antidemocráticas y enfoques antiparlamentarios a las demandas de participación social y política. El neoliberalismo alemán de la década de 1930 es un ejemplo obvio. Adaptándose al nacionalsocialismo, los neoliberales alemanes esbozaron un ideal de soberanía del consumidor condicionado por la supresión de derechos democráticos y sociales fundamentales. De hecho, se trata principalmente de la formación de una población de consumidores que vincula las necesidades de las políticas gubernamentales a través de modos de comportamiento específicos en el mercado, reforzados por una educación impuesta por el Estado y las medidas obligatorias. En general, creo que es justo decir que dar prioridad al mercado sobre la democracia es una tendencia recurrente en la ideología y práctica neoliberal.

Es interesante destacar que Mises escribió una vez que nadie es “espontáneamente liberal” a menos que sea “forzado” a hacerlo. Pero, ¿cómo podría un orden ser liberal si las personas son “forzadas” a ser liberales? ¿Que significado tiene esto para él? ¿Fue una idea ampliamente compartida por los neoliberales?

Creo que la idea de que todos deben aprender a ser un liberal de mercado es ampliamente compartida por los ideólogos neoliberales. Por supuesto, nadie ha descrito esta idea mejor que Michel Foucault. Para crear una sociedad de mercado, primero es necesario construir un orden de mercado, y luego enseñar (o forzar) a las personas a comportarse de acuerdo con los principios de funcionamiento de ese orden. Los casos contemplados por Foucault fueron el ordoliberalismo alemán y el neoliberalismo de Chicago. Mises precede a ambos campos y, a menudo ha sido retratado como una especie diferente, una especie no neoliberal, en referencia a sus fuertes compromisos con la economía del laissez-faire (dejar hacer al mercado). Sin embargo, las investigaciones recientes, incluido mi propio libro, sugieren que él es de hecho el inventor del paradigma político neoliberal.

Mises elogió los logros del fascismo italiano

Mises no esperaba que el orden neoliberal de mercado apareciera espontáneamente. Él estimó necesario convencer a la población de los beneficios del orden neoliberal y describió al Estado como una herramienta indispensable y poderosa para crear y salvaguardar ese orden. Además, su concepto del laissez-faire implicaba de hecho una fuerte acción estatal y no era hostil a las políticas autoritarias, como lo demuestra su apoyo al régimen autoritario de Engelbert Dollfuss en Austria en la década de 1930. Mises también elogió los logros del fascismo italiano en la lucha contra la amenaza comunista a la propiedad privada en su libro de 1927 titulado Liberalismo. Esto demuestra que la idea de que las personas deben ser obligadas a elegir es inherente al neoliberalismo. Y, por supuesto, la retórica de la elección a menudo es engañosa en el discurso neoliberal. Si bien es prácticamente imposible oponerse a la idea de la libre elección para todos, en realidad la mayoría de la gente tiene poco dinero para gastar y pocos bienes para elegir en una economía dominada por las desigualdades y las grandes empresas monopolistas (multinacionales). Además, una vez que estamos atrapados en esta retórica, erosiona nuestra capacidad de exigir demandas colectivas en materia de derechos sociales.

¿Dirías que hablar de una democracia de consumo era una forma deliberada de atacar las ideas socialistas? Por ejemplo, ¿no es la “democracia de consumo” un intento de desafiar el concepto socialista de democracia? Y, de manera similar, ¿la noción de soberanía del consumidor no es en si misma una apuesta por marginar la crítica de izquierdas al capitalismo?

No hay ninguna duda de que el consumidor soberano neoliberal fue inventado para atacar el pensamiento socialista y un intento de responder a la noción socialista de democracia económica fue crucial en este esfuerzo. Para elevarse sobre un plano moral, los neoliberales han presentado la noción de democracia de consumo como la verdadera democracia económica que, al contrario que el ideal socialista, garantiza efectivamente que todos los miembros de la sociedad puedan participar en las decisiones económicas, en el poder y en la riqueza. Y, evidentemente, al hablar de los consumidores como “señores de la producción”, los neoliberales también responden a la concepción marxista del capitalismo, que define a este como un sistema administrado por los dueños de los medios de producción y que solo los enriquece. Estos ejemplos muestran cómo los neoliberales buscaron desde el principio recuperar los ideales de la izquierda para legitimar sus propios proyectos políticos.

Tú también muestras repetidas veces cómo este modelo de consumidor ha colonizado el lenguaje de la izquierda con el surgimiento de la tercera vía. Redefine el proyecto de centro-izquierda como una protección para los consumidores en lugar de para la clase trabajadora. Estos presenta al mercado como el lugar ideal donde el individuo puede florecer. ¿Cómo explicas esta conversión?

Esta conversión es, en mi opinión, uno de los acontecimientos políticos más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Varios libros importantes nos han ayudado a entender como sucedió esto. Por ejemplo, Daniel T. Rodgers, en su Edad de la Fractura, nos proporciona un relato sorprendente de la fragmentación intelectual, desde la década de 1960, de la derecha y la izquierda, así como el declive de las nociones colectivas de la sociedad y de la política a favor de las concepciones que subrayan los muchos intereses y deseos que a menudo son incompatibles, reclamados por los llamados individuos autónomos. Más recientemente, en Izquierdismo Reinventado: Los Partidos Occidentales del Socialismo al Neoliberalismo, Stephanie Lee Mudge ha mostrado como, en los años 80 y 90, los partidos socialdemócratas adoptaron una ideología neoliberal que pone a los mercados por encima de la política.

Desde mi punto de vista, el desarrollo de una hegemonía neoliberal estuvo estrechamente vinculado al hecho de que los partidos de centro-izquierda incorporaron gradualmente la idea de que el gobierno era incapaz de responder a las demandas individuales y sus prácticas políticas y comenzaron a pensar que la capacidad del individuo para modelar su propia vida y su sociedad se cubría mejor con las fuerzas del mercado que con las protecciones ofrecidas por las instituciones públicas.

En este contexto, el argumento del consumidor democrático, eficiente y soberano jugó un papel crucial. Por ejemplo, los partidos de centro-izquierda no solo han seguido los pasos de los ideólogos neoliberales, sino que también han ampliado sus objetivos al considerar al consumidor soberano como una causa e instrumento para las reformas del sector público. Recordemos que las nuevas políticas de centro-izquierda han sido parte de la evolución de una política económica que cuestionará cada vez más el papel del Estado como responsable de tomar decisiones y planificador social colectivo. Los consumidores son el único estándar a partir del cual se puede medir el bienestar social. En otras palabras, la conversión que allanó el camino para la propagación de la ideología neoliberal tuvo lugar muchas áreas y sectores de la sociedad.

También pareces argumentar que en la década de 1960, importantes figuras de la izquierda más radical parecían haber adoptado esta concepción contra el Estado…

Sí, creo que la crítica de la izquierda con respecto al Estado es crucial para el triunfo del neoliberalismo. Esta crítica ha contribuido a reorientar los debates contemporáneos sobre cómo crear una distribución equitativa de la riqueza y el poder en la sociedad. En lugar de centrarse principalmente en el desafío del capitalismo, estos debates se centraron en las promesas incumplidas del Estado del Bienestar y cuestionaron la idea misma de que el Estado es capaz de crear una buena sociedad. Por ejemplo, en el seno de la izquierda, muchos han dejado radicalmente de considerar al Estado como un regulador necesario del mercado. Un ejemplo sorprendente al respecto es el defensor de los derechos de los consumidores Ralph Nader, conocido por su activismo en favor de una regulación ampliada del mercado. Sin embargo, en los años 70, él se situaba en posiciones cercanas a las de Milton Friedman. Y en consecuencia, comenzó a argumentar que era necesario reducir el número de agencias federales ineficaces y con partes interesadas en su seno, y restaurar la eficiencia económica al desregular el mercado y liberar al individuo como consumidor.

Muchos intelectuales y políticos de izquierda han hecho lo mismo al cambiar su visión del Estado y el mercado y la relación deseable entre los dos. Hoy en día, todo el mundo parece creer que los problemas se encuentran en las lagunas de las instituciones estatales y en las acciones de las personas que están a cargo de ellas, y no en el capitalismo. Esta creencia está fuertemente arraigada en la idea, difundida no solo en el neoliberalismo, sino también en la disciplina económica en general, de que el interés propio es una fuerza impulsora de la actividad humana. Según esta idea, las personas solo entran en las instituciones gubernamentales para maximizar sus propios intereses personales y no porque estén consagradas a los ideales del bien común. En este contexto, los economistas y los políticos quieren fundamentar la toma de decisiones políticas en el mercado, como un lugar de interacción social que nos traerá lo que el Estado no puede brindarnos: eficiencia, libertad, espíritu empresarial y democracia.

Para finalizar, has hablado de la importancia del consumidor en la construcción de la Unión Europea. ¿Podrías decirnos más sobre esto?

Lo que estoy tratando de hacer es mostrar cómo el proyecto de integración europea movilizó al consumidor soberano en tanto que instrumento político en la tentativa de crear, mantener y reforzar un mercado único europeo a partir de los años 80. Esta herramienta política se basó en la idea de que la elección individual y los mercados competitivos proporcionaban la mejor defensa del interés del consumidor: la capacidad de elección le daría más poder a los consumidores. Me gustaría añadir que la importancia fundamental de la figura del consumidor soberano en este contexto está ligada al hecho de que la UE dispone de un número limitado de herramientas para construir un tipo de legitimidad que respalde su proyecto político y no dependa de los Estados miembros.

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