¿Géneros o estereotipos sexuales? – Parte 3

1.Heteronormatividad

En el prefacio la autora postula que es socialmente posible tener una sociedad no-heteronormativa y que eso es deseable. La preocupación de Butler por desligar el género de la heteronormatividad es contraproducente y no aborda el meollo del asunto. ¿Cuál es el propósito de los roles de género sino el reforzar la heteronormatividad?

Los dos conceptos están ligados para servir a los mismos propósitos materiales: asegurar que las mujeres realizan el trabajo reproductivo y en consecuencia la creación de nuevos trabajadores. En fase más tempranas de las sociedades, los roles de género también determinaban el control de la propiedad sobre la tierra y el ganado. No son, y nunca lo han sido, simplemente un método para restrngir el comportamiento.

No son ni siquiera un mecanismo para restringir el comportamiento en base al deseo masculino. La idea de que el género es simplemente un comportamiento socialmente aceptado que hace que la persona sea entendida como hombre o mujer, desvía la atención de la razón por la cual las categorías de hombres y mujeres son económica y socialmente relevantes. La representación de los estereotipos de género asociados con el sexo opuesto no puede eliminar los roles de género o la heteronormatividad, ya que los requisitos materiales subyacentes de la sociedad de clases no están siendo cuestionados.

¿Podría la sociedad burguesa actual existir de alguna otra forma que no fuese heteronormativa? Para reproducirse a sí misma, como cualquier otra sociedad, necesita una fertilidad media de las mujeres adultas superior a 2. Tiene que ser superior a dos para poder tolerar la mortalidad infantil. A medida que las tasas de mortalidad infantil disminuyen, la tasa de fertilidad de reemplazo se acerca pero nunca llega a 2. Además, sabemos que la tasa de fertilidad entre las parejas de lesbianas es muy baja en comparación con las mujeres heterosexuales. [Black et al., 2000] informa de que para las parejas de lesbianas en EE.UU. el número medio de niños en el hogar es 0,35, para las parejas casadas heterosexuales la media es de 1,1. Tengamos en cuenta que en cada caso las cifras incluyen parejas mayores cuyos hijos se han ido de casa. Por lo tanto, la tasa de fertilidad de las mujeres en parejas de lesbianas es solo el 16% de la de las mujeres en parejas heterosexuales casadas, teniendo en cuenta que hay dos mujeres en cada pareja de lesbianas – (0.35/(1.1×2))=16%

Tabla 1. Implicaciones de la no-heteronormatividad para la fracción restante de mujeres heterosexuales. Las últimas dos columnas muestran el número de hijos que las mujeres heterosexuales tendría que tener para mantener la población dada la baja tasa de natalidad conocida entre las lesbianas la cual se toma de [Black et al., 2000].

Decir que una característica es la norma para una población, significa que es el rasgo preponderante para una población. Por lo tanto, una población no heteronormativa debe tener menos de la mitad de la población compuesta por heterosexuales. Para un análisis simple, solo observamos el efecto de las normas en la población de mujeres. La Tabla 1 proyecta las implicaciones demográficas de diferentes porcentajes de lesbianas en la población femenina adulta. Un modelo más sofisticado trataría los impactos de los transexuales sometidos a tratamiento hormonal o a cirugía de hombre a mujer y de mujer a hombre, y se puede suponer que ambos grupos, con fines estadísticos, tienen una fertilidad cercana a cero. Y debería tratar también el efecto demográfico de los hombres homosexuales el cual se vuelve significativo si son más numerosos que las lesbianas desde el momento en que podría resultar en un incremento en el porcentaje de mujeres heterosexuales solteras, que además tienen un porcentaje de fertilidad más bajo que las mujeres casadas. Supongamos que tomamos como ejemplo de unos EE.UU. no-heteronormativos unos en los que el 51% de las mujeres fuesen lesbianas. Esto requeriría que las mujeres heterosexuales tendrían que tener 3,95 hijos cada una. Cuáles serían las implicaciones de la vuelta a unas familias tan grandes. Es probable que esto implique una participación sustancialmente menor en el mercado laboral y menores ingresos en efectivo para estas mujeres, mientras que la mismo tiempo sus costes familiares, la alimentación y la ropa de tantos niños, aumentarían.

La cifra de 3,95 es la media, dado que habrá un rango de tamaños familiares, una media de ese número de hijos implica que muchas mujeres realmente tendrán 6 o 7 hijos. Incluso niveles umbral del 51% de homonormatividad implicarían tasas de maternidad para las mujeres heterosexuales más altas que las que se han producido en cualquier momento en los últimos 100 años (Figura 1).

Figura 1: Tendencia histórica de la fertilidad en EE.UU.

Tomado literalmente, el llamado a borrar la heteronormatividad es una demanda programática para reducir a las mujeres heterosexuales a la posición social que tenían en el siglo XIX. El razonamiento anterior es una reducción al absurdo de la idea de la abolición de la heteronormatividad, y se basa en la suposición de que la sociedad homonormativa es capaz de reproducirse a si misma. En cierto sentido, tal suposición es justificable, ya que en la práctica las sociedades que no pueden reproducirse son de corta duración, y en particular en el tiempo y el espacio, es muy poco probable que se encuentren. Pero esto es en realidad lo que se observa, las sociedades homonormativas son tan raras que son estadísticamente despreciables. Por lo tanto, la suposición de que las sociedades homonormativas tienen un modo de reproducción puede descartarse. De hecho, no existe un mecanismo causal evidente que haga que la sección heterosexual de la población tenga más hijos solo porque la población gay aumente como parte de cada cohorte de edad.

Lo que Butler está sugiriendo es que el individuo, a través de actos individuales de subversión, puede cambiar la sociedad. No hay acción colectiva frente al problema colectivo, ni siquiera una comprensión de cuál es el problema. La preocupación es, como cuando describe la experiencia de su tío como hombre gay afeminado, la capacidad del individuo para ser su auténtico yo.

2.Historia

Butler comienza su segundo capítulo con una discusión sobre cómo conceptualiza los orígenes históricos del patriarcado.  Lanza una advertencia contra la adopción de una visión sobresimplificada del pasado en la que habría surgido un solo sistema de patriarcado que se extendería por todo el mundo, antes de examinar los supuestos subyacentes involucrados en cualquier búsqueda de un orden social pre-patriarcal.

En el transcurso de la especulación de Engels, del feminismo socialista y de las posturas feministas fundadas en la antropología estructuralista, surgen varios intentos de situar momentos o estructuras dentro de la historia o la cultura que determinen la  los géneros. Estructuras o épocas clave se aíslan para rechazar las teorías reaccionarias que naturalizan o universalizan la subordinación de las mujeres.

Algunas teóricas feministas se han basado en la antropología estructuralista de Lévi-Strauss -que presenta la problemática  diferenciación entre naturaleza y cultura- para tratar de respaldar y explicar la diferenciación entre sexo y género: la idea de que hay una mujer natural o biológica que más tarde se convierte en una «mujer» socialmente subordinada, con el resultado de que el «sexo» es  a la naturaleza o a «lo crudo» lo que el género es a la cultura o a «lo cocido». Si el razonamiento de Lévi-Strauss fuera verdadero, se podría seguir el rastro de la transformación del sexo en género al situar el mecanismo estable de las culturas, las normas de intercambio del parentesco, que se transforman de formas bastante regulares. Según esta perspectiva, el «sexo» es anterior a la ley puesto que no  está cultural ni políticamente especificado, con lo que otorga la «materia prima» de la cultura, por así decirlo, que comienza a adquirir significado sólo si se somete a las normas del parentesco y después de hacerlo. No obstante, la consideración misma de sexo-como-materia, sexo-como-instrumento-de-significación-cultural, es una formación discursiva que opera como una base naturalizada para la diferenciación entre naturaleza/cultura y las estrategias de dominación que esa distinción sostiene.” [Butler, 2007, página 104]

Aquí hay un deslizamiento desde el análisis de [Engels, 2010] o [Maillassoux, 1981] hasta la crítica de algo bastante diferente. No encontrarás a Engels, ni a quienes lo siguen, escribiendo sobre el sexo como materia o como instrumento de significación cultural. Prosigue una larga sección polémica contra las explicaciones estructuralistas y psicoanalíticas de la heterosexualidad como norma, o del intercambio de mujeres en los sistema de exogamia. No tenemos ningún deseo de defender al estructuralismo o al psicoanálisis, el punto de partida del materialismo histórico es bastante diferente. Este comienza a partir de la necesidad de cualquier tipo de sociedad de reproducir su propia existencia material. La supervivencia social depende de, en orden de prioridad:

  1. La producción de suficiente comida para cubrir las necesidades energéticas y de crecimiento, además de calor y refugio – como simios sin pelo que somos, esto significa que necesitamos fuego, edificios y en regiones no tropicales, ropa.
  2. La producción de nuevas generaciones para reemplazar a aquellos que mueren.

Todas  las formas de organización social registradas en la Historia, señaladas por la arqueología y observadas por la antropología son formas de alcanzar estos requisitos que están condicionadas por las tecnologías disponibles, la densidad de población y los recursos naturales. Estas formas de organización social deben asegurar, de forma simultánea, la producción de comida y refugio y al mismo tiempo asegurar la reproducción humana. Es en este punto en el que una asimetría fundamental entre los sexos se hace sentir. Mientras las mujeres pueden realizar cualquier tarea que los hombres realizan, lo contrario no es cierto. La supervivencia inter-generacional de una comunidad depende por completo de sus mujeres jóvenes, que fueron, en consecuencia, el factor limitante más importante para las comunidades pequeñas.

El intercambio de mujeres jóvenes entre comunidades y, con anterioridad, la captura de mujeres jóvenes de otras comunidades, fue el resultado de una fase específica de desarrollo de las tecnologías. La domesticación inicial de plantas permitió un estilo de vida sedentario y la formación de grupos más grandes que las pequeñas bandas nómadas pero, en ausencia de la domesticación del ganado, las pequeñas aldeas dependían de la caza para obtener proteínas adicionales. De acuerdo con [Meillassoux, 1981] mientras que el conflicto en la sociedad pastoral giraba en torno a las vacas, en la sociedad horticultural las causas de conflicto no era la captura de ganado, sino de las mujeres jóvenes. Las sociedades puramente cazadoras-recolectoras son nómadas, sin emplazamientos fijos, y la movilidad de la gente se da entre pequeñas bandas errantes. La horticultura ata a las personas al terreno. [Meillassoux, 1981] argumenta que la forma inicial de familia en la transición a la agricultura es la matrilocal. Esto significa que son sociedades en las que las mujeres adultas permanecen en el hogar o la comunidad de sus madres. En la medida en que haya movilidad entre las comunidades, son los hombres quienes se mueven, buscando esposas en otras comunidades.En principio, cualquier sexo puede moverse. Puedes tener un sistema matrilocal en el que las mujeres permanecen en su lugar de nacimiento y los hombres se desplazan, o comunidades patrilocales en las que ocurre lo contrario. Aunque lógicamente estos dos sistemas parecen no ser más que imágenes especulares, en realidad sus efectos económicos son muy diferentes. El potencial reproductivo de una comunidad se basa en cuántas mujeres jóvenes tiene, en lugar de hombres jóvenes. Esto tiene serias implicaciones para las comunidades relativamente pequeñas, aquellas que todavía no son capaces de mantenerse durante todo el año en base a la agricultura. Este tipo de comunidades tienen que ser pequeñas en relación con su territorio para prevenir el agotamiento de la caza disponible1.

Dentro de estos pequeños grupos las leyes del azar hacen que el número de miembros de cada sexo que alcanzan la mayoría de edad fluctúe. Unas comunidades tendrán más hombres jóvenes que mujeres jóvenes y viceversa. En principio algunos de los hombres jóvenes podían marcharse, buscar y unirse a otra comunidad con un excedente de mujeres, pero lo que pasaba a menudo es que los hombres  hacían incursiones en las comunidades vecinas y raptaban a las mujeres jóvenes. Teniendo en cuenta que la comunidad todavía depende parcialmente de la caza, lo hombres son hábiles en el uso del arco y las flechas, etc, y estas habilidades se transfieren fácilmente de la caza a las incursiones. Esto lleva a hostilidades y desconfianzas endémicas entre comunidades. Los hombres toman el rol social de guerreros tanto para raptar a las mujeres de otros grupos como para proteger a ‘sus propias’ mujeres. Tales sociedades pueden seguir siendo matrilineales, con niños criados en un hogar relativamente comunal con sus tíos jugando lo que podríamos considerar como un papel paterno. Puede que no haya un sistema de monogamia estricta. Pero ya se están dando los primeros indicios del dominio colectivo de los hombres sobre las mujeres. Los hombres, como cazadores y guerreros, desarrollan ideologías que los representan como protectores y héroes, y que justifican el relegar a las mujeres a lo que se presenta como tareas horticulturales domésticas. En particular, las mujeres raptadas, aisladas de su propia comunidad, están en una posición muy subordinada. La combinación de la caza con la horticultura limita el tamaño de las comunidades sedentarias. Meillassoux afirma que la precariedad de la reproducción conduce a raptos e incursiones. Los cazadores desarrollan atributos guerreros y la dominación de los hombre comienza a desarrollarse. Pero este es un fenómeno colectivo más que individual. Todavía no existe la figura del patriarca, que ejerce control exclusivo sobre la sexualidad de “sus” mujeres. La sociedad todavía puede ser muy permisiva sexualmente, con rituales orgiásticos variados y conceptos de paternidad muy borrosos [Ryan and Jethá, 2010].

La contradicción básica asociada a las pequeñas comunidades matrilineales puede ser resuelta:

  • Volviéndose más exclusivamente agrícolas y piscatorias a medida que crecen, es posible formar grandes comunidades matrilineales o incluso matriarcales que no sufren con frecuencia escasez de mujeres en edad de procrear.
  • Cambiando hacia una forma patrilineal y subsecuentemente patriarcal de familia y clan.

La probabilidad de que una comunidad con varios cientos de personas sufra variaciones aleatorias de importancia en su ratio de sexos es muy baja. Comunidades como los poblados neolíticos de Anatolia podrían haber sido lo suficientemente grandes, y lo suficientemente dependientes de la agricultura, para evitar la cultura guerrera y de las incursiones que Meillassoux observó en esas tribus recientes que combinaban la agricultura de azada con la caza. Tales sociedades podrían haber tenido todavía problemas potenciales dentro de las familias individuales matrilineales si no tenían hijas. Pero esto no es un problema para una sociedad pacífica. Se puede afrontar este problema con la adopción de hijas de otras familias, tal y como ocurre con los modernos Mosou, un grupo étnico de China con organización familiar matriarcal [Stacey, 2009]. Si bien sólo podemos especular sobre si esto tuvo lugar en las comunidades sedentarias tempranas de Anatolia, podría explicar lo que parece haber sido un largo período de desarrollo pacífico de estas comunidades, sin evidencia de estratificación o desigualdad de género en el registro arqueológico.

2.1 De las Almas a los Géneros

En la página 264 de su libro, Butler todavía no ha definido el concepto de género. Habiendo recorrido varias vías literarias, finalmente llega a ello a toda prisa. Pero su vía de aproximación final es transparentemente idealista. Primero cita con aprobación un pasaje de Foucault en el que este afirma que el alma no es una ilusión, sino que las almas existen realmente. Que se producen en el interior y en torno al cuerpo humano por el poder del castigo.

Luego continúa afirmando que:

La redescripción de los procedimientos intrapsíquicos, desde el punto de vista de Ia politica de superficie del cuer­po, sugiere una redescripción corolaria del género como Ia producción disciplinaria de las figuras de fantasía mediante el juego de presencia y ausencia sobre Ia superficie del cuer­po, Ia construcción del cuerpo con género a través de una sucesión de exclusiones y negaciones, ausencias significan­tes. [Butler, 2007, página 265]

Aquí finalmente Butler define género como la producción de una figura fantástica por procesos disciplinarios. Llega a este punto mediante una analogía explícita entre el género y el alma, la existencia del cual, con la fuerza de un pasaje de Foucault, está dispuesta a aceptar. También se hace eco de Althusser:

“… aunque no aparezca bajo esta denominación (el sujeto) hasta el advenimiento de la ideología burguesa, sobre todo con el advenimiento de la ideología jurídica, la categoria de sujeto (que puede funcionar bajo otras denominaciones: por ejemplo en Platón, el alma, Dios, etc.) es la categoría constitutiva de toda ideología,…” [Althusser, 1974, página 62] 

Pero el alma ha sido rechazado hace mucho tiempo, por la medicina y la biología, por ser una hipótesis redundante, por lo que este es un terreno muy cenagoso en el cual establecer los fundamentos del género. Hubo un tiempo en el que el alma, el espiritu o pneuma (πνηυμα) era, en la antigua medicina galénica, una hipótesis científica. Galeno sabía por los experimentos de vivisección que los nervios eran vitales para el control de los músculos. Solía hacer demostraciones en las que un mono sometido a vivisección gritaba hasta que su bisturí cortaba el nervio que controla las cuerdas vocales. ¿Cómo se producía esta transmisión?

En el siglo XIX los médicos comparaban los nervios con los cables del telégrafo e hipotetizaban, correctamente, que enviaban impulsos eléctricos a los músculos. Pero sin un conocimiento de la electricidad, la medicina clásica pensaba que el mecanismo era neumático. Los nervios, se sugería, transportaban aire (pneuma) de los ventrículos vacíos del cerebro, a través de los nervios hasta los músculos que de esta forma de inflaban. Originalmente el pneuma o el espíritu, del latín spiritus que significa aliento, era una hipótesis mecanicista, y plausible. Después de todo, cuando una persona muere exhala – o deja escapar su último aliento. Entonces era razonable suponer que la respiración o el espíritu era la fuerza motriz del cerebro y de los músculos. Esto siguió siendo la teoría detrás de la denominación del alcohol destilado como “bebidas espirituosas”, ya que eran producidas por la condensación de las emanaciones del vino. Y por ello tuvieron denominaciones como aqua vitae, uisce beatha o agua de vida.

Pero en la actualidad sabemos que aunque esta era una teoría plausible, es incorrecta. El sistema nervioso opera en base a la electroquímica, al igual que los músculos. El alma o el espíritu es una hipótesis redundante. Todo lo que pretendía explicar puede ser comprendido como resultado de otros procesos materiales. Una mera afirmación de un filósofo, a no ser que esté basada en un volumen masivo de datos experimentales, no es suficiente para restaurar la relevancia del concepto de alma. Butler basa su concepto del género en una analogía con la idea redundante del alma,  así que la asunción básica debe ser su concepto es igualmente redundante. Butler escribe sobre una “redescripción corolaria del género” lo cual plantea la cuestión de si, en primer lugar, existen cosas como los géneros. A la hora de explicar las cosas deberíamos preferir explicaciones simples antes que complejas. Tal y como señalamos en la introducción, el mundo académico de habla inglesa se las arregló bien para describir la sociedad sin recurrir al concepto de género hasta 1970 aproximadamente, momento en el que el uso de esa palabra tuvo un boom. Aquellos que escribían en Castellano o Francés, sin embargo, no tuvieron un cambio equivalente en la terminología. Uno no puede simplemente asumir que los géneros existen, debes establecer que la invención de este nuevo concepto de géneros te permite categorizar nuevos fenómenos no observados previamente, o explicar fenómenos conocidos mejor que con conceptos anteriores como sexos, roles sexuales o estereotipos sexuales. Volviendo al punto anterior sobre las almas, una vez que Du Bois-Reymond midió los picos eléctricos en las fibras nerviosas, el concepto de pneuma o su creación – el Elán Vital (impulso vital), pudieron ser desechados en favor del nuevo concepto de impulso nervioso.

Supongamos, en aras de la discusión, que la escalada en el uso del término género a principios de los años 70 se debió a Oakley [2015(1972] y supongamos además que esto había establecido la necesidad de un concepto de género distingo del sexo y los roles sexuales. Si entonces Butler redefine el género, tiene que volver al punto de partido y establecer que su nuevo concepto de género es necesario. Si cambia el significado del concepto de género, se perderá cualquier caso anterior que pueda haber establecido la utilidad explicativa de la vieja idea de género. El viejo caso apoyaba un concepto diferente. Butler, habiendo dado una definición completamente nueva de género, como la “producción disciplinaria de las figuras de fantasía”, debe volver atrás y mostrás qué fenómenos sociales reales son predichos de mejor manera por esta nueva idea que por el concepto de género anterior a Oakley. ¿Este nuevo concepto proporciona una categorización predictiva de la población más precisa que el sexo?

¿El concepto de Butler ayuda a explicar y predecir los resultados de la investigación empírica sobre las diferencias de género?2

La continuación que hace Butler en su exposición sugiere que no:

“Ya hemos descrito los tabúes del in­cesto y el tabú anterior contra la homosexualidad como los momentos generativos de Ia identidad de género, las prohi­biciones que generan Ia identidad sobre las rejillas cultural­mente inteligibles de una heterosexualidad idealizada y obli­gatoria.” [Butler, 2007, página 265]

Sí, lo ha descrito en una discusión sobre Freud y Lacan, pero ¿por qué deberíamos creerles?

¿Existe algún dato experimental sólido que respalde las teorías psicoanalíticas sobre los tabúes del incesto?

¿Ha presentado Butler alguna evidencia de que los tabúes contra la homosexualidad son “anteriores” a los tabúes del incesto?

¿Qué significa incluso en términos empíricos decir que son anteriores?

“Esa  producción disciplinaria del  género estabiliza falsamente el género para favorecer los intereses de Ia cons­trucción y Ia regulación heterosexuales en el ámbito repro­ductivo. La construcción de Ia coherencia encubre las dis­continuidades de género que están presentes en el contexto heterosexual, bisexual, gay y lésbico, en que el género no es obligatoriamente consecuencia directa del sexo, y el deseo, o Ia sexualidad en general,  no parece ser la consecuencia di­recta del género; en realidad, donde ninguna de estas dimensiones de corporalidad significativa se manifiestan o reflejan una a otra.”  [Butler, 2007, página 265]

¿Cómo encaja la idea de Butler del género como performance (actuación, representación actoral, etc….)  con la investigación?

Bueno, algo de lo que la literatura psicológica denomina diferencia de género es ciertamente performativo en un sentido limitado. Las personas realizan (perform) pruebas de psicología, son observadas realizando (performing) acciones que se registran. Pero las diferencias de género más importantes socialmente a duras penas encajan en su marco de análisis. Veamos tres ejemplos: trabajo doméstico, salario y depresión, todos ellos difieren notablemente entre los sexos. El trabajo doméstico y la paga son claramente fenómenos sociales, y la depresión tiene, al menos, causas sociales sustanciales. Por lo tanto, los tres son fenómenos de género, y son tratados como tales en la literatura. ¿La noción de género como performance supone alguna mejora en su análisis?

Alguien podría decir que las mujeres ‘realizan’ (perform) más horas de trabajo doméstico que los hombres, pero el trabajo no es performance en el sentido utilizado por Butler. A los hombres se les paga más que a las mujeres. Esto no es una performance de los hombres, en un sentido estricto podría ser llamado una performance de los empresarios, pero sería mucho más sencillo llamarlo simplemente discriminación. La única forma de tratar la brecha salarial de género como una performance sería haciendo la alegación sexista de que a las mujeres se les paga menos porque tienen un desempeño más pobre (perform poorly). Sería igualmente insultante tratar la mayor tasa de depresión de las mujeres como una mera performance.

La noción Butleriana de género como performance no solo es inútil como aproximación a estos temas, es activamente perjudicial. Distrae la atención de serios asuntos relacionados con la opresión de la mujeres hacia las preocupaciones de una minoría de hombres travestidos. Al poner el foco de atención fuera de la estructura económica de la vida diaria, despoja a los estudiantes de las herramientas para conceptualizar esta estructura. Un siglo antes, la promoción de la teoría de la utilidad marginal en las ciencias económicas distrajo la atención de los estudiantes de la distribución desigual de clase del trabajo en el capitalismo. La teoría de la performance de Butler distrae a una nueva generación de estudiantes de la desigual distribución sexual del trabajo. 

3 El sexo y la salud de las mujeres

Con el foco puesto en la performance de estereotipos de género por encima de la materialidad del cuerpo físico, la relevancia del sexo para la salud de las mujeres se pierde. Esto conduce a diagnósticos erróneos y un incremento de las muertes en mujeres biológicas. Mientras que argumento típico en los círculos de la teoría queer consiste en desestimar tales acusaciones como “reducir a las mujeres a sus órganos reproductivos”, los hecho son que el sexo es importante para las mujeres mucho más allá de sus órganos reproductivos. Lo que se ha descubierto en estudios médicos se está filtrando en los principales medios de comunicación [Adler, ] pero ninguno está conectando los puntos cuando se trata de afirmar que los hombres pueden convertirse en mujeres a través de una mera declaración o “performance”. El cuerpo sexuado es importante más allá de los significantes culturales o las funciones reproductivas, y el negarse a reconocer esto está, literalmente, costando vidas de mujeres.

“‘Mucho de lo que conocemos sobre el diagnóstico y el tratamiento de enfermedades coronarias viene de la investigación realizada con hombres de mediana edad, así que estamos haciendo extrapolaciones con esos datos’ dice la Dra. Nadita Scott, cardióloga y co-directora del Programa Corrigan de Salud del Corazón en el Hospital General de Massachusetts afiliado a Harvard. ‘Como resultado, las formas en que la enfermedad es diferente en las mujeres, que tienden a ser mayores cuando desarrollan la enfermedad en la arteria coronaria, han sido poco reconocidas e investigadas’ “ [Letter]

Las enfermedades cardiovasculares es solo una de las áreas en las que los investigadores han excluido sistemáticamente a las mujeres y las niñas de la investigación médica de enfermedades no reproductivas. La razón para esto ha sido que el ciclo menstrual constituye una variable adicional. Esto surge de la idea de que el ciclo menstrual no es un proceso humano, sino simplemente un proceso femenino que no tiene que ser tenido en cuenta ni siquiera en el mundo de la salud de las mujeres. Esto ha llevado a prácticas diagnósticas y tratamientos que no tienen en cuenta las diferencias entre hombres y mujeres, conduciendo a muertes innecesarias entre la población de mujeres. Una sociedad que niega que la biología femenina incluso exista no puede esperar corregir esto. Un médico más preocupado por los pronombres que prefiere un paciente que por la realidad del cuerpo humano sexuado será de poca utilidad.

La investigación médica muestra que los estrógenos endógenos tienen efectos tanto protectores como perjudiciales en numerosos órganos no reproductivos. El sistema reproductivo no es el único sistema que tiene receptores de estrógenos. Las células cardiovasculares, los tejido pulmonares, el cerebro, el hígado y los huesos también expresan el receptor de estrógeno alfa y el receptor de estrógeno beta [Mosca y Wenger, 2001, p. 499].

El sistema cardiovascular es el sistema no reproductivo más investigado, cuando se trata de las diferencias en el desarrollo de enfermedades y resultados para mujeres y hombres. Desde que las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de mortalidad en ambos sexos en EE.UU., mucha de la investigación en las diferencias basadas en el sexo está relacionada con la prevención, los factores de riesgo y el diagnóstico de enfermedad coronaria y enfermedad cerebrovascular.

Las mujeres desarrollan enfermedad cerebrovascular siete a diez años más tarde que los hombres. Maas y Appelman han escrito, “Se asume que la exposición a estrógenos endógenos durante el periodo de vida fértil retrasa la manifestación de enfermedad aterosclerótica en mujeres. Antes de la menopausia el índice de eventos de enfermedad coronaria en mujeres es bajo y se atribuye predominantemente al tabaquismo” [Maas and Appelman, 2010, p598]. Incluso después de la menopausia, el tipo de enfermedad coronaria que ocurre en mujeres tiende a ser diferente de la que desarrollan los hombres. Son tan diferentes que una médica ha sugerido que sean nombradas de distinta forma. La Dra. Bairey-Merz del Centro Médico Cedars-Sinaí afirma que los hombres generalmente se ven afectados por un tipo de enfermedad cardiaca que conoce adecuadamente como enfermedad de las arterias coronarias (CAD) o cardiopatía coronaria (CHD). Esto es causado por la acumulación de placa en las arterias grandes alrededor del corazón. Sin embargo, las mujeres no suelen tener acumulación en estas arterias. En cambio, desarrollan dificultades en las pequeñas arterias coronarias, que ya no se contraen y se dilatan como deberían. De acuerdo con Bairey-Merz, esto evita el flujo de sangre y oxígeno al corazón y se conoce más apropiadamente como cardiopatía isquémica.

Estas diferencias no son meramente académicas. Las diferencias afectan al diagnóstico de las enfermedades cardiacas en las mujeres, debido a que las mujeres pueden tener angiografías y tests de stress normales a la vez que sufren de cardiopatía isquémica [Cedars, ] El fracaso en el desarrollo y uso de guías específicas para cada sexo en el diagnóstico de las enfermedades del corazón en las mujeres con síntomas a menudo lleva a diagnósticos erróneos y muertes innecesarias. La prolongada demora en el estudio de las enfermedades del corazón en las mujeres puede ser directamente responsable de la falta de guías específicas por sexo. La negativa a considerar el sexo biológico como algo central en la vida y muerte de las mujeres ciertamente no va a ser de ayuda.

Mientras que los estrógenos endógenos protegen a las mujeres de las enfermedades del corazón, los estrógenos exógenos – históricamente conocida como Terapia Hormonal Sustitutiva, pero ahora llamada Terapia Hormonal en la Menopausia – tiene resultados mixtos y en realidad puede aumentar el riesgo de eventos cardiovasculares durante los primeros meses o años de terapia [NHLBI]. Dosis mayores de estrógenos también pueden aumentar el riesgo de accidente cerebrovascular [Mosca and Wenger, 2001,p501]. De forma relevante para población masculina que se identifica como mujeres, los intentos de usar estrógenos exógenos para prevenir enfermedades cardiovasculares en hombres también han demostrado ser peligrosos, y dicho tratamiento conduce a un aumento similar en los eventos cardiovasculares durante los primeros cuatro meses de tratamiento [Mosca and Wenger, 2001,p501]. Esto podría indicar que el cuerpo sexuado no puede ser cambiado mediante una declaración formal y añadiendo unas cuantas hormonas artificiales. Además, niveles relativamente altos de testosterona antes de la menopausia, periodos menstruales irregulares, la menopausia temprana (antes de los 40 años) y el síndrome de ovario poliquístico (SOP) aumenta el riesgo de enfermedad cardíaca en las mujeres. [Day, 2016, Cedars, ] Uno solo puede adivinar cuáles podrían ser los efectos sobre la salud de la introducción de testosterona exógena en mujeres que se identifican como hombres, pero los indicadores señalan que no serían buenos.

Las hormonas sexuales no solo influyen en el desarrollo del sistema pulmonar, sino que también tienen influencia en el desarrollo del propio sistema desde el periodo neonatal y a través de la infancia. Los tejidos pulmonares tienen receptores andrógenos y tanto los receptores de estrógenos alfa como los beta. En neonatos femeninos, los surfactantes pulmonares se desarrollan antes de lo que lo hacen en los masculinos, debido a que los andrógenos restringen el desarrollo de esos surfactantes, mientras que los estrógenos los estimulan. Los surfactantes son responsables de mantener secas las vías respiratorias previniendo la acumulación de fluidos. El desarrollo más temprano de surfactantes en las mujeres recién nacidas protege a las bebés prematuras de desarrollar el síndrome de distrés respiratorio (SDR) con tanta frecuencia como los bebés varones prematuros. A medida que los infantes crecen, los niños tienen pulmones más grandes que las niñas de su misma edad. Cuando los niños y las niñas tienen la misma edad, las vías respiratorias de los hombres son más grandes que las de las mujeres, incluso cuando los pulmones y el cuerpo son del mismo tamaño [Carey et al., 2007].

En los adultos, las hormonas sexuales se cree que juegan un role en el desarrollo y los síntomas de algunas enfermedades pulmonares. La enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) suele estár relacionada con el tabaquismo en hombres y en mujeres. Sin embargo, la población de no-fumadores que desarrolla EPOC son mayoritariamente mujeres, indicando esto que las mujeres puede ser de forma natural más proclives a la enfermedad. En mujeres con asma, los procesos reproductivos femeninos parecen afectar a los síntomas. Se ha informado de un incremento de los síntomas durante el embarazo, el periodo premestrual y perimenstrual. Finalmente, hombres y mujeres tienden a desarrollar diferentes tipos de cancer de pulmón, y las mujeres responden mejor a los tratamientos estándar [Carey et al., 2007].

En el caso de la vesícula biliar, uno de los factores de riesgo primarios para desarrollar cálculos biliares es el sexo femenino. Los cálculos biliares, que típicamente consisten en colesterol, son de dos a tres veces más probable que aparezcan en mujeres que en hombres. Específicamente, son más comunes durante los años de maternidad de la mujer, y el embarazo es un factor de riesgo significativo. Las hormonas sexuales, especialmente los estrógenos, están relacionadas con el desarrollo de la muchos cálculos biliares, tal y como afirma Novacek, debido a que los estrógenos “incrementan la secreción de colesterol biliar causando sobresaturación de colesterol en la bilis.” Los antiguos anticonceptivos hormonales con un contenido mayor de estrógenos y la terapia hormonal en la menopausia también aumentan el riesgo [Novacek].

 Estos factores de riesgo solo se hacen evidentes en el proceso de investigación epidemiológica, que se basa en estadísticas precisas y registros de casos precisos. Claramente no sería práctico utilizar el género autodeclarado en lugar del sexo como una variante independiente en este tipo de investigación. La inclusión de individuos del sexo opuestos, simplemente por la fuerza de la autodeclaración, en las categorías masculina y femenina introduciría un ruído que debilitaría la capacidad para detectar diferencias específicas de sexo real en la incidencia de la enfermedad.

Los comentarios  de Butler sobre la enfermedad no son de gran ayuda, ella tiene una tendencia aquí, como en otras áreas de discusión, a presentar todo en términos simbólicos o lingüísticos. Al escribir sobre el SIDA, ella dice:

“En cierto modo, Simon  Watney -en su libro Policing Desire: AIDS,  Pornography, and the Media– ha equipara­do  la construcción actual  de «la persona contaminante» como la persona que tiene sida. No solo se presenta la afec­ción como la «enfermedad gay», sino que a través de la res­puesta homofóbica e histérica a la enfermedad por parte de los medios se advierte una construcción táctica de continui­dad entre la condición contaminada del homosexual (a con­secuencia de la infracción de los límites que es la homose­xualidad) y la enfermedad como una modalidad concreta de la contaminación homosexual. El hecho de que la enferme­dad se transmita mediante el intercambio de fluidos corpo­rales indica, dentro de las gráficas sensacionalistas de los sis­temas significantes homofóbicos, los peligros que los límites corporales permeables presentan  al orden social como tal. Douglas afirma que «el cuerpo es un modelo que puede usarse en cualquier sistema que tenga límites. Sus limites pueden representar todos los límites que estén amenazados o sean precarios» Y formula una pregunta que se podría haber leido en Foucault: «¿Por que se cree que los márgenes corporales estan específicamente conferidos de poder y peligro?»

….

Si el cuerpo es una sinécdoque del sistema social ‘per se’ o un lugar en el que concurren sistemas abiertos, entonces cualquier tipo de permeabilidad no regu­lada es un Iugar de contaminación y peligro.” [Butler, 2007, página 259 – 260]

Bueno, uno no necesita buscar más allá de las teorías microbianas de la enfermedad de Koch y Pasteur para entender esto. Los márgenes corporales son de hecho esenciales para la prevención de infecciones microbianas y virales. Este peligro no se debe a que el cuerpo sea una sinécdoque o una figura retórica para la sociedad, sino a que los cuerpos son una comida nutritiva para los patógenos. Las inyecciones con agujas sucias, el sexo anal y vaginal sin protección, todo en orden decreciente de gravedad, implican riesgos de infección por bacterias y virus peligrosos. Butler escribe como si todo lo que está involucrado en eso es simbolismo, no la vida de las personas.

“Un ejemplo de ello es el sexo anal en­tre  hombres, al igual que el re-membramiento radical del cuerpo en ‘El cuerpo lesbiano’ de Wittig. Douglas hace referen­cia a «un tipo de contaminación sexual que afirma el deseo de conservar intacto el cuerpo (físico y social)», lo cual indica que la noción naturalizada de «el» cuerpo es de por sí una consecuencia de tabúes que hacen que ese cuerpo sea diferente a consecuencia de sus límites estables. Asimismo, los ritos de paso que rigen diversos orificios corporales dan por sentada una construcción heterosexual del intercam­bio, las posiciones y las opciones eróticas de los géneros. La desregulación de tales intercambios trastoca también los lími­tes mismos que definen lo que es ser un cuerpo.” [Butler, 2007, página 260 – 261]

Trastocar los límites simbólicos suena guay, pero tenemos cuerpos físicos reales. Nuestros cuerpos no son figuras retóricas. Si trastocas su límite real puedes permitir que los patógenos determinen lo que es se un cuerpo: un cuerpo vivo o un cuerpo muerto.

Referencias

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[Althusser 1971] Louis Althusser. Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado. Ed. La Oveja Negra, Medellín, Colombia, 1974.

[Black et al. 2000] Dan Black, Gary Gates, Seth Sanders, and Lowell Taylor. Demographics of the gay and lesbian population in the United States: Evidence from available systematic data sources. Demography, 37 (2): 139-154, 2000.

[Butler 2007] Judith Butler. El género en disputa: el Feminismo y la subversión de la identidad. Ed. Paidós, 2007.

[Carey et al. 2007] Michelle A Carey, Jeffrey W Card, James W Voltz, Samuel J Arbes, Dori R Germolec, Kenneth S Korach, and Darryl C Zeldin. It’s all about sex: gender, lung development and lung disease. Trends in Endocrinology & Metabolism, 18 (8): 308-313, 2007.

[Cedars ] Cedars. When it comes to heart disease, men and women are not equal. URL https://www.cedars-sinai.edu/ About-Us/HH-Landing-Pages/When-it- comes-to-heart-disease-women-and-men-are- not-equal.aspx.

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[Smith 1978] Adam Smith. Lectures on jurisprudence. The Glasgow edition of the works and correspondence of Adam Smith, 1978.

[Stacey 2009] Judith Stacey. Unhitching the Horse from Carriage: Love and Marriage Among the Mosuo. Utah L. Rev., page 287, 2009.

Notas

  1. “En una nación de cazadorres y pescadores pocas personas pueden vivir juntas, ya que en poco tiempo cualquier número considerable destruiría toda la caza en el territorio y, en consecuencia, necesitaría medios de subsistencia. Veinte o treinta familias son las máximas que pueden vivir juntas, y estas forman una aldea”. [Smith, 1978]
  2. Cualesquiera que sean las ambigüedades de ese término en la literatura de investigación.

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