#TogetherAtWork: la importancia de la negociación colectiva

D. Fernández
D. Fernández
Ingeniero y marxista, convencido de que un mundo mejor es posible y está a nuestro alcance.

Que la situación del movimiento obrero es difícil es algo que no escapa a cualquiera que forme parte de él, o le preste una mínima atención. Desde los años 80, la afiliación sindical ha venido bajando de forma constante, hasta el punto de que muchos derechos que hasta hoy se consideraban garantizados se están empezando a poner en duda. En muchas empresas no hay secciones sindicales. El resultado es que la fuerza de trabajo se ve cada vez más devaluada, precarizada y debilitada: la falta de organización permite presionar las condiciones laborales a la baja con poca o ninguna oposición, y el empeoramiento de las condiciones hace cada vez más difícil organizar a los trabajadores. El resultado es un círculo vicioso, una rueda en la que parece que la clase obrera siempre sale perdiendo.

Allí donde los trabajadores aún mantienen una organización sindical fuerte y bien establecida – especialmente en la industria -, la situación es bastante diferente. Aún se conservan derechos que parecen utópicos para otros trabajadores – camareros, limpiadoras de habitación, raiders… – y salarios que permiten llevar una vida más o menos tranquila. Pero los trabajadores industriales no son superhéroes, ni viven al margen del resto de la sociedad. Aunque han podido resistir gracias a su compromiso sindical y a sus altos niveles de movilización, la fuerza de la marea también está empezando a arrollarles a ellos.

La precariedad no es un fenómeno exclusivo de las «nuevas realidades» del trabajo, sino un resultado inevitable de una lucha de clases actualmente desfavorable para los trabajadores. Lo que empezó en Uber, Telepizza, Mercadona… no se detuvo ahí. Ha traspasado los muros de las fábricas, con ERTEs, temporalidad, ritmos de trabajo insoportables y turnos enteros de eventuales. Los trabajadores de la industria lo saben. Lo sufren.

Por eso, a principios de esta semana, la confederación sindical IndustriAll – que aúna a organizaciones de trabajadores de la minería, la energía y la industria – lanzaba la campaña Together At Work (Juntos en el Trabajo) en defensa de la negociación colectiva, como una herramienta indispensable para defender los salarios y condiciones laborales frente a la presión constante por parte de las patronales.

¿Qué es IndustriAll?

IndustriAll es un espacio de coordinación internacional para las organizaciones de trabajadores de lo que comunmente se conoce como sector secundario, aunque también abarca otras actividades económicas con características similares a la industria, como pueden ser la minería o el sector de las tecnologías de la información y la comunicación. Fundada en 2012, representa actualmente a 50 millones de trabajadores en más de 140 países. En España, en concreto, son filiales de IndustriAll CCOO Industria, FSC-CCOO, la Federación de Industria de USO, ELA y FICA-UGT.

Con un mundo cada vez más globalizado, en que las multinacionales se han convertido en estructuras gigantescas con decenas de miles de trabajadores repartidos en plantas por todo el mundo, las organizaciones sindicales han comprendido, en mayor o menor medida, la necesidad de responder a la planificación global de las directivas con una resistencia global de los trabajadores. La forma más inmediata de resistencia global es la coordinación entre secciones sindicales de una misma empresa: esos han sido, por ejemplo, los casos de Amazon o Ryanair.

Una forma más avanzada es la creación de organizaciones como IndustriAll, que permitan no sólo poner en contacto a trabajadores de una misma empresa en distintos países, sino compartir información y organizar a trabajadores de todo un sector – en este caso, el industrial – a escala internacional. La creación de estos espacios es el primer paso de cara a tener una mejor comprensión de los problemas globales que afectan a la clase trabajadora, para poder diseñar respuestas y campañas adecuadas. Si los obreros del siglo XX se enfrentaron al reto de constituir los sindicatos a nivel nacional, los obreros del siglo XXI vamos a tener que constituir sindicatos supranacionales, especialmente a nivel europeo – por ser la Unión Europea un marco común que nos encuadra a todos en unas mismas ordenanzas y leyes.

De la coordinación internacional, vamos a tener que dar el paso a la organización internacional.

Recuperar el espíritu colectivo

El individualismo está de moda. Durante muchos años, los capitalistas han hecho un trabajo ideológico de zapa que no ha tenido respuesta por parte de una izquierda confusa y anquilosada, y los resultados son claros. Las fronteras de la clase se difunden y el discurso de lo particular dificulta la organización colectiva: si todos somos únicos, no tenemos nada en común. La idea que anida en las cabezas de muchos es que lo colectivo no fortalece, sino que, por el contrario, diluye: tengo más probabilidades de que mis intereses se respeten si me hago valer de forma individual que si formo parte de algo más amplio, donde pierdo representatividad.

En el mundo laboral, esto se traduce en la peligrosa idea de que el convenio colectivo no protege, sino que limita. En empresas como Telefónica empieza a ser frecuente que algunos trabajadores acepten salirse del convenio colectivo, atraidos por los incentivos inmediatos que ofrece la empresa, sin tener en cuenta la situación de indefensión en que eso les deja. Unos años después, resulta que terminan cobrando menos que sus compañeros, y que no tienen prácticamente ninguna capacidad de presión: están a merced de la empresa.

Esa práctica que ya se está produciendo en algunas empresas tiene su expresión política inmediata en propuestas como las de Vox, que permitirían, precisamente, convertir esa excepción en regla: cualquier trabajador podría descolgarse del convenio y negociar su remuneración y sus condiciones de trabajo con el empresario. La empresa tendría la posibilidad de contratar a trabajadores con un salario por debajo del convenio; ese arma, unida al paro, terminaría resultando en la anulación práctica del convenio colectivo. La competencia entre trabajadores, que ya de por sí se ha endurecido en estos últimos años por culpa de la libertad de capitales en la Unión Europea o el dumping social entre auxiliares, se volvería incontenible. Y el resultado sería un retroceso brutal en derechos laborales y condiciones salariales.

Evolución de las rentas del trabajo a largo plazo: se aprecia un claro descenso a partir de 1975, coincidiendo con el primer debilitamiento de las organizaciones sindicales, y posteriormente, a partir de 1980, a raiz de la revolución neocon. Fuente: Together At Work: Time to Rebuild Collective Bargaining in Europe

Por eso, es fundamental recuperar el espíritu colectivo que permitió a los trabajadores mantenerse unidos y presionar para garantizar que sus condiciones laborales mejoraran. La negociación colectiva es una herramienta a nuestro alcance, que costó mucho extender y convertir en ley, con implicaciones inmediatas en la calidad de vida de los trabajadores. Poner en valor la propia negociación colectiva, como garantía de derechos y salarios, y reforzar la posición de la clase obrera en la propia negociación, es una vía para reconstruir la misma identidad colectiva de la clase obrera. A su vez, reconstruir esa identidad colectiva es fundamental para fortalecer nuestras organizaciones y presionar al alza las condiciones laborales. Esta vez, se trata de un círculo virtuoso en el que es la clase obrera la que sale ganando.

El convenio: la vacuna frente a la precariedad

Existe una clara correlación entre calidad de vida de los trabajadores y protección colectiva. Si echamos un vistazo al porcentaje de trabajadores cubiertos por un convenio colectivo en la Unión Europea, aquellos países asociados con una mayor calidad de vida, como Francia, Bélgica, Dinamarca u Holanda presentan porcentajes significativamente mayores que otros países con peores estándares como Polonia o Lituania. Especialmente llamativo es el caso de Grecia, en la que la crisis y la intervención de la Troika provocaron la desintegración del modelo de negociación colectiva, pasando de más de un 80% de trabajadores protegidos por convenios a un crítico 19%.

Porcentaje de trabajadores protegidos por un convenio colectivo en países de la Unión Europea, antes y después de la crisis. Fuente: Together At Work: Time to Rebuild Collective Bargaining in Europe

En España, a pesar de los sucesivos esfuerzos por parte de los gobiernos de nuestro país por debilitar la negociación colectiva, el porcentaje de trabajadores protegidos por un convenio colectivo sigue siendo relativamente alto (un 73%, frente al 79% previo a la crisis), sobre todo si lo comparamos con nuestra tasa de afiliación sindical (de en torno a un 15%). Esta contradicción podría explicarse en el marco de un fenómeno más amplio: el modelo de diálogo social promovido por la Unión Europea. Aunque nuestra sociedad comprende la necesidad de la negociación colectiva y la importancia de los convenios, no los percibe como un espacio de lucha social – en el que, por tanto, es necesario fortalecer las organizaciones sindicales – sino como un asunto técnico entre expertos.

Revertir esa idea es una tarea pendiente e ineludible. El convenio colectivo es como una vacuna: cuantas más personas estén vacunadas, menor será el riesgo de enfermar. Cuantos más trabajadores estén protegidos por convenios colectivos, mejores serán las condiciones laborales. Es lo que se llama inmunidad de grupo o inmunidad colectiva. Dada una comunidad cualquiera, con un porcentaje de vacunación del 100%, habrá un porcentaje de enfermos del 0%; un porcentaje de vacunación del 95% reduce espectacularmente el porcentaje de enfermos al 50%; si seguimos reduciendo, un porcentaje de vacunación del 90% supondría un porcentaje de enfermos del 60%1. Basta con que un porcentaje muy pequeño de la población no esté vacunado para que la enfermedad se extienda. La negociación colectiva es similar: basta con que un pequeño porcentaje de los trabajadores no esté protegido por un convenio para que la precariedad se extienda. Y una vez que se ha extendido, ya da igual que estemos vacunados: tenemos muchas posibilidades de contagiarnos.

Proteger la industria es protegernos todos

Los trabajadores de la industria, con sus condiciones laborales, son los que mantienen elevada la media laboral. Esas condiciones no les han caído del cielo, ni son propias de la industria. Las han conseguido luchando. Es cierto que tienen una posición más favorable de cara a la lucha, gracias a una serie de circunstancias que sí son características de la industria, pero no pueden resistir sólos: no son una aldea de irreductibles galos que resiste ahora y siempre al invasor. Cada paso atrás que se da en la industria son cinco o diez pasos atrás para el conjunto de los trabajadores. Y del mismo modo, cada paso adelante que diéramos en la industria serían cinco o diez pasos adelante para los trabajadores. Es el sector fundamental de la economía, el que produce las mercancías que luego circulan y se consumen en las actividades terciarias. Para bien o para mal, la situación laboral de la industria es un termómetro para medir el estado de salud del conjunto de la clase trabajadora.

La industria sigue siendo el sector con los mayores centros de trabajo, donde es más fácil organizar y movilizar a la gente. Sigue siendo el sector con las mayores tasas de afiliación sindical, el que tiene mayor combatividad. Es una actividad inevitablemente colectiva, lo que hace que reconstruir ese espíritu colectivo del que hablábamos sea más sencillo, por ser más natural para los trabajadores.

No es de extrañar, por tanto, que una iniciativa así provenga de una confederación de sindicatos, precisamente, del sector industrial. Al ser el eslabón clave de la cadena de valor, donde se juega el partido, la industria sufre mayores tensiones y presiones por parte de los capitalistas. Cuanto más valor añadido consigan arrancar de la industria, mejor será su posición en los eslabones posteriores de la cadena, donde el margen de maniobra es más escaso. Una oleada de cierres sacude ahora mismo España. Las deslocalizaciones son una amenaza permanente. La competición entre empresas, e incluso entre plantas de una misma empresa, se lleva por delante la salud de muchos trabajadores, que soportan ritmos inhumanos. Y a pesar de todo, sigue sin ser suficiente para directivos y accionistas. En ningún punto de la economía es más evidente la crisis constante del capitalismo, ni más necesario ser capaces de ofrecer una alternativa.

Lejos de ser una fijación anacrónica, centrar los esfuerzos del movimiento obrero es una necesidad táctica que se acentúa más cuánto peor es la situación general.

La negociación colectiva en España

En nuestro país, las políticas de la Troika han atacado duramente la negociación colectiva. Antes de las reformas laborales y de las legislaciones introducidas por los gobiernos del PSOE y PP contra los intereses de los trabajadores, nuestro sistema de negociación colectiva, a pesar del desgaste que ya había sufrido, aún incluía:

  • Índices de actualización salarial ligados al IPC para asegurarse de que no perdiéramos poder adquisitivo
  • Prioridad del convenio sectorial frente al de empresa, garantizando que cualquier trabajador de un sector quedaba incluido en el correspondiente convenio e impidiendo que las empresas se descolgaran
  • Ultraactividad ilimitada, que permitía que los convenios siguieran en vigor hasta que se negociara uno nuevo, ofreciendo una posición de partida favorable a los sindicatos: si lo que ofrece la empresa no nos convence, seguiremos con lo que había

Después de la crisis, la situación ha cambiado drásticamente. Las dos reformas laborales, unidas a otra serie de legislaciones que han permitido la persecución y la represión sindical, han dejado en muy mala posición a los trabajadores españoles.

  • Los convenios de empresa han pasado a considerarse prioritarios sobre los sectoriales o nacionales, permitiendo a cualquier empresa descolgarse e imponer su propio convenio cuando le interese
  • Se ha abaratado el despido
  • La ultraactividad ha quedado restringida a dos años, de forma que ante una negociación colectiva quien tiene ahora la sartén por el mango es la empresa: si no os convence lo que os ofrecemos, dentro de dos años os quedáis sin nada

A pesar de las promesas del PSOE, ninguna de estas reformas ha sido revertida aún – y no parece que vaya a serlo en el futuro, a medida que la Unión Europea sigue apretando y exigiendo nuevas medidas que sigan el mismo camino. Los trabajadores nos vemos constantemente empujados a situaciones críticas, puestos entre la espada y la pared. Los empresarios tienen a su disposición un arsenal entero para presionarnos, para obligarnos a aceptar sus condiciones. La unidad y la movilización son clave para contrarrestar el poder desmesurado de las patronales; sin ir más lejos, más de 50.000 trabajadores del metal se encuentran actualmente en huelga, precisamente a raíz de la negociación de su convenio. Necesitamos articular la lucha en un programa, en propuestas y medidas concretas, para volver a tener la sartén por el mango.

Notas

  1. Datos extraídos de Vaccine epidemology: a review

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