La Confederación Europea de Sindicatos ha debatido en la última sesión de su Comité Ejecutivo sobre el Salario Mínimo Europeo. Este debate se produce debido a la propuesta de la nueva presidenta designada de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, sobre el establecimiento de ese salario mínimo para toda la UE.
Uno de los sindicalistas españoles presente en ese debate es Unai Sordo, Secretario General de CCOO, que ha hecho unas interesantes reflexiones. Dice Sordo que un salario mínimo para toda la UE mejoraría la vida de los trabajadores y trabajadoras, legitimaría a las organizaciones sindicales transeuropeas como la CES, y mejoraría las bases económicas para enfrentarse a una posible recesión. Es por esto que apoya la iniciativa del Secretariado de la CES para solicitar a la Comisión Europea una Directiva sobre Salario Mínimo Europeo.
El paso a reforzar la negociación colectiva a nivel europeo y la acción coordinada de los trabajadores en toda la UE es un paso lógico y natural del sindicalismo de clase. El salario mínimo europeo es solo la primera piedra en este camino, con el tiempo, si el movimiento sindical mantiene una visión realista de la situación en la Unión, vendrá más reivindicaciones que homogeneizarán y unificarán el mercado laboral europeo.
Es lógico porque si tenemos que señalar un rasgo característico de la UE, propio de su diseño como institución, es la competencia entre trabajadores y el dumping social entre países. La UE estimula esta dinámica, que pone a los trabajadores de unos países a competir en salarios y condiciones laborales con los de otros. Y todo esto para beneficio de las grandes multinacionales europeas, que permanentemente están chantajeando a las plantillas con llevarse la producción a otra parte si no se aprietan el cinturón.
Hemos visto ejemplos muy recientes: Vesuvius va a deslocalizar la producción a Polonia. En este momento, la presión sobre la plantilla de ArcelorMittal en Asturias es brutal, la dirección de la empresa está chantajeando constantemente con cerrar líneas de producción, reducir plantilla, aplicar recortes. Busca con esto presionar en la negociación colectiva del convenio para las plantas asturianas. En PSA Peugeot Citroen de Villaverde, la gerencia de la planta hace constantes comparaciones con la planta que tiene el gigante automovilístico en Eslovenia, la amenaza de deslocalizar producción flota siempre en el aire. De igual forma, los trabajadores de BSH en Pamplona miran con el rabillo del ojo lo que pasa con la planta turca de su empresa. Es una dinámica que se repite a lo largo de miles de plantas industriales de grandes multinacionales por toda Europa. Y dentro de las plantas entre los trabajadores de las subcontratas y los de la matriz, entre los fijos y los eventuales de las ETTs.
¿Pero que pasa si en vez de mirarnos a través de las fronteras con el rabillo del ojo, empezamos a sentarnos a hablar? ¿Qué habría pasado en Vesuvius si los trabajadores de Polonia se hubiesen puesto en huelga (aunque fuese solo unas horas) para que la compañía no cerrase su planta en Langreo? ¿Cuánto resistiría Lakhsmi Mittal una huelga coordinada en todo el continente? Yo soy de la opinión de que solo con los preavisos de huelga bastaría para que se sentase a negociar y se le bajasen los humos.
Por supuesto, este no es un camino fácil, y las resistencias a estas ideas dentro del movimiento sindical son fuertes. En la propia CES hay contradicciones y puntos de vista diferentes. Algunos sindicatos de países económicamente fuertes (como en Alemania) temen que la equiparación de condiciones al alza con los países donde se encuentran los centros de nivel 2 de la cadena de valor (como España) deterioren la buena marcha de sus empresas y se produzcan despidos y ajustes. A su vez, algunos sindicatos de países miembros de la UE que han atraído inversiones deslocalizadas desde los países de nivel 1 de la cadena de valor, temen que la equiparación salarial en toda la UE pongan fin al periodo de bonanza industrial que están disfrutando (como Polonia y otros países del Este), y que las fábricas vuelvan a los países de nivel 1, o se vayan más allá de las fronteras de la UE. La existencia de corrientes conservadoras en el movimiento sindical es tan antigua como la propia clase obrera.
Pero también hay señales en sentido contrario. El año pasado, durante las movilizaciones de los trabajadores alemanes del metal por la jornada de 28 horas, varios grupos de sindicalistas de toda Europa acudían a las marchas en solidaridad: «Estamos luchando por dejar de ser los trabajadores más baratos de Europa» decía el Vicepresidente del sindicato Vasas en la fábrica de Mercedes-Benz en Kecskemét (Hungría). Y en estas semanas, CCOO de ArcelorMittal en España ha llamado a la movilización en todas las plantas españolas para recuperar la negociación colectiva a nivel de todo el País, entienden que frente a una empresa como ArcelorMittal no tiene sentido negociar las condiciones laborales planta por planta. Ahí están también las movilizaciones de Ryanair y Amazon, con huelgas y paros coordinados en toda la UE. Sí, hay ruido de fondo en la cuestión de la coordinación y necesitamos que se convierta en un clamor.
En las empresas hay sindicalistas y trabajadores que tienen una visión global de la situación, y comprenden los peligros de la dinámica de competividad entre trabajadores para beneficio del capital que la UE impulsa desde su nacimiento. Los debates en la CES son expresión de esta diversidad de puntos de vista, reflejo de esta lucha de líneas sindicales.
En este asunto nuestro papel como comunistas y militantes de izquierdas en el movimiento sindical es ayudar al avance de las posiciones más avanzadas. La tarea empieza por la popularización de estos análisis en la empresa, en el sindicato. Debemos desplegar una amplia campaña entre los compañeros y compañeras, explicar este dilema, mostrar las ventajas para todos y todas que supondría asestar un duro golpe a uno de los pilares centrales de la construcción europea capitalista: la competencia entre trabajadores a la baja.
Creo firmemente en que esta es una tarea en la que distintas organizaciones políticas de izquierda pueden colaborar, apoyarse mutuamente y jugar un papel positivo a la hora de reforzar la coordinación europea del movimiento obrero frente a la Europa del Capital. Por ahora tenemos una pequeña chispa entre las manos, en la CES se habla de un salario mínimo para toda la UE. Soplemos la llama para convertirla en una hoguera.