Sánchez, el ilusionista

La habilidad de un mago se mide por su capacidad de distraer al público con una mano mientras con la otra lleva a cabo su truco. Pedro Sánchez y el PSOE han hecho de este modus operandi su cultura política, pero su último truco no tiene ninguna gracia para los trabajadores.

D. Fernández
D. Fernández
Ingeniero y marxista, convencido de que un mundo mejor es posible y está a nuestro alcance.

Dicen los que entienden que la clave en un truco de magia es la capacidad del mago para llamar la atención del público sobre el espectáculo que ofrece con una mano, mientras con la otra, de forma disimulada, se encarga de dar el cambiazo. Aquellos que son capaces de realizar ambos movimientos de forma simultánea e inadvertida son los que provocan los mayores aplausos e incredulidad en el público.

¿Cómo lo ha hecho? ¿Dónde está el truco? Para algunos, la gracia de este tipo de shows radica en el pacto tácito que se firma entre el mago y el espectador para dejar la respuesta a ambas preguntas en el aire. Cuando se corre el telón y se acaba la función, al menos durante un breve instante de tiempo, creemos que algo que parece imposible se ha hecho real ante nosotros. Y, como los buenos magos son aquellos que nunca revelan sus trucos, siempre nos quedará esa pequeña duda, esa bonita ilusión, de que realmente hemos sido testigos de un truco de magia.

El problema es que no todos los magos son honestos. Algunos son trileros, y emplean su habilidad para el espectáculo de formas desagradables. Imagínense que asisten a un espectáculo de estas características, con la intención de pasar un buen rato y de disfrutar de esa ilusión tan propia de la magia… sólo para descubrir que cuando salen de nuevo a la calle les han robado la cartera. En este caso, el pacto entre el ilusionista y el espectador se ha roto descaradamente. Todo lo que el mago ha hecho sobre el escenario ha sido un juego de manos para distraernos de lo que realmente estaba sucediendo: que alguien nos estaba metiendo la mano en el bolsillo. Es la misma lógica que sigue el famoso juego de la bolita: da igual qué vaso elijamos, porque la bolita siempre va a estar en el bolsillo del trilero.

En ambos casos, la realidad es que esa habilidad para la distracción no se usa para el disfrute del espectador, sino como cortina de humo para disimular lo que en realidad está ocurriendo: que simple y llanamente, estamos siendo estafados. Y puede que lo pasemos bien durante el espectáculo: el problema es que cuando nos demos cuenta de que nos falta la cartera, esa diversión se va a convertir en rabia.

Pedro Sánchez ha llevado hoy a cabo un truco de magia de dimensiones colosales. Nadie puede negarle a nuestro presidente en funciones que es un hombre ambicioso, dispuesto a todo y con una capacidad innata para la supervivencia que es una habilidad diferencial en política. Ahora bien, al igual que el mago que decide hacer uso de sus habilidades para timar a quienes estén dispuestos a caer en su juego, Sánchez ha decidido usar todas esas habilidades políticas no para servir a los intereses de la mayoría social, sino para cumplir con el programa de reformas que le dicta el IBEX35. El problema con el que se ha encontrado es que él mismo se hizo trampas al solitario durante su célebre pulso con Susana Díaz, escorándose hacia la izquierda para encontrar en ese espacio el oxígeno que diera impulso a una carrera herida de muerte. Y claro, en plena disputa con Unidas Podemos por el electorado de izquierdas, un programa a medida de la oligarquía no parece la mejor carta de presentación.

Por eso Sánchez, el ilusionista, se ha sacado de la manga un espectáculo de luces con la exhumación de Franco. Lo que ha sido una reivindicación fundamental de la memoria histórica, una medida necesaria para comenzar el largo proceso de reparación y restauración posterior a la dictadura, en manos del presidente en funciones se ha convertido en un espectáculo retransmitido por televisión, con presencia institucional, en el que, lejos de condenarse y denunciarse explícitamente la naturaleza criminal del franquismo se han permitido loas, vivas y exhibiciones de símbolos varios. Muchas de las víctimas de la dictadura no sólo no se han visto aliviadas por la exhumación: la solemnidad con la que esta se ha realizado ha recordado más al entierro plagado de honores que ya recibió el dictador en 1975 que a un gesto de reconocimiento y reparación para con los represaliados.

Mientras tanto, en la otra mano de Pedro Sánchez es donde sucedía la magia. Primero, por el cierre en falso de la restauración democrática, como si el simple gesto de sacar el cadáver de Franco de Cuelgamuros borrara de un plumazo toda la herencia política, sociológica y administrativa del franquismo, cuyas prácticas aún atraviesan transversalmente el aparato de Estado. Algunos de los ejemplos más claros son la Judicatura o el Ejército – dos de los elementos más estrechamente vinculados con la brutal represión de la dictadura – que todavía deben atravesar una profunda reforma para cumplir con los estándares democráticos.

Y segundo, pero no por ello menos importante, en este periodo de elecciones el juego de manos de la exhumación ha permitido dirigir convenientemente a la opinión pública hacia un terreno abonado para Sánchez y para el aparato del PSOE: el de la política simbólica, las medidas estéticas y los posados para la galería. La política práctica, la política real, esconde una realidad mucho más acuciante y preocupante: la mochila austriaca. Mientras contemplamos absortos el espectáculo de la exhumación, el gobierno de Pedro Sánchez negocia ya con la Unión Europea la implantación de esta nueva reforma que básicamente consiste en que seamos los trabajadores los que nos paguemos nuestros propios despidos, pensiones o bajas por enfermedad. Extraído literalmente del documento que el Gobierno ha hecho llegar a Bruselas:

«En segundo lugar, abordar la implantación gradual de un sistema de cuentas individuales de capitalización para la movilidad (CSR 2.2.3) a través de la creación de un Fondo que permita a los trabajadores hacer efectivo el abono de las cantidades acumuladas a su favor en los supuestos de despido improcedente, de movilidad geográfica, para el desarrollo de actividades de formación o en el momento de su jubilación»

Sánchez, el ilusionista, se apunta un tanto mediático con la exhumación, que desplaza al PSOE al terreno simbólico de la izquierda, mientras en la oscuridad de los despachos se va deslizando lenta pero inexorablemente hacia la derecha. La realidad es que la exhumación, que podría ser el inicio de un proceso de memoria histórica destinado a la reparación y restauración de las víctimas, ha terminado resultando una grotesca falta de respeto a esas mismas víctimas que ridiculiza su lucha democrática reduciéndola a una edición especial de Al Rojo Vivo, seguida de una comparecencia en prime time del presidente en funciones. Mientras tanto, la mano de sus colaboradores se desliza suavemente hacia nuestras carteras sin que caigan en la cuenta muchos de los espectadores, deslumbrados por el juego de manos y con la vista puesta en el escenario.

1 COMENTARIO

  1. Cierto es, todo lo que dice el articulo…La cuestión es que la sociedad de hoy (tengo 68 años), se lo merece…Cada vez que asisto o veo una manifestación (hablo de Granada, donde resido) reivindicando derechos sociales, laborales…frente a los abusos de los bancos…etc..etc,,La mayoría de los manifestantes por no decir toda, esta formada por gente mayores y muy mayores…y a dos pasos dela manifestación o dándole la espalda, los que están padeciendo y mas que van a padecer estas políticas antisociales, es decir las personas jóvenes y no tan jóvenes (entre los 20 y 40 años)…enganchados a su wasapp pasando olímpicamente de todo lo que verdaderamente les atañe, presente y futuro…Asi esta claro que los poderes políticos y económicos lo tienen muy facil…o sea que no hace falta que el trilero de turno sea muy habilidoso..

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