Pandemia y socialismo

Prabhat Patnaik
Prabhat Patnaikhttps://peoplesdispatch.org/author/prabhat-patnaik/
Prabhat Patnaik es profesor emérito del Centro de Estudios y Planificación Económica de la Universidad Jawaharlal Nehru de Nueva Delhi. Es autor, entre otros, deAccumulation and Stability Under Capitalism (Clarendon Press, 1997), The Value of Money (Columbia Uni Press, 2009) y Re-envisioning Socialism (Tulika books, 2011).

Se dice que en una crisis todo el mundo se vuelve un socialista; que los mercados reculan en favor de los trabajadores. Durante la II Guerra Mundial, por ejemplo, cuando se introdujo el racionamiento en Gran Bretaña, el trabajador medio se alimentó como nunca antes. Además, las empresas privadas fueron orientadas hacia la producción de guerra, implantando la producción planificada “de facto”. 

Algo similar está pasando en nuestro días bajo el impacto de la pandemia. En todos los países se ha dado una socialización del sistema de salud y la producción de ciertos bienes, lo que se aparta de la norma capitalista; y cuanto más severa es la crisis, más grande es este nivel de socialización. España, el segundo mayor afectado tras Italia, ha nacionalizado todos los hospitales privados para hacer frente a la crisis: todos están bajo el control del gobierno. Incluso Donald Trump está dando indicaciones a las empresas privadas para producir bienes necesitados urgentemente durante la pandemia. El estrecho control de la producción no solo caracteriza a China; de hecho marca la política estadounidense, por no mencionar varios países europeos. 

Hay otra razón por la que el shock de la pandemia toma un cariz socialista. Esto tiene que ver con la necesidad de un enfoque científico; un enfoque científico en sí mismo es un gran paso hacia el socialismo. Lo irrisorio de las teorías esgrimidas por el “Hindutva” (nacionalismo hindú de derechas) es un buen ejemplo, como la que sugiere el estiércol o la orina de vaca contra el Coronavirus, son recibidas por la gente con desprecio en momentos como estos. Los promotores de estas teorías, por lo normal, corren a los hospitales por sí mismos, o son llevados a los hospitales por sus allegados al primer síntoma. La superstición se demuestra cara en una situación como esta. Un cambio en estas actitudes es también algo positivo para las ideas socialistas. 

Es cierto que la India está lejos de otros países, tanto en términos de adopción de un enfoque científico, como en la adopción de medidas enfocadas hacia la socialización de la producción y la sanidad. La inclinación preferente por lo “tradicional” todavía no se ha abandonado a pesar de la crisis. Por ejemplo: durante el “confinamiento Janata” de Modi (un confinamiento voluntario anunciado por el primer ministro el 22 de marzo), el primer ministro hizo un llamamiento a hacer sonar las campanas durante cinco minutos por los trabajadores sanitarios. Los devotos entusiastas de Modi no solo alargaron esta acción tanto como media hora, sino que incluso convocaron procesiones en lugares mientras hacían sonar conchas de mar, anulando los efectos del confinamiento, que se hizo para reforzar el aislamiento social. 

Asimismo, mientras el gobierno ha ampliado las instalaciones para hacer pruebas de la COVID-19 incluyendo hospitales privados, todavía no ha hecho ni pruebas ni tratamientos gratuitos a aquellos pacientes que han dado positivo en esos hospitales privados.

Pero la prevalencia de la tradición Hindutva sobre un enfoque científico, y el deseo de los hospitales privados de hacer beneficios en medio de esta situación, puede ser atribuido al hecho de que la crisis ha sido menos severa en la India. Si su gravedad aumenta, algo que nadie quiere, entonces India también tendrá que cambiar su actitud y seguir el camino de la socialización seguido por otros países. 

También se deja entrever una tendencia opuesta, basada en la política beggar my neighbour (empobrecer a mi vecino). La oferta de Trump de comprar los derechos exclusivos de una vacuna desarrollada por la compañía alemana CureVac es un reflejo de esta tendencia. Trump, en otras palabras, quiere asegurarse de que la vacuna estará disponible sólo en los EEUU y no para otros, algo negado por el gobierno alemán. Además, la tentación nada improbable de concentrarse en proteger solo un segmento de la población y dejar otros grupos (que incluirían a los viejos, las mujeres y los grupos marginales) a su suerte, es otra expresión de esta tendencia. 

La lógica detrás de todos estos casos es la del capitalismo, que es la de dejar a los pobres y a la población vulnerable desprotegida frente a la pandemia, mientras se asegura a los adinerados y a los fuertes. La retirada de Bernie Sanders, declarado socialista que había promovido un sistema de sanidad pública en los EEUU en el marco de la campaña electoral demócrata, solo refuerza esta tendencia. 

Ésta, sin embargo, tiene un límite natural. La contradicción de la pandemia actual es que es difícil reducirla a un solo país o una parte del mundo o un segmento de la población. El intento estéril de hacerlo, como lo ha hecho Trump, está llamado al fracaso. Esto no significa que la humanidad entienda de buenas a primeras la necesidad de superar el capitalismo para acabar con la crisis, pero sin embargo, en del abanico de medidas contra la pandemia, las que van más allá de la razón capitalista acabarán tomando una posición ventajosa. Y cuanto más dure la pandemia, es más probable que esto suceda.

Lo que esta pandemia demuestra es que, si bien la globalización actual ha sido construida bajo la égida del capitalismo, este no no tiene la capacidad de lidiar con sus consecuencias. El capitalismo ha conducido a una situación donde el movimiento de bienes y de capitales, incluidos los de carácter financiero, ha tomado un carácter global; se ha creído que ese carácter global solo afectaría a estos movimientos. Pero era imposible. La globalización también significa el movimiento global de enfermedades, y la aparición de grandes pandemias. 

La aparición de una pandemia global de este tipo, con una gran tasa de mortalidad, solamente ha ocurrido una vez previamente, concretamente en el caso de la epidemia de “Gripe Española” de 1918; y se debió fundamentalmente a que se produjo en medio de una guerra en la que miles de soldados cruzaban miles de kilómetros para luchar en trincheras y después volver a casa como portadores del virus. En resumidas cuentas, la guerra rompió las barreras nacionales durante el periodo que duró, causando una pandemia mundial. El SARS del 2003 afectó a 26 países, con una mortalidad estimada de 800, mientras que la pandemia actual ha multiplicado ese número por diez. 

Ahora, sin embargo, la difuminación de las barreras nacionales se ha convertido en una característica del sistema, lo que nos deja entrever que las pandemias, tal como la que estamos viviendo, se convertirán en fenómenos comunes en la fase actual del capitalismo. Y es también por lo que los esfuerzos similares a los que está desarrollando Trump para restringir la crisis solo a un sector de la población y proteger a otros, están llamados al fracaso. En resumen, el capitalismo ha llegado a un estadio donde sus instituciones específicas son incapaces de lidiar con los problemas que han creado. 

La pandemia es solo un ejemplo de este fenómeno; y otros tantos llaman nuestra atención urgentemente, de los cuales mencionaré sólo tres. Uno, es la crisis económica mundial que no puede ser resuelta a través de las instituciones propias del capitalismo. Al menos, requiere una estimulación global y coordinada de la demanda a través de medios fiscales, a través de la acción colectiva de varios gobiernos. Estamos muy lejos de esta coordinación inter-gubernamental, un ejemplo de ello es que el principal país capitalista -los EEUU- solo puede pensar en proteger su economía de la crisis que viene, algo análogo a lo que viene haciendo en el contexto de la pandemia. El segundo ejemplo se refiere al cambio climático, donde nuevamente, el capitalismo ha creado una crisis que no puede ser resuelta en los parámetros que lo definen. MI tercer ejemplo está relacionada con la llamada “crisis de los refugiados” o el movimiento global de aquellas personas devastadas por el capitalismo en el curso de sus guerras, y también de su “paz”. 

Esta crisis sugiere un jaque para el sistema. No son meros episodios: la crisis económica no es una mera recesión cíclica, representa una crisis estructural. La crisis causada por el calentamiento global no parece ser un episodio temporal que se acabará esfumando por si solo. Y la pandemia nos enseña que la forma de los acontecimientos que vendrán en la era del capitalismo global, en la que el mundo entero se verá azotado por virus de expansión rápida que afectarán a millones de personas no solo en un siglo, sino cada vez más frecuentemente. Para que la humanidad sobreviva a esos retos, las instituciones del capitalismo son aberrantemente inadecuadas. Se necesita un avance hacia el socialismo, hacia el cual las medidas actuales que sustituyen al “libre mercado” y a la motivación del lucro, aunque parezcan solo medidas temporales  y de emergencia, son puntos de referencia.

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