El engañoso plan de recuperación europea

El 27 de mayo, la Comisión Europea presentó su paquete europeo de recuperación, bajo el nombre “NextGenerationEU”. “Histórico” según todos los partidos tradicionales, desde los liberales hasta los verdes, pasando por los socialdemócratas. Sin embargo, si miramos más de cerca, realmente no hay motivos para alegrarse…

Oficialmente, el plan propuesto por la Comisión Europea pretende ayudar a los países europeos a superar la crisis post-coronavirus. Pero en realidad, responde, ante todo, a otra urgencia: la profunda crisis de la propia Unión Europea. A principios de abril, un sondeo revelaba que solamente el 14% de los italianos apreciaban la acción europea. A este respecto, conviene subrayar que Italia, uno de los países más azotados por el virus, fue totalmente abandonada a comienzos de la crisis. Alemania había bloqueado incluso la exportación de material médico. La Unión Europea, siempre presente cuando se trata de exigir medidas de austeridad o reformas liberales, parecía haber desaparecido cuando se trataba de ayudar a un país miembro frente a una pandemia. Al sur de Europa, incluso los políticos más pro-europeos se cuestionaron la utilidad real de esta Unión Europea.

Frente a esta falta de confianza, Angela Merkel y Emmanuel Macron propusieron una solidaridad mínima. En efecto, Alemania –cuyas multinacionales son una de las grandes beneficiadas de esta construcción europea- no quiere demasiada solidaridad. Aunque por otra parte, perder esta construcción europea le resultaría aún peor. No obstante, es precisamente a esto a lo que podría conducirnos el nacionalismo de Austria, Suecia, Dinamarca y los Países Bajos, que también es enarbolado en el caso de Bélgica por la N-VA [o en el caso de España por VOX]. Estas fuerzas liberales solamente quieren un gran mercado, sin ninguna solidaridad. Y dado que el mercado no hace más que profundizar las desigualdades, esta política podría conducir a la explosión de la Unión. Por eso la Comisión ha decidido conceder un poco de solidaridad, una primicia en la historia de la construcción europea, para salvar lo esencial de esta Unión antisocial y al servicio de las multinacionales. De hecho, en su discurso de presentación, Ursula Von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, citaba como era de esperar, la salvaguarda del mercado único como la principal prioridad.

Cifras que conviene detallar

Que el principal objetivo es el de salvar el mercado interior es algo que se ve en las cantidades presupuestadas. La Comisión Europea ha hablado de casi 2,4 billones de euros (2.400.000.000.000 €) pero esto es un engaño. La mitad de este dinero, 1,1 billones (1.100.000.000.000 €), no es dinero “nuevo”. Es el presupuesto normal de la Unión Europea para siete años. Además, 800.000 millones de euros (800.000.000.000 €), son préstamos o garantías que deberán ser devueltos. Hablamos por tanto en realidad de 500.000 millones (500.000.000.000 €) de transferencias financieras para los países más azotados y 500.000 millones es, en efecto, muy poco. Apenas llega a la mitad de lo que tiene actualmente previsto Alemania para ayudas del Estado, únicamente para Alemania. Frente a lo que se anuncia como la mayor crisis social y económica desde la Segunda Guerra Mundial, no parece que estemos ni mucho menos ante un programa a la altura de la urgencia.

¿De dónde vendrán esos 500.000 millones? La Comisión los cogerá de los mercados financieros, con el presupuesto europeo como garantía. Se tratará por tanto de una deuda colectiva de todos los países de la zona euro, dónde cada país europeo será responsable solamente de la parte con la que contribuye al presupuesto europeo. Es una primicia en la historia europea, pero Von der Leyen ha subrayado al mismo tiempo que se trata de una medida temporal y excepcional y no así de una solidaridad estructural. Además, conviene subrayar que todo este dinero está condicionado por y ligado al Semestre Europeo. El Semestre Europeo es la herramienta de “coordinación presupuestaria”.  Este es el mecanismo mediante el cual los países someten sus reformas a la Comisión Europea y esta les “aconseja” a su vez otras reformas, como los recortes en sanidad. En otras palabras, para este paquete de ayudas, siempre tendremos que pedir permiso a la Comisión Europea, que será quien juzgará dichos planes y reformas. La Comisión no estará muy vigilante este año pero más adelante, seguramente querrá volver a aplicar la austeridad y las reformas más neoliberales. En este sentido, es muy probable que de aquí a un año, la Comisión presente nuevas reformas estructurales de austeridad o por ejemplo de las cajas de los sistemas públicos de pensiones.

Quién gana, quién paga

¿Dónde va a ir a parar este dinero? Aproximadamente dos tercios del nuevo paquete entrará vía planes de reformas y de recuperación nacionales, sometidos por los Estados miembros a la Comisión Europea en el marco del Semestre Europeo. No nos hagamos falsas ilusiones: contrariamente a lo que podrían creer los partidos ecologistas y socialdemócratas, este dinero no servirá para una ambiciosa estrategia de inversiones públicas, de refuerzos de los servicios públicos o de las pensiones… Sino que es más probable que se aplique el modelo de “todo el apoyo para las multinacionales” con un programa de subsidios masivos y gratuitos para las grandes multinacionales. Como con Lufthansa, que recibe dinero del Estado alemán, pero puede mientras tanto reestructurar, despedir, precarizar y enviar dinero a los paraísos fiscales, para volverse más grande en el mismo mundo que antes. Máxime cuando las PyMES se reducen a una nota a pie de página de todo el plan de recuperación. Finalmente, el nuevo programa europeo recibirá solamente 9400 millones de euros para la salud (9 400 000 000€).

Se nos plantea al fin la cuestión de quién acabará pagando este paquete de ayudas. ¿Cómo se reembolsará este dinero prestado por la Comisión Europea? No hay certeza ninguna. Una opción serían nuevas fuentes fiscales para la Unión Europea, pero la Comisión no presenta ninguna propuesta concreta y solamente deja caer algunas pistas y algunas de estas muy discutibles: una tasa de carbono en las fronteras, una tasa digital, un IVA simplificado, una tasa sobre el plástico y los beneficios del mercado de carbono.

Otra opción, si los países no están de acuerdo con beber de las nuevas fuentes europeas, será la de utilizar el presupuesto europeo para reembolsar esta deuda mutualizada. Y en este punto, los planes ya están preparados: se recortaría por ejemplo en los fondos estructurales o de cohesión, que ya son ampliamente insuficientes para paliar las peores desigualdades creadas por el mercado único. Un retorno a la austeridad, una disminución de los fondos de cohesión, nuevas reformas estructurales, serían algunas fórmulas para hacer pagar a los trabajadores y a la colectividad por este plan de recuperación del que a fin de cuentas disfrutarán, sobre todo, las grandes empresas.

La lucha está lanzada

De momento se trata tan solo de proyectos, por lo que queda abierta la posibilidad de que la lucha nos conduzca a otro destino. Sin embargo parece evidente que nos hace falta algo totalmente distinto. Más que un plan que busque salvar al mercado, nos hace falta un plan europeo ambicioso de inversiones públicas que esté a la altura de la crisis social y climática que estamos viviendo. Más que un plan que vaya a hacer pagar a los trabajadores desde Alemania hasta España, nos hace falta un plan que haga contribuir a las grandes multinacionales y a los multimillonarios europeos mediante tasas tales como la tasa sobre las transacciones financieras y un impuesto que afecte a la fortuna de los millonarios europeos. Un plan así de ambicioso debería incluir asimismo una ruptura tajante con la austeridad europea y con todos sus mecanismos, con el fin de poder favorecer tanto a los trabajadores europeos como al clima.

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