- Publicación original: Unions Are Essential for Eliminating Racism – Meagan Day – Jacobin Magazine – 07 de julio de 2020
- Traducción: La Mayoría
En el Nuevo Orleans de los años previos a la Guerra de Secesión Estadounidense, los trabajadores portuarios dieron su apoyo a la causa de la abolición de la esclavitud. El ideal igualitarista de su compromiso antiesclavista estaba ligado con una comprensión pragmática de que la explotación del trabajo no pagado, reducía su capacidad negociadora, tirando a la baja de sus salarios. De este modo, se oponían a esa “institución peculiar”, que parecía beneficiar solo a una clase pudiente con la que tenían muy poco en común.
Pero una vez que la esclavitud fue abolida, las celebraciones duraron poco, desde el momento en que aparecieron toda una nueva serie de problemas en torno a este asunto. Los trabajadores inmigrantes europeos que trabajaban en los puertos de Nueva Orleans ahora competían por conseguir un trabajo contra un influjo de antiguos esclavos, cuyo trabajo costaba poco debido al estado de represión y desposesión que soportaban los antiguos esclavos. Este proceso desató una reacción racista por parte de los estibadores blancos, que en algunos casos llegaron a clamar por la deportación de los ex-esclavos a África.
Cuando los trabajadores portuarios negros formaron un sindicato en 1872 y buscaron la integración, o al menos una alianza con los sindicatos “blancos” existentes, “se mofaron de nosotros”, recordaba un trabajador negro, “y fuimos reprendidos por los blancos que trabajaban a en el puerto, diciéndonos constantemente que los negros habíamos reventado los salarios, causando problemas para todos”.
Esta división racial tan hostil era ventajosa para la élite económica de Nueva Orleans. Los grupos enfrentados de trabajadores portuarios, generaron un suministro constante de esquiroles (si los trabajadores blancos dejaban de trabajar, los trabajadores negros podían ser llamados para sustituirlos, y viceversa). En torno a la década de 1890, sin embargo, se hizo obvio para muchos trabajadores portuarios que la solidaridad interracial podría ser necesaria, en términos prácticos. Así, de igual forma que muchos habían tomado la decisión estratégica de oponerse a la esclavitud, muchos comenzaron a ver las ventajas de una organización de los trabajadores unitaria.
El resultado de esta esclarecedora toma de conciencia, fue la creación de la Triple Alianza, una unión de tres sindicatos compuestos de trabajadores negros y blancos, que decidieron ir a la huelga coordinadamente. Juntos, cerraron el puerto de Nueva Orleans. Se les unieron los trabajadores blancos y negros de toda la ciudad, paralizándola de forma espectacular. La huelga consiguió mejoras significativas para los trabajadores, probando la eficacia de la cooperación interracial. Más adelante, los sindicatos de Nueva Orleans dieron la consigna de que tanto los trabajadores blancos como negros fueran asignados en equipos compuestos de manera igualitaria, dando lugar a una política llamada “mitad y mitad”.
Este relato por supuesto, está simplificado (para más detalles, véase el trabajo de Eric Arnesen, Waterfront Workers of New Orleans: Race, Class and Politics, 1863-1923) pero en su forma abreviada es un ejemplo de cómo los sindicatos pueden funcionar como una herramienta efectiva para la solidaridad racial y la igualdad.
Por supuesto, en una sociedad profundamente segregada y racializada, los sindicatos no son la panacea por sí solos. El sindicalismo integrado racialmente que siguió a la huelga general de Nueva Orleans de 1892 no supuso la eliminación total del racismo entre los trabajadores blancos. Y, por desgracia, la historia de los trabajadores está llena de ejemplos en los que los trabajadores blancos usaron sus sindicatos como herramientas para defender el supremacismo blanco en lugar de desmantelarlo.
Pero el descubrimiento de la utilidad estratégica de la solidaridad multirracial, y la existencia de formas organizativas a través de las cuales esta se pueda desarrollar de manera regular, crearon un conjunto de sindicalistas dedicados al sindicalismo antirracista, y que favorecieron una mayor voluntad por parte de los trabajadores blancos de apoyar los intereses de los afroamericanos. Después de todo, los sindicatos multirraciales dependían, para su misma existencia, de la solidaridad interracial – una dinámica totalmente subversiva en la época de las leyes Jim Crow.
La cuestión del impacto que los sindicatos tienen en el racismo está plenamente vigente. El racismo todavía es un gran problema en nuestra sociedad, los trabajadores de todas las razas continúan explotados, y la división racial continúa siendo un obstáculo para una resistencia efectiva. Un nuevo estudio, llamado “Labor Unions and White Racial Politics”, publicado en la American Journal of Political Science, aporta nuevos datos que afirman que los sindicatos multirraciales transforman de manera efectiva las actitudes de los trabajadores blancos sobre las cuestiones raciales.
El estudio, dirigido por Paul Frymer de la Universidad de Princeton, y Jacob M. Grumbach de la Universidad de Washington, evaluaron las respuestas de personas blancas a frases que niegan la existencia del racismo; por ejemplo, “En el fondo, es un problema de unas pocas personas que no se esfuerza lo suficiente, si los negros simplemente se esforzaran más les iría tan bien como a los blancos”. Su descubrimiento fue que las personas blancas sindicalizadas tienen menos tendencia a tener actitudes racistas que aquellos trabajadores blancos en industrias del mismo ramo, pero que no forman parte de un sindicato, pertenecer a un sindicato reduce el rechazo racial, e incluso haber estado sindicado en el pasado tiene un efecto similar. Esa reducción del resentimiento racial se traduce incluso en un mayor apoyo a políticas que benefician a los afroamericanos, como la discriminación positiva.
Hay distintos mecanismos por los cuales los sindicatos podrían reducir el racismo, y Frymer y Grumbach presentan varios casos en su estudio, que van desde incentivos estructurales para que las direcciones sindicales promuevan la igualdad racial, hasta los vínculos institucionales del movimiento obrero con el comparativamente menos racista Partido Demócrata. Pero me centraré en uno en particular: los sindicatos presentan oportunidades para que las personas con orígenes e identidades raciales diferentes no solo trabajen codo a codo (un mecanismo que puede por sí solo reducir los prejuicios simple y llanamente por exposición), sino también para que trabajen unidos por un mismo objetivo, promoviendo la cooperación y reforzando el respeto y el reconocimiento mutuo rompiendo las barreras raciales. En muchos centros de trabajo, el objetivo de construir un sindicato fuerte no puede ser conseguido sin que los trabajadores se unan.
Las organizaciones, del tipo que sean y en términos generales, modelan las ideas políticas de sus miembros. Pero los sindicatos son únicos en esto entre todas las organizaciones, tal y como señalan Frymer y Grumbach, debido a que representan a las personas sobre la base de su lugar de trabajo. Trabajar es obligatorio para la mayoría de las personas, independientemente de su origen racial, lo que significa que que la afiliación sindical a veces (no siempre es así) puede tener un grado de diversidad más alto que en otros tipos de organizaciones existentes en una comunidad. Por ejemplo, un trabajador blanco de un almacén de Indiana puede vivir en un barrio predominantemente blanco, y puede acudir normalmente a una parroquia banca, pero si su jefe o jefa contrata personas de todos los orígenes raciales, su sindicato seguramente sea más diverso en términos raciales que su lugar de residencia.
Pero muchos de los lugares de trabajo son racialmente diversos. La característica distintiva de los sindicatos es que en ellos los trabajadores se ven empujados a ver sus intereses como un “todo común”, independientemente de sus diversos orígenes. Y en muchos casos, tienen oportunidades para tomar decisiones colectivas sobre cómo quieren que el sindicato sea dirigido, y de trabajar juntos para asegurar victorias comunes.
Algunos sindicatos son más democráticos, o tienen una mayor participación de la afiliación. De hecho, esta cuestión genera un fuerte debate acerca de una construcción más democrática de los sindicatos, porque es a través de la cooperación activa como las personas se ven confrontadas con sus prejuicios heredados y su concepción del mundo se transforma.
Los sindicatos dan a las personas la oportunidad de practicar de manera rutinaria la solidaridad interracial. No solo eso, sino que también la incentivan: cuanto más dispuestos a la cooperación estén los miembros de un sindicato, mayor será la unidad que puedan construir durante las luchas en los espacios de trabajo, y mayores serán las conquistas a las que puedan aspirar todos ellos. En ese sentido, los sindicatos democráticos y diversos pueden ser escuelas de cooperación racial cruzada, tan ausente y necesitada en una sociedad racialmente estratificada como la nuestra.
En Black Reconstruction in America, W.E.B. Du Bois señalaba que el racismo había segregado tan perniciosamente a los trabajadores blancos y negros en el Sur de los Estados Unidos que “probablemente, no haya hoy en día en todo el mundo dos grupos de trabajadores con unos intereses prácticamente idénticos, que a la vez se odien y teman tanto mutuamente y de manera tan persistente; y que se mantengan tan separados que ninguno de ellos vea algo de interés común.”
La era de las leyes de Jim Crow ha acabado formalmente, pero el racismo continúa abriendo una brecha entre aquellas personas que tienen más que ganar unidas, que de separadas. Mientras que el racismo todavía se presenta como un obstáculo para la solidaridad, es imposible apelar a cada individuo racista, uno por uno. Necesitamos crear situaciones que, por su propia naturaleza, hagan que las personas por sí mismas reconozcan la existencia de intereses comunes más allá de las líneas raciales. Los sindicatos grandes, vibrantes y democráticos son indispensables para esta tarea.